VICTOR RAMIREZ: UN AUTOR INFINITAMENTE PECULIAR
POR JOSÉ CRISTÓBAL CÁCEREZ RODRÍGUEZ (*)
En los años ochenta, aún siendo yo estudiante de Filología, de la mano
del Dr Miguel Pérez Corrales recibí un ejemplar de "Cuentos
Cobardes", de Víctor Ramírez, en una edición de JB editores, empresa ésta
que facilitó enormemente la difusión de la literatura canaria. Y a través de la
cual conocí también la obra de Luis Alemany, Manuel Padorno y el malogrado
Agustín Espinosa. Recuerdo que Pérez Corrales hizo un guiño de complicidad
cuando me entregó "Cuentos Cobardes", para advertirme que aquello
había de leerse con apertura de miras.
Me lo advertía porque todavía
existía en los círculos académicos una literatura oficial y una literatura que
no lo era tanto. Víctor Ramírez, al parecer, y como luego supe, pertenecía a
una especie de grupo de autores prohibidos: prohibido él no tanto por cómo
decía las cosas, o por qué cosas decía, sino por el hecho de reivindicar una
literatura canaria con propiedad cuando aún su existencia se estaba
cuestionando.
Para esta ocasión (1) he
tenido la oportunidad de releer algunas cosas y de leer por primera vez otras.
Y es que, para nuestra fortuna, la obra de Víctor Ramírez no es ya un episodio
más o menos ocasional dentro del panorama literario de nuestras islas, sino que
es una parcela de referencia imprescindible para el conocimiento del mismo. De
una parte tenemos más de diez libros de narrativa corta, cuentos, y de novela,
libros entre los que son especialmente memorables "Cada cual arrastra su
sombra", "Cuentos cobardes" o "Nos dejaron el muerto".
De otra parte contamos con obras de investigación y difusión de referencia
igualmente obligada en nuestros centros educativos como "Literatura
Canaria. Antología de textos: siglos XVI--XX" o "Narrativa Canaria
Siglo XX" (éstos dos últimos en colaboración con Rafael Franquelo).
*
En su literatura sigo viendo,
hoy como entonces, dos planos que se encabalgan constantemente (y confieso que,
desde mi postura, me resulta un tanto difícil establecer una jerarquía entre
dichos planos). No tengo ninguna duda de que nos encontramos ante literatura de
gran calado, con unos valores indiscutibles cuando hablamos especialmente de
sus cuentos. Pero mantengo mis dudas a la hora de valorarlos sin considerar la
profundidad ideológica que encierra detrás de ellos y sus consecuencias como
actos de comunición concretos.
En sus relatos breves
descubrimos los componentes esenciales del género cuentístico: personajes con
unos caracteres muy marcados que se perfilan en unos pocos gestos y acciones;
unos tiempos y espacios condensados; unos argumentos que se precipitan hacia un
final inesperado en unas cuantas secuencias apresuradas. En este sentido es
cultivador de un género universal, tocado nuestro narrador especialmente, en lo
formal, por el influjo de un Steinbeck, Rulfo o Guimaraes, o por algunos de los
modos de Valle Inclán, como bien ha comentado uno de sus comentaristas más
avezados, Angel Sánchez. La estética de Ramírez es claramente naturalista, en
la línea del naturalismo europeo de fin de siglo pasado, en la línea de Zola, e
incluso --yo me atrevería a decir-- en la línea de algunos pasajes galdosianos.
Pero esto son influencias y, como tales, muy discutibles.
*
Mas el Víctor Ramírez que
sublima nuestra atención es el otro, es el que aparece en la concreción de cada
relato. Y ése es muy nuestro. Ese es el Víctor Ramírez particular, el que se
esconde detrás de sus personajes y situaciones que dibujan una determinada
"realidad canaria", realidad a la que le confiere un perfil
inconfundible. Aquí es donde encontramos esos ambientes de arrabal, de risco,
de barriada, de infracultura dominada por las pasiones más elementales en una
dialéctica constante: el amor, los celos, el odio, la ira etc...
Son los escenarios en los que
el pescador, el albañil, el militar, el funcionario... se dan la mano tras un
mostrador de zinc en una oscura taberna llena de moscas, en las que esos mismos
personajes, con sus dedos callosos y curtidos, beben ron al atardecer mientras
se cuentan sus penas o atan los picos de las gaviotas capturadas para que
mueran de hambre en un gesto de la más elemental venganza. Son los ambientes en
los que brota una forma de comunicarse propia de la gente que la usa y que
sirve para delimitar aún más su personalidad, que les dignifica y caracteriza,
que es el habla de allí y del momento.
Sobre estos dos planos, el
ideológico y el estético, debe articularse un análisis de las peculiaridades de
estilo del autor. Por un lado su mérito es el de que haya sido el primero que
irrumpe en nuestra Literatura, amén de algún otro más esporádico precedente,
con un volumen importante de materia escrito en lo que podríamos llamar
"modalidad canaria" de habla. Se puede decir que, a pesar de las dificultades
de definición que el hecho entraña, sus personajes hablan "canario"
porque es una parte de su propia realidad y se demuestra la efectividad
comunicativa que ejerce frente a otras alternativas. Esto es un hecho
literario, pero lo es también ideológico y reivindicativo.
Por otra parte, está la
dimensión de los contenidos canarios, y no tanto el cómo los cuenta. Debemos
considerar este hecho como un valor literario más: integrar el tema dentro de
la forma, al lado de los demás valores estéticos que encontramos en su obra. Lo
más bonito de sus cuentos son esas fotografías en blanco y negro, o en sepia
quizás, de una sociedad canaria que está luchando por una identidad que no
termina de cuajar. En ese compromiso, en ese alegato constante de los menos
favorecidos, está esa imagen social transmitida, la que soporta el peso de la
narración y le confiere esa capacidad de sacudir conciencias como
característica esencial. El tema y la forma, insistimos, se integran el uno al
servicio de la otra, y viceversa. El resultado, infinitamente peculiar, es hijo
de un autor infinitamente peculiar: Víctor Ramírez.
(*) José Cristóbal Cáceres Rodríguez es Profesor del Instituto de
Enseñanza Secundaria "Alonso Pérez Díaz", de Santa Cruz de La Palma.
(1) El autor se refiere al acto de presentación de Víctor Ramírez en
una conferencia que ofreció éste en la Casa de la Cultura del Valle de Aridane,
en La Palma, hace varios años.
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