LOS DOBLES SENTIDOS
DEL LENGUAJE
(http://www.diariodeavisos.com/content/179720/)
El cineasta canario Juan Carlos Falcón agradece la gran
acogida del público que ha tenido su primera película: LA CAJA
NANA GARCÍA
Santa Cruz
Jugar con
dobles sentidos en los productos cinematográficos hoy en día no es fácil. En
una época de desidia creativa en la que se presupone que ya todo está inventado
resulta grato encontrar trabajos como La
Caja (Ariete-Ariane Films, 2006). Esta primera incursión en el largometraje
del director Juan Carlos Falcón (Las Palmas de Gran Canaria, 1969) consigue
atrapar al espectador en una trama que ahonda en las experiencias humanas,
concretamente en la sensibilidad femenina en el ámbito privado.
Basado en la novela Nos dejaron el
muerto de Víctor Ramírez, Falcón traslada a la gran pantalla un relato
con identidad canaria aderezado con exquisitos diálogos que ayudan a comprender
la compleja situación social y anímica de los protagonistas de la historia al
mismo tiempo que cautivan al espectador.
No es de
extrañar entonces que La Caja fuera
galardonada con el Premio del Público a la Mejor Película en la última edición
del Festival Internacional de Cine de las Palmas de Gran Canaria, así como con
el favor de la crítica en la Seminci
de Valladolid el pasado año. El propio cineasta, acompañado por una de las
coprotagonistas, Elvira Mínguez (Valladolid, 1965), se acercaron el pasado
miércoles a una de las sesiones que proyecta los capitalinos Renoir Price para agradecer el apoyo del
público canario "dando vida a la película en Tenerife".
Falcón presentó la cinta a los espectadores como "una historia
nuestra, canaria, de mujeres, en clave de comedia con ciertos tintes
dramáticos". Una emotividad que no sería destacable sino por las
magníficas interpretaciones del reparto femenino: desde las consagradas Ángela
Molina, Elvira Mínguez, Antonia San Juan y María
Galiana, hasta las canarias Mª Carmen Sánchez y Petite Lorena
llenan de ternura el texto cinematográfico.
Ambientado en
un pequeño pueblo marinero canario en la década de los 60, este drama desemboca
en comedia negra, cercana al mejor cine italiano de los 50-60. Su director
expresó el miércoles que para todo el equipo de producción de la película
"ha sido un gusto contar una historia de acento canario y más aún
proyectarla al mundo desde aquí". Y es que La Caja tiene ya previsto su lanzamiento en la Península el próximo
mes de mayo.
Tras el estreno
en las salas comerciales del Archipiélago, muchos críticos han llegado a
comparar el trabajo del director grancanario con el estilo de Luis
García Berlanga (Valencia, 1921). Es destacable cómo, en este sentido,
Juan Carlos Falcón se acerca a Berlanga en la manera de satirizar con extrema
sencillez la difícil situación de grupos sociales desfavorecidos llegando la
compasión del público.
De esta manera Falcón consigue hacer creíble lo inverosímil a través de un
trabajo de interpretación coral. No en vano, ya en más de una ocasión ha
manifestado que de su trabajo lo que más le preocupa es la dirección de
actores. La película se centra en el velatorio de don Lucio. Su viuda Eloisa
(Ángela Molina) al no disponer de espacio en su minúscula casa, le pide a su
vecina Isabel (Elvira Mínguez) poder montar el velatorio en la suya. A partir
de este momento una serie de extraños sucesos alteran la vida de estos vecinos.
El fallecido resulta ser un vecino odiado por todos y, tras su muerte,
Benigna (Antonia San Juan) limpia por fin su honra, Doña Josefa (María Galiana)
puede dejar de rezar y Jorge (Vladimir Cruz) no tiene por qué seguir
escondiéndose. Aunque el difunto no gozaba de la simpatía de ninguno de ellos,
todos asistieron al velatorio, menos la viuda, a quien repentinamente le abren
la caja de oro en la que vivía.
Aunque la trama
se desarrolla alrededor del modesto patio que comparten las familias implicadas
en el velatorio, lo que menos llama la atención al espectador de esta película
son los espacios físicos. Falcón juega de esta manera con escasos espacios
escénicos tanto exteriores como interiores, aunque no distrae la atención del
que contempla la historia.
A pesar de la "simpleza" de su historia, La Caja esconde un ácido
libelo sociopolítico de la época que, a grandes rasgos, necesita ser adivinado
entre líneas.
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