EL LADO FEMENINO DE DIOS
ANA SHARIFE
Jesús tuvo un gran
rival en su tiempo. Se llamaba Simón el Mago. Un gnóstico samaritano procedente
de Gitta (Cisjordania) que viajó por todo el mundo antiguo –de Palestina y
Siria, a Cesarea y Antioquía, de Egipto a Roma– promulgando actos mágicos y
creando iglesias basadas en sus nuevas enseñanzas por cualquier lugar donde
fuera, siempre junto a Helena, una prostituta a la que liberó en un burdel de
Alejandría.
Sus doctrinas
estaban centradas en la historia gnóstica de Sophia, una figura análoga al alma
humana que era el lado femenino de Dios, la que estuvo aun antes del principio
del mundo y la que une en armonía a quienes la buscan. Este mito explica que,
en el principio de los tiempos, Dios tuvo su primer pensamiento llamado Sophia.
Que la quiso crear por sí sola y, al intentarlo, creó a un dios incompleto que
a su vez creó el mundo. Por su gran compasión, Sophia bajó al mundo a darle
vida, pero quedó atrapada. Sophia se le perdería a Dios.
Gracias al esfuerzo
ímprobo de aquellos primeros cristianos que escribieron contra él, se sabe que
Simón hizo uso de la educación griega que recibió en su juventud y de sus
supuestos poderes mágicos para formular su propio camino. También que fue deificado
en Roma bajo el emperador Claudio (41-54 d. C.), quien le levantó una estatua
en una isla del río Tíber con la inscripción “Simoni Deo Sancto”. Las
maravillas que relatan estos duros adversarios nos hacen pensar que Simón no
era temido, como quisieron señalar, sino admirado y colmado de honores allí por
donde predicaba.
El fin de los
tiempos era una época sobrecargada de tensión política y religiosa, en la que
muchos declaraban tener poderes sobrenaturales como resucitar a los muertos
A este período
extraño, de pura esquizofrenia, se lo conoce como el fin de los tiempos. La
región estaba rodeada de pueblos paganos, dominada por Roma y amenazada por los
partos de Mesopotamia. Era una época sobrecargada de tensión política y
religiosa, en la que mucha gente declaraba tener poderes sobrenaturales como
resucitar a los muertos y curar enfermedades, donde los fanáticos religiosos se
multiplicaban, predicando la cólera y el juicio divino, los estafadores y locos
se codeaban con los místicos más puros, y proliferaban los autoproclamados
mesías que competían con el líder del cristianismo, entre ellos Dositeo,
Menahem, o Teudas. Siendo Jesús el único que logró marcar el curso de la
historia y fundar un culto universal.
Sin embargo, de
todo lo que se cuenta de Simón el Mago, lo más interesante fue su gnosticismo,
un conjunto de corrientes filosófico-religiosas que fueron pensamiento de
prestigio entre los primeros intelectuales cristianos. Creían que la divinidad
estaba en el interior (“el reino de los cielos está dentro de nosotros”, Lucas
17), y aportaron a la literatura la mayor parte de los evangelios apócrifos, la
más hermosa. Aunque el gnosticismo sería declarado herético en el siglo II,
gracias a dichos pasajes podemos disfrutar de la frescura e inocencia del
cristianismo inicial, ajeno la represión a que sería sometido, más tarde por la
jerarquía eclesiástica.
El mito de Sophia
Simón escribió su
propia cosmología, elaboró uno de los primeros sistemas gnósticos, y de sus
enseñanzas floreció la religión del simonianismo, en el siglo II, tras su
muerte. Justino Mártir, uno de los primeros apologistas cristianos, y el obispo
Ireneo, el más importante adversario del gnosticismo del siglo II (en sus
Adversus Haereses) dan cuenta del mito femenino, cuando en el principio de los
tiempos Dios tuvo su primer pensamiento llamado Sophia.
Al adentrarnos en
la era cristiana se produce un cambio profundo. Sophia sufre una caída análoga
a la devaluación de lo femenino en nuestro mundo. La mujer y la Diosa fueron
perdiendo su autonomía e importancia prácticamente al mismo tiempo. Para los
gnósticos, la pérdida de Sofía es la pérdida de todos los valores femeninos,
representa la dominación del mundo por el principio masculino.
Para los gnósticos, la pérdida de Sofía es la
pérdida de todos los valores femeninos, representa la dominación del mundo por
el principio masculino
“Ninguna
formulación religiosa posterior ha sido tan inteligente y tranquilizadora como
la Diosa; y ningún dios varón, por muy Dios Padre que se haya erigido, ha
tenido ni tendrá jamás la capacidad de integración y de evocación mítica de la
Diosa”, señala el investigador Pepe Rodríguez en Dios nació mujer (2000), “por
eso, aun en religiones patriarcales, lo femenino ha perdurado agazapado bajo
diversos personajes divinizados, como es el caso de la virgen católica”, un
pálido reflejo de la antigua Sophia, oculta bajo varias capas, cuyos símbolos
son los mismos que identificaron a la gran Diosa paleolítica y neolítica. “No
en vano, Dios, su concepto, nació mujer”.
Las fuentes que dan
fe de la vida de Simón son las habituales para el conocimiento de esta corriente
de pensamiento: las patrísticas de Justino, Contra las Herejías de Ireneo,
Hipólito de Roma, el gran maestro Clemente de Alejandría, Los Apócrifos de
Pedro y Hechos de los Apóstoles. Si queremos saber sobre el Mago, no nos queda
más remedio que recurrir a ellos, por dudosos y contradictorios que sean. Ya
que, entre los siglos I al IV se estaban gestando unos textos que, fruto de
muchos compromisos y negociaciones, formarían parte del Nuevo Testamento, en el
año 367.
Simón el Mago
podría haber sido un apodo de Pablo de Tarso que, rechazado por la Iglesia
oficialista, cambió su nombre tras ser rehabilitado
Eruditos, desde el
teólogo Ferdinand Christian Baur al pastor Hermann Detering, han concluido que
Simón el Mago podría haber sido un apodo de Pablo de Tarso que, rechazado por
la Iglesia oficialista cambió su nombre tras ser rehabilitado. Incluso la
ortodoxia cristiana muestra al griego Marción de Sinope convertido al
cristianismo como seguidor de Simón el Mago, cuando el propio Marción nunca lo
menciona, identificándose a sí mismo como discípulo de Pablo.
La muerte de Simón
el Mago es un misterio. Sólo hay leyendas escritas por sus enemigos, como que,
en un intento de demostrar sus habilidades mágicas al emperador Nerón (54 - 68
d. C.), voló por los aires con ayuda de un conjuro, que fue roto por obra de
San Pedro, causando su caída y su muerte. Cuando posiblemente la más creíble
sea la menos fantástica, que murió de forma natural en algún lugar de
Antioquía.
“Cualquiera que sea
el fin real de Simón el Mago, no es en absoluto comparable a la muerte
mediática que le hizo sufrir la Iglesia en sus primeros días”, señaló el
investigador Christophe Bourseiller en su obra Los falsos mesías (1994). “De
sus tesis, no nos quedan más que exposiciones hostiles. De este modo paga,
desde hace dos mil años, su concepción herética del mundo, según la cual aquel
que viene de Dios es Dios”. Una débil fe que sobrevive dos mil años después en
algún lugar de Israel.
Del mismo modo que
una Diosa única reinó hace 30.000 a.C. y hasta bien entrado el siglo III a.C.,
hoy ya no cabe este Dios masculino en una sociedad industrializada que aspira a
la igualdad en su organización colectiva. Es posible que el lado femenino de
Dios vuelva con los cambios en las relaciones socioeconómicas que dominan el
mundo y, quizá, entonces, volvamos la vista hacia aquella Sophia que a Dios se
le perdió y que no existe más que en nuestro interior, donde siempre debió
estar “el reino de los cielos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario