LA LETRA, CON ARTE ENTRA
AGUSTIN GAJATE
Las letras
como símbolos vocálicos y consonánticos forman parte del paisaje urbano de las
ciudades modernas desde hace décadas. Se encuentran por todas partes: en los
soportes publicitarios, en las señales de tráfico, en las fachadas de los
establecimientos comerciales, en los lugares más elevados de algunos edificios
y en los accesos a locales, espacios e infraestructuras públicas.
La primera
vez que me interesé por la tipografía era todavía un niño. No recuerdo que edad
tenía, pero sí el lugar: fue en la gasolinera del puente de la Avenida de Anaga
sobre el Barranco de Tahodio, en Santa Cruz de Tenerife. A la salida de la
gasolinera, que estaba pegada a la entrada a la Finca Ventoso que ahora da acceso
a la urbanización Residencial Anaga y cerca de la antigua Manigua, aparcaba su
vespa un rotulista que esperaba sobre su asiento a recibir encargos, alguno de
los cuales realizaba allí mismo, cuando se trataba de pequeños trabajos.
Una de las
cosas que más me llamaba la atención era el cariño y el cuidado que ponía
cuando el fino pincel daba forma en su mano a las rectas y curvas de cada
letra. Portaba una caja con pinceles de diferentes tamaños y pinturas de
múltiples colores y también un cuaderno a modo de muestrario de los tipos de
letras entre las que el cliente podía escoger, aunque también reproducía
cualquier otra que le propusieran. Ese amor que ponía a su actividad me pareció
tiempo después heredero del que podía contemplar en las capitulares y en los
dibujos amanuenses de las hermosas páginas de los códices medievales y en las
inscripciones árabes sobre paredes y techos de monumentos declarados como
Patrimonio de la Humanidad, como la Alhambra de Granada.
Otro
recuerdo que conservo como un tesoro son las letras dibujadas en un panel
horizontal situado sobre el dintel de la entrada principal al Cine Víctor por
la Plaza de la Paz, entre los dos inmensos carteles que anunciaban la película
que se proyectaba durante esos días. Aquellas letras parecían tener vida propia
e invitaban a entrar por una puerta mágica a otra dimensión, a un mundo de
fantasía y de ficción del que solo se podía salir transformado, como de hecho
así sucedía, aunque no lo percibiéramos como algo trascendental, sino con la
felicidad de haber disfrutado o sufrido, en el caso de las películas de
suspense o miedo, una experiencia increíble.
Todos estas
sensaciones regresaron a mi mente después de haberme entusiasmado de nuevo con
la tipografía, tras haber asistido de manera virtual a una conferencia con un
título muy académico y relativamente poco atractivo para el público en general,
pero de un profundo contenido emocional, “Estudio de los especímenes
tipográficos contemporáneos”, y que fue pronunciada dentro de la novena edición
de los Encuentros con la Investigación que se celebran a lo largo de este mes
de junio en BilbaoArte.
No puedo ser
objetivo a la hora de enjuiciar la presentación, ya que la autora, Leire Gajate
Arenas, graduada en Diseño por la Universidad de La Laguna y máster en
Investigación y Creación en Arte por la Universidad del País Vasco, es también
mi hija, por quien no puedo dejar de sentir una lógica admiración. Teniendo en
cuenta esta circunstancia y en mi modesto parecer, creo que el éxito de su
intervención radicó en explicar como el arte puede dotar a las letras de la
capacidad de despertar sentimientos y provocar sensaciones, atendiendo a su uso
como vehículos para expresar un mensaje. Dicho de otra manera: no resulta
apropiado utilizar letras góticas para un texto ambientado en un futuro
interplanetario, ni tipografía alienígena para escribir sobre la época
medieval.
Expresado
con sus propias palabras: “La tipografía está presente en nuestro día a día.
Tanto en libros como en películas o en internet los tipos de letra son
fundamentales para saber cuál es el mensaje que nos quieren trasmitir. Pero
¿cómo sabemos si una tipografía funciona o nos servirá para expresarnos
correctamente? La respuesta está en los «especímenes tipográficos», unos
manuales que ayudan a diseñadores, publicistas y tipógrafos y que les facilitan
la elección y la concordancia, porque en los especímenes tipográficos se indica
de cuántos caracteres disponen, sus características, idiomas y ejemplos sobre
cómo se pueden aplicar. Apenas inventó Gutemberg los tipos móviles, los
especímenes tipográficos alcanzaron un gran valor entre las imprentas y así,
creciendo poco a poco, pasaron siglos hasta que con la llegada de internet y
las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, estos manuales, tal
y como se elaboraban hasta hace unos años, han ido convirtiéndose casi en un
objeto de coleccionista frente a las posibilidades que ofrece la selección o
adquisición de tipografías en webs. En este trabajo se ha realizado un estudio
de los especímenes tipográficos de diferentes fundidoras contemporáneas a lo
largo de los últimos diez años, para observar qué características comunes se
utilizan a la hora de realizar un espécimen tipográfico.”
Después de
haber escuchado la conferencia y releído la investigación de esta joven artista
multidisciplinar, especializada en diseño gráfico, interiorismo, fotografía e
ilustración, me surgen diferentes interrogantes relacionados con la profesión
periodística que he venido ejerciendo a lo largo de varias décadas y la época
actual en la que vivimos, marcada por la crisis provocada por la COVID-19:
¿Están utilizando los medios convencionales la tipografía adecuada para captar
nueva audiencia? ¿Ven los jóvenes la prensa impresa y digital y los
informativos de televisión como algo arcaico por las tipografías que utilizan
en titulares, textos y rótulos? ¿Estamos en una época tan cambiante que se
necesita una tipografía distinta para cada nueva generación? ¿Los medios en el
futuro podrán y deberán personalizar la tipografía en función de a quién
dirijan su mensaje?
El periodismo moderno ha vinculado el arte a la
información e igual uno de los problemas de su actual crisis es que no se
atreve a probar nuevos formatos, porque no quiere perder la audiencia que
todavía le queda, pero que inexorablemente va decreciendo. Esta renovación no
está en manos de los que ya tenemos una edad, sino de esa generación de jóvenes
artistas, entre las que se encuentra Leire Gajate Arenas, preparados para
cambiar la percepción del mundo en el que vivimos, pero a quienes todavía la
sociedad y las empresas no han sabido aprovechar en todo su potencial
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