martes, 23 de junio de 2020

LA LETRA, CON ARTE ENTRA


LA LETRA, CON ARTE ENTRA
AGUSTIN GAJATE
Las letras como símbolos vocálicos y consonánticos forman parte del paisaje urbano de las ciudades modernas desde hace décadas. Se encuentran por todas partes: en los soportes publicitarios, en las señales de tráfico, en las fachadas de los establecimientos comerciales, en los lugares más elevados de algunos edificios y en los accesos a locales, espacios e infraestructuras públicas.
La primera vez que me interesé por la tipografía era todavía un niño. No recuerdo que edad tenía, pero sí el lugar: fue en la gasolinera del puente de la Avenida de Anaga sobre el Barranco de Tahodio, en Santa Cruz de Tenerife. A la salida de la gasolinera, que estaba pegada a la entrada a la Finca Ventoso que ahora da acceso a la urbanización Residencial Anaga y cerca de la antigua Manigua, aparcaba su vespa un rotulista que esperaba sobre su asiento a recibir encargos, alguno de los cuales realizaba allí mismo, cuando se trataba de pequeños trabajos.

Una de las cosas que más me llamaba la atención era el cariño y el cuidado que ponía cuando el fino pincel daba forma en su mano a las rectas y curvas de cada letra. Portaba una caja con pinceles de diferentes tamaños y pinturas de múltiples colores y también un cuaderno a modo de muestrario de los tipos de letras entre las que el cliente podía escoger, aunque también reproducía cualquier otra que le propusieran. Ese amor que ponía a su actividad me pareció tiempo después heredero del que podía contemplar en las capitulares y en los dibujos amanuenses de las hermosas páginas de los códices medievales y en las inscripciones árabes sobre paredes y techos de monumentos declarados como Patrimonio de la Humanidad, como la Alhambra de Granada.

Otro recuerdo que conservo como un tesoro son las letras dibujadas en un panel horizontal situado sobre el dintel de la entrada principal al Cine Víctor por la Plaza de la Paz, entre los dos inmensos carteles que anunciaban la película que se proyectaba durante esos días. Aquellas letras parecían tener vida propia e invitaban a entrar por una puerta mágica a otra dimensión, a un mundo de fantasía y de ficción del que solo se podía salir transformado, como de hecho así sucedía, aunque no lo percibiéramos como algo trascendental, sino con la felicidad de haber disfrutado o sufrido, en el caso de las películas de suspense o miedo, una experiencia increíble.

Todos estas sensaciones regresaron a mi mente después de haberme entusiasmado de nuevo con la tipografía, tras haber asistido de manera virtual a una conferencia con un título muy académico y relativamente poco atractivo para el público en general, pero de un profundo contenido emocional, “Estudio de los especímenes tipográficos contemporáneos”, y que fue pronunciada dentro de la novena edición de los Encuentros con la Investigación que se celebran a lo largo de este mes de junio en BilbaoArte.

No puedo ser objetivo a la hora de enjuiciar la presentación, ya que la autora, Leire Gajate Arenas, graduada en Diseño por la Universidad de La Laguna y máster en Investigación y Creación en Arte por la Universidad del País Vasco, es también mi hija, por quien no puedo dejar de sentir una lógica admiración. Teniendo en cuenta esta circunstancia y en mi modesto parecer, creo que el éxito de su intervención radicó en explicar como el arte puede dotar a las letras de la capacidad de despertar sentimientos y provocar sensaciones, atendiendo a su uso como vehículos para expresar un mensaje. Dicho de otra manera: no resulta apropiado utilizar letras góticas para un texto ambientado en un futuro interplanetario, ni tipografía alienígena para escribir sobre la época medieval.

Expresado con sus propias palabras: “La tipografía está presente en nuestro día a día. Tanto en libros como en películas o en internet los tipos de letra son fundamentales para saber cuál es el mensaje que nos quieren trasmitir. Pero ¿cómo sabemos si una tipografía funciona o nos servirá para expresarnos correctamente? La respuesta está en los «especímenes tipográficos», unos manuales que ayudan a diseñadores, publicistas y tipógrafos y que les facilitan la elección y la concordancia, porque en los especímenes tipográficos se indica de cuántos caracteres disponen, sus características, idiomas y ejemplos sobre cómo se pueden aplicar. Apenas inventó Gutemberg los tipos móviles, los especímenes tipográficos alcanzaron un gran valor entre las imprentas y así, creciendo poco a poco, pasaron siglos hasta que con la llegada de internet y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, estos manuales, tal y como se elaboraban hasta hace unos años, han ido convirtiéndose casi en un objeto de coleccionista frente a las posibilidades que ofrece la selección o adquisición de tipografías en webs. En este trabajo se ha realizado un estudio de los especímenes tipográficos de diferentes fundidoras contemporáneas a lo largo de los últimos diez años, para observar qué características comunes se utilizan a la hora de realizar un espécimen tipográfico.”

Después de haber escuchado la conferencia y releído la investigación de esta joven artista multidisciplinar, especializada en diseño gráfico, interiorismo, fotografía e ilustración, me surgen diferentes interrogantes relacionados con la profesión periodística que he venido ejerciendo a lo largo de varias décadas y la época actual en la que vivimos, marcada por la crisis provocada por la COVID-19: ¿Están utilizando los medios convencionales la tipografía adecuada para captar nueva audiencia? ¿Ven los jóvenes la prensa impresa y digital y los informativos de televisión como algo arcaico por las tipografías que utilizan en titulares, textos y rótulos? ¿Estamos en una época tan cambiante que se necesita una tipografía distinta para cada nueva generación? ¿Los medios en el futuro podrán y deberán personalizar la tipografía en función de a quién dirijan su mensaje?

El periodismo moderno ha vinculado el arte a la información e igual uno de los problemas de su actual crisis es que no se atreve a probar nuevos formatos, porque no quiere perder la audiencia que todavía le queda, pero que inexorablemente va decreciendo. Esta renovación no está en manos de los que ya tenemos una edad, sino de esa generación de jóvenes artistas, entre las que se encuentra Leire Gajate Arenas, preparados para cambiar la percepción del mundo en el que vivimos, pero a quienes todavía la sociedad y las empresas no han sabido aprovechar en todo su potencial

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