VÍCTOR RAMÍREZ EN LA
VOZ DE "EL EXTRANJERO"
POR CHEMA
DE PAULA
"En
el fondo no hay idea a la que uno no concluya por acostumbrarse"
Albert Camus
No es
Víctor Ramírez, sino el "CADA CUAL ARRASTRA SU
SOMBRA" el que me quiso enseñar su lectura. Es "EL EXTRANJERO" que le descubrí por casualidad a Albert Camus,
cuando llegó a mis manos. Nada más.
La idea
principal es la costumbre, la irrelevancia, el conformismo casi, la
indiferencia y la magua entreverada al azar. Desde el "estar y no estar" canario hasta la pasividad
inquebrantable de un personaje fuera de su lugar existencial y humno, sin
interés, sin condiciones, vacío.
La conexión es fácil e inútil, pero
curiosa: desde las incursiones casi fuera de lugar (y por ello tan dentro al mismo
tiempo) de frases de una factura poética y estética profunda, hasta
determinadas similitudes del personaje protagonista de "EL ARRANQUE", parte segunda (aunque
son dos "cuentos" totalmente independientes, que se aunaron en la
edición príncipe bajo el título del primero, de "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA") del libro de Víctor Ramírez, y
el personaje en torno al cual suceden los hechos en "EL EXTRANJERO".
Pero sólo
vale el ejemplo, la materialización de todo, aunque sean impresiones
aparentemente mudas, y apremia una aclaración de conceptos (o enturbiamento en
su defecto) para dar validez a la idea.
*
Víctor
Ramírez denuncia. Desde el medio en el que se desenvuelve en La Ciudad de 1971,
hasta los barrios risqueros de la marginalidad actual. Ofrece los hechos, los
describe y atormenta para darles el realismo suficiente.
Ataca
indirectamente, cercano a la literatura literatura testimonial, siéndola quizá.
["Quizá" no, siéndola y punto. Que a veces da miedo decir cosas que
rocen la incorrección académica, o sin saber de dónde vienen las campanas con
exactitud. No importa. La corrección significará la lectura; buena cosa].
En este
punto aparece un acercamiento al testimonio casi ajeno al que le imprime Camus
a su obra, que trasmite el seño Meursault ("el extranjero") en sus
palabras, en sus frases cortas que se alargan a medida que los acontecimientos
pasan: más como una tarde que se muere lentamente, que como un entramado léxico
que va profundizándose. Todo son caminos tomados desde el planteamiento existencial.
Mostrar la
incomunicación conlleva, a veces, a buscar el abrazo dulce de una
interlocución. Si mostrar la violencia como denuncia de la misma puede invitar
a cometerla (pensemos más en el cine que en la literatura), obras que denuncien
el hastío, la socarronería y la repetida indiferencia ante la propia vida, como
son "CADA CUAL..." y "EL
EXTRANJERO", obligan a la reflexión y al cambio desde el malestar creado.
*
No hay otra
salida. Blasín, borracho, y otro personaje sin nombre (quizá el mismo), borracho
también, ejes del primer fragmento del libro de Ramírez, hablan hacia adentro,
después de descubrirse cómplices de lo mismo en un bar fundido, como tres de
sus bombillas:
"Había dos hombres apoyados contra el
mostrador, dos hombres que se hubieron mirado por unos momentos a los ojos
cuajados, como si hurgaran recíprocamente en las pupilas del otro, borrachos, y
buscando consuelo cómplice, entibiados sus corazones, asegurándose que sí, que
tú también eres hombre, igual que yo, pues tu mirada es un pozo de
interrogantes y de amarguras pardas, desvaías ahora, un pozo sin fondo visible,
donde cabe todo (...)".
Y en este
diálogo el lector es protagonista (desde el momento en que "escucha"
en un estilo directo los soliloquios que quedan separados en el propio libro
por fragmentos que se alteran), participa y aprende, escuchando,
indentificándose con el posible error. Desde su aceptación, se puede y debe
producir la catarsis y, más importante, la conciencia del cambio.
*
Pero me
falta algo, obvio: el libro "en su primera parte" narra tres
historias diferentes, entrelazadas en el diálogo sordo de dos hombres que,
borrachos, se apoyan en su vaso de ron para desangrar sus avatares con la vida.
Sin avisar,
con el espacio en blanco como preludio, se alternan el encuentro de dos
borrachos tristes, el drama de Blasín con su madre, deshonrada, y el amor
"a lo camello" que siente un hombre (con sus celos) hacia su
prometida, conformando una conversación peculiar, de soliloquios distraídos e
intrusiones en los caracteres más arcaicos y tradicionales, mostrando la
soledad abrumadora que, en alguna medida, todos tenemos incrustada.
***
La segunda
parte del libro -el relato titulado "EL ARRANQUE"- es más indagadora
en el interior y en lo social. Más unideraccional y clara: un hombre, abrumado
por una enfermedad, al parecer crónica, que le hace detesar el olor de la
mujer, se plantea su propia condición masculina.
Sin saber
cómo salir de semejante atolladero, tras varios fracasos por deshacer su
virginidad (tapona su nariz con algodones para acercarse a las mujeres, sin
poder superar su aroma; vomita sobre el cuerpo desnudo de una mujer justo en la
cama; y cuando cree encontrar a una fémina cuyo olor no le repele, resulta que
es un travestí que le roba), se decide regalar por las buenas su apartamento a
una familia que ha sido desahuciada.
Ése será el
arranque, el salto enorme desde la indiferencia al acto, aunque indiferente
también e infructuoso del todo, ya que esa familia no se adecúa al entorno, o
el entorno, mejor, no se adecúa a ellos; los niños destripan ratas en la
escalera, la hermana trae allí hombres para prostituirse y, menos admisible, el
padre de familia va vendiendo los muebles para costearse una prostituta y
acabará por vender, por lo mismo, el propio inmueble, volviendo a la miseria.
*
A la par,
en esta obra de Ramírez se desgranan un sinfín de imágenes que gritan una
ternura poética inteligente, que sabe incrustar en el momento adecuado:
"La oscuridad era su voz
llamándome y los guijarros que me hacían tropezar"..."(...)
contemplaba (...) al día que, fuera, intangible, se deshilacha como una soga de
colorines mal usada; y continúa diciendo: pero vayamos al principio."
Y es, en
cierto sentido, este mostrar poéticamente para después volver al principio y
retomar la narración, lo que caracteriza la obra de Albert Camus, como si la
belleza descriptiva de la playas argelinas fuese un elemento más, desconectado
y aislado como la sociedad descrita y denunciada y, en cierta manera también,
respondiendo a una naturaleza perdida y sufrida: "Sobre la arena el mar
jadeaba con la respiración rápida y ahogada de las olas pequeñas".
Por encima,
y por donde quiera que se mire, EL EXTRANJERO es un hombre, una persona ajena
al entorno, desterrado alguna vez de donde estuvo. Es indiferente y acata todo
cuanto viene con una cotidianidad que asombra: a la muerte de su madre le
acompaña su sentir molesto por el viaje hacia el asilo; a la proposición de
matrimonio de María responde que le es "indiferente", que "si
quiere, sí" y que "si se lo pidiese otra mujer a la que estuviera
ligado de la misma manera, le respondería naturalmente que también"; el
asesinato que comete le da como causa el calor y el sol, que le hicieron ceder
ante el gatillo; y ante la cárcel y la pena de muerte refuerza su filosofía
mantenida: "me abría por primera vez a la tierna indiferencia del
mundo".
Entretanto
Camus, en el año de la muerte de Miguel Hernández, describe un mundo donde los
valores han desaparecido sin dar aviso, personalizado en un hombre solo, ajeno,
extraño, extranjero del Argel que tiene a sus pies, extranjero de todo.
*
Pero (de nuevo) me quiero centrar en
Don Víctor y su libro; y si resumo EL EXTRANJERO de Camus, es para facilitar la
comparación, pequeña, que se puede hacer.
La obra de
Víctor Ramírez (EL ARRANQUE) responde a una serie de monólogos interiores, que
agilizan y pierden al lector, que le hacen pensar en la posibilidad de ser el
oyente o no ser nadie.
No es
invento, ni es copia. Es una manera de expresión, utilizada ya en América, en
Europa y en Canarias. Y "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" y "EL
ARRANQUE" lo asimilan.
*
Estos dos
relatos que informan el libro coinciden en tiempo de creación (1971) y en idea,
aunque sus temáticas sean bien distinta y sus respectivos momentos temporales
sean algo dispares. Parece, bien por los lugares de acción (apartamento en
lugar de casa, oficina de trabajo en lugar de bar...), bien por la mentalidad
de los protagonistas, más actual en el segundo de los relatos.
Es en éste
donde las semejanzas con EL EXTRANJERO se acentúan. El protagonista es víctima
de las circunstancias, desde su enfermedad de no poder soportar el olor de las
mujeres, hasta las opiniones de sus compañeros de trabajo, que le llevarán a
dudar de su condición varonil (y humana).
Pero todo
sucede. Él parece admitirlo con suma tranquilidad. Obviamente el señor
Meursault (El "extranjero") está más entregado a los hechos, más
indiferente: "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un
telegrama del asilo: "Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas
dolencias". Pero no quiere decir nada. Quizás haya sido ayer."
Y,
obviamente, la "enfermedad" de Meursault (pena de muerte) es algo más
grave; pero son los hechos que uno y otro sabrán llevar hasta el fin de sus
días, "adecuándose". Y es que a la frase que encabeza este
"artículo" es clave, y encuentra su igual en una sentencia que Víctor
Ramírez hace (deja) pensar a su personaje central: "Porque todos se
acostumbran a todo, hasta lo último".
*
En cierta
manera, me habrán corregido, "Camús" es culpable de la pena que
sufre: se ha dejado llevar por irrelevancias y ha asesinado a una persona
porque "el sudor amontonado en sus cejas corrió de golpe sobre mis
párpados y los recubrió con un velo tibio y espeso". Es decir la causa
exacta de que matara a un moro que persigue a un compañero suyo fue el sol que
se reflejó en su cara en una playa larga y calurosa.
Por otro
lado, Ramírez aguanta lo que le toca, "arrastra su sombra" y punto;
porque, si no, nadie lo va a hacer. Es más una filosofía de llenar huecos que
la filosofía del vacío camusiana.
Aunque
ambas filosofías coinciden en el INDIVIDUALISMO. Sirvan como ejemplo las
palabras del padre de familia pobre y, por qué no decirlo, borracho y cabrón
ante el Ramírez de EL ARRANQUE, que le ofrece, sin más preámbulo, su
apartamento:
"(...)
usted verá mi recelo, más estando el mundo como está, cada quisque jalando el
rábano para su plato y jeríngase el pobre".
Lo curioso es que el protagonista se
disculpa por haber dado su vivienda a personas más necesitadas, en un
sentimiento de inferioridad quizá, ante la mirada de su jefe: "le tuve que
explicar mi altruista gesto con la mayor sensación de culpabilidad que
imaginarse pueda".
*
La
curiosidad coincide en Camus. Meursault pide dos días de licencia para ir a
velar a su madre, y frente a la insatisfecha mirada de su patrón se siente
incómodo: "No es culpa mía". Luego se arrepiente por haberlo dicho.
Encima.
Con la
muerte de su madre, Meursault saca a la luz del lector una frase extraña, pero
clara: "Todos los seres normales habían deseado más o menos la muerte de
aquellos a quienes amaban". Lo cual entraña una dificultad de análisis que
no me apetece afrontar; la dejo ahí, por quien la quiera, la necesite o la
piense.
Y voy
terminando, con la paciencia necesaria para retomar alguna cosa y apuntar otra:
el monólogo interior de EL ARRANQUE, que nos hace, si queremos, ser la pareja
(emulando a Blasín y compañía, de CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA, en la barra de
un bar) de incomunicación (¿comunicación?) que precisa en sus argumentos:
"Admito
con usted que"..., "Ni le pase por la cabeza"..., "No sé si
me explico con claridad; ¿sí?, ¿me comprendo? Bueno, sigamos"), llegando
hasta a haber dos voces distintas ("¡Compraste las revistas al del
furgón!" Compramos, dirás. Lo que sea. ¿Y qué?; también desayunamos y
dormimos. No te entiendo. Es lo mejor, que no nos entendamos.":
los
constantes usos de términos propios de nuestro entorno tradicional (que nos
acerca a nuestra tierra, que no nos aleja de Ella); el apunte agrio, amargo, de
nuestra condición geográfica (¿solamente?) pequeña: "¿(...) todo lo que
concierna a mi patria chica? Eso: chica. ¿No respondes? Sí: chica" y mil
cosas que nos demuestran, sí, NOS, ¿te enteras? (es broma) (o no), que Víctor
Ramírez es valioso, sin más.
Porque me
ha llevado a hablar "sobre él". Porque ha hablado DE NOSOTROS.
Porque... Y mejor olvidemos el diluvio universal como solución a todo lo
absurdo y tedioso de nuestra existencia, como "arranque" surrealista
de la naturaleza, aunque, ciertamente y bien pensado, "entonces sí que la
Tierra sería un paraíso".
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