¡HÁBLAME EN SILENCIO Y HÁBLAME
BAJITO!
DIJO CAROLINA.
QUICOPURRIÑOS
Carolina es la nieta de Jesús y de María. La hija de Ruth. Es rubia y tiene cuatro años. Y es una jeribilla,
una desinquieta.
Hoy Carolina estaba especialmente activa, ocurrente, vivaracha, locuaz. Hoy era un torbellino. Mientras sus abuelos tomaban café en la terraza de siempre, esa en la que coincidimos a menudo, saltaba de mesa en mesa para hablar con todos. Y a la nuestra se acercó. Estaba sentado el argentino, calvo él y entradito en kilos y también el viejo, ese entrañable gruñón, ese que cuando la ve se le cae la baba y se levanta de la silla y con sus andares torcidos, pues de cadera operado está, camina hacia el comercio de la china, la de Li, y le compra chupetes, por eso, porque se le cae la baba por esa niña vivaracha. Y se los da. Y Carolina lo mira agradecida y le da un beso, porque ella también quiere a ese añoso gruñón, al que habla alto, al que la mira con dulzura y ternura y al que ella con su mirada, lanzándole un dardo desde sus ojos brillantes, le devuelve el mismo cariño y afecto.
Decía que se
acercó a nuestra mesa y le dijo a Roque, te voy a hacer magia. Te voy a peinar.
¿Qué me vas a peinar, si soy calvo, respondió sorprendido el boludo? Pues por
eso, con mis poderes mágicos dijo la rubita. Primero “abra cadabra” mientras
movía al viento sus manos y giraba sobre sí misma una y otra vez lanzando al
aire unos imaginarios polvos dorados dirigidos
a su cabeza. Y después mi magia hará el resto y verás como te crecerá el pelo,
y luego, con este peine invisible, te lo peino. Y así fue. Al rato, el boludo
incrédulo, lucía un tupé que ni siquiera
pudo Elvis Presley imaginar en sus mejores años. Sí, así ocurrió. Sí, que
yo lo vi con estos ojitos.
Sorprendidos nos
quedamos los que nos sentábamos en la mesa, de lo que en cinco minutos había
logrado Carolina en esa mañana de domingo. ¿Cómo lo hiciste le preguntamos en
alta voz?
Y su respuesta, no se hizo esperar. Háblame
en silencio y luego háblame bajito
contestó. Y es cierto, pues hablar en
silencio es reflexionar, es razonar, es dejar llevar tu imaginación, es dejar
volar esa magia, esa ingenuidad, que todos llevamos dentro, la misma con la que Carolina
inventó en un segundo un crecepelo para Roque. Y luego, hablar bajito, es invitar
a una tertulia sosegada, amigable, respetuosa y sin crispación. Esa que te
obliga a recordar que eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras.
Carolina, la dulce Carolina, con su
magia, nos alegró hoy lo que parecía iba a ser una aburrida mañana de domingo.-
quicopurriños, noviembre de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario