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lunes, 22 de junio de 2020

VÍCTOR RAMÍREZ EN LA VOZ DE "EL EXTRANJERO"


VÍCTOR RAMÍREZ EN LA VOZ DE "EL EXTRANJERO"
POR CHEMA DE PAULA
                        "En el fondo no hay idea a la que uno no concluya por                        acostumbrarse" Albert Camus
No es Víctor Ramírez, sino el "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" el que me quiso enseñar su lectura. Es "EL EXTRANJERO" que le descubrí por casualidad a Albert Camus, cuando llegó a mis manos. Nada más.


La idea principal es la costumbre, la irrelevancia, el conformismo casi, la indiferencia y la magua entreverada al azar. Desde el "estar y no estar" canario hasta la pasividad inquebrantable de un personaje fuera de su lugar existencial y humno, sin interés, sin condiciones, vacío.

         La conexión es fácil e inútil, pero curiosa: desde las incursiones casi fuera de lugar (y por ello tan dentro al mismo tiempo) de frases de una factura poética y estética profunda, hasta determinadas similitudes del personaje protagonista de "EL ARRANQUE", parte segunda (aunque son dos "cuentos" totalmente independientes, que se aunaron en la edición príncipe bajo el título del primero, de "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA") del libro de Víctor Ramírez, y el personaje en torno al cual suceden los hechos en "EL EXTRANJERO".


Pero sólo vale el ejemplo, la materialización de todo, aunque sean impresiones aparentemente mudas, y apremia una aclaración de conceptos (o enturbiamento en su defecto) para dar validez a la idea.

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Víctor Ramírez denuncia. Desde el medio en el que se desenvuelve en La Ciudad de 1971, hasta los barrios risqueros de la marginalidad actual. Ofrece los hechos, los describe y atormenta para darles el realismo suficiente.
        
Ataca indirectamente, cercano a la literatura literatura testimonial, siéndola quizá. ["Quizá" no, siéndola y punto. Que a veces da miedo decir cosas que rocen la incorrección académica, o sin saber de dónde vienen las campanas con exactitud. No importa. La corrección significará la lectura; buena cosa].

En este punto aparece un acercamiento al testimonio casi ajeno al que le imprime Camus a su obra, que trasmite el seño Meursault ("el extranjero") en sus palabras, en sus frases cortas que se alargan a medida que los acontecimientos pasan: más como una tarde que se muere lentamente, que como un entramado léxico que va profundizándose. Todo son caminos tomados desde el planteamiento existencial.

Mostrar la incomunicación conlleva, a veces, a buscar el abrazo dulce de una interlocución. Si mostrar la violencia como denuncia de la misma puede invitar a cometerla (pensemos más en el cine que en la literatura), obras que denuncien el hastío, la socarronería y la repetida indiferencia ante la propia vida, como son "CADA CUAL..." y "EL EXTRANJERO", obligan a la reflexión y al cambio desde el malestar creado.

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No hay otra salida. Blasín, borracho, y otro personaje sin nombre (quizá el mismo), borracho también, ejes del primer fragmento del libro de Ramírez, hablan hacia adentro, después de descubrirse cómplices de lo mismo en un bar fundido, como tres de sus bombillas:

"Había dos hombres apoyados contra el mostrador, dos hombres que se hubieron mirado por unos momentos a los ojos cuajados, como si hurgaran recíprocamente en las pupilas del otro, borrachos, y buscando consuelo cómplice, entibiados sus corazones, asegurándose que sí, que tú también eres hombre, igual que yo, pues tu mirada es un pozo de interrogantes y de amarguras pardas, desvaías ahora, un pozo sin fondo visible, donde cabe todo (...)".

Y en este diálogo el lector es protagonista (desde el momento en que "escucha" en un estilo directo los soliloquios que quedan separados en el propio libro por fragmentos que se alteran), participa y aprende, escuchando, indentificándose con el posible error. Desde su aceptación, se puede y debe producir la catarsis y, más importante, la conciencia del cambio.

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Pero me falta algo, obvio: el libro "en su primera parte" narra tres historias diferentes, entrelazadas en el diálogo sordo de dos hombres que, borrachos, se apoyan en su vaso de ron para desangrar sus avatares con la vida.

Sin avisar, con el espacio en blanco como preludio, se alternan el encuentro de dos borrachos tristes, el drama de Blasín con su madre, deshonrada, y el amor "a lo camello" que siente un hombre (con sus celos) hacia su prometida, conformando una conversación peculiar, de soliloquios distraídos e intrusiones en los caracteres más arcaicos y tradicionales, mostrando la soledad abrumadora que, en alguna medida, todos tenemos incrustada.

***

La segunda parte del libro -el relato titulado "EL ARRANQUE"- es más indagadora en el interior y en lo social. Más unideraccional y clara: un hombre, abrumado por una enfermedad, al parecer crónica, que le hace detesar el olor de la mujer, se plantea su propia condición masculina.

Sin saber cómo salir de semejante atolladero, tras varios fracasos por deshacer su virginidad (tapona su nariz con algodones para acercarse a las mujeres, sin poder superar su aroma; vomita sobre el cuerpo desnudo de una mujer justo en la cama; y cuando cree encontrar a una fémina cuyo olor no le repele, resulta que es un travestí que le roba), se decide regalar por las buenas su apartamento a una familia que ha sido desahuciada.

Ése será el arranque, el salto enorme desde la indiferencia al acto, aunque indiferente también e infructuoso del todo, ya que esa familia no se adecúa al entorno, o el entorno, mejor, no se adecúa a ellos; los niños destripan ratas en la escalera, la hermana trae allí hombres para prostituirse y, menos admisible, el padre de familia va vendiendo los muebles para costearse una prostituta y acabará por vender, por lo mismo, el propio inmueble, volviendo a la miseria.

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A la par, en esta obra de Ramírez se desgranan un sinfín de imágenes que gritan una ternura poética inteligente, que sabe incrustar en el momento adecuado:
         "La oscuridad era su voz llamándome y los guijarros que me hacían tropezar"..."(...) contemplaba (...) al día que, fuera, intangible, se deshilacha como una soga de colorines mal usada; y continúa diciendo: pero vayamos al principio."

Y es, en cierto sentido, este mostrar poéticamente para después volver al principio y retomar la narración, lo que caracteriza la obra de Albert Camus, como si la belleza descriptiva de la playas argelinas fuese un elemento más, desconectado y aislado como la sociedad descrita y denunciada y, en cierta manera también, respondiendo a una naturaleza perdida y sufrida: "Sobre la arena el mar jadeaba con la respiración rápida y ahogada de las olas pequeñas".

Por encima, y por donde quiera que se mire, EL EXTRANJERO es un hombre, una persona ajena al entorno, desterrado alguna vez de donde estuvo. Es indiferente y acata todo cuanto viene con una cotidianidad que asombra: a la muerte de su madre le acompaña su sentir molesto por el viaje hacia el asilo; a la proposición de matrimonio de María responde que le es "indiferente", que "si quiere, sí" y que "si se lo pidiese otra mujer a la que estuviera ligado de la misma manera, le respondería naturalmente que también"; el asesinato que comete le da como causa el calor y el sol, que le hicieron ceder ante el gatillo; y ante la cárcel y la pena de muerte refuerza su filosofía mantenida: "me abría por primera vez a la tierna indiferencia del mundo".

Entretanto Camus, en el año de la muerte de Miguel Hernández, describe un mundo donde los valores han desaparecido sin dar aviso, personalizado en un hombre solo, ajeno, extraño, extranjero del Argel que tiene a sus pies, extranjero de todo.

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         Pero (de nuevo) me quiero centrar en Don Víctor y su libro; y si resumo EL EXTRANJERO de Camus, es para facilitar la comparación, pequeña, que se puede hacer.

La obra de Víctor Ramírez (EL ARRANQUE) responde a una serie de monólogos interiores, que agilizan y pierden al lector, que le hacen pensar en la posibilidad de ser el oyente o no ser nadie.

No es invento, ni es copia. Es una manera de expresión, utilizada ya en América, en Europa y en Canarias. Y "CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA" y "EL ARRANQUE" lo asimilan.

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Estos dos relatos que informan el libro coinciden en tiempo de creación (1971) y en idea, aunque sus temáticas sean bien distinta y sus respectivos momentos temporales sean algo dispares. Parece, bien por los lugares de acción (apartamento en lugar de casa, oficina de trabajo en lugar de bar...), bien por la mentalidad de los protagonistas, más actual en el segundo de los relatos.

Es en éste donde las semejanzas con EL EXTRANJERO se acentúan. El protagonista es víctima de las circunstancias, desde su enfermedad de no poder soportar el olor de las mujeres, hasta las opiniones de sus compañeros de trabajo, que le llevarán a dudar de su condición varonil (y humana).

Pero todo sucede. Él parece admitirlo con suma tranquilidad. Obviamente el señor Meursault (El "extranjero") está más entregado a los hechos, más indiferente: "Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: "Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas dolencias". Pero no quiere decir nada. Quizás haya sido ayer."

Y, obviamente, la "enfermedad" de Meursault (pena de muerte) es algo más grave; pero son los hechos que uno y otro sabrán llevar hasta el fin de sus días, "adecuándose". Y es que a la frase que encabeza este "artículo" es clave, y encuentra su igual en una sentencia que Víctor Ramírez hace (deja) pensar a su personaje central: "Porque todos se acostumbran a todo, hasta lo último".

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En cierta manera, me habrán corregido, "Camús" es culpable de la pena que sufre: se ha dejado llevar por irrelevancias y ha asesinado a una persona porque "el sudor amontonado en sus cejas corrió de golpe sobre mis párpados y los recubrió con un velo tibio y espeso". Es decir la causa exacta de que matara a un moro que persigue a un compañero suyo fue el sol que se reflejó en su cara en una playa larga y calurosa.

Por otro lado, Ramírez aguanta lo que le toca, "arrastra su sombra" y punto; porque, si no, nadie lo va a hacer. Es más una filosofía de llenar huecos que la filosofía del vacío camusiana.

Aunque ambas filosofías coinciden en el INDIVIDUALISMO. Sirvan como ejemplo las palabras del padre de familia pobre y, por qué no decirlo, borracho y cabrón ante el Ramírez de EL ARRANQUE, que le ofrece, sin más preámbulo, su apartamento:

"(...) usted verá mi recelo, más estando el mundo como está, cada quisque jalando el rábano para su plato y jeríngase el pobre".

         Lo curioso es que el protagonista se disculpa por haber dado su vivienda a personas más necesitadas, en un sentimiento de inferioridad quizá, ante la mirada de su jefe: "le tuve que explicar mi altruista gesto con la mayor sensación de culpabilidad que imaginarse pueda".

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La curiosidad coincide en Camus. Meursault pide dos días de licencia para ir a velar a su madre, y frente a la insatisfecha mirada de su patrón se siente incómodo: "No es culpa mía". Luego se arrepiente por haberlo dicho. Encima.

Con la muerte de su madre, Meursault saca a la luz del lector una frase extraña, pero clara: "Todos los seres normales habían deseado más o menos la muerte de aquellos a quienes amaban". Lo cual entraña una dificultad de análisis que no me apetece afrontar; la dejo ahí, por quien la quiera, la necesite o la piense.

Y voy terminando, con la paciencia necesaria para retomar alguna cosa y apuntar otra: el monólogo interior de EL ARRANQUE, que nos hace, si queremos, ser la pareja (emulando a Blasín y compañía, de CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA, en la barra de un bar) de incomunicación (¿comunicación?) que precisa en sus argumentos:

"Admito con usted que"..., "Ni le pase por la cabeza"..., "No sé si me explico con claridad; ¿sí?, ¿me comprendo? Bueno, sigamos"), llegando hasta a haber dos voces distintas ("¡Compraste las revistas al del furgón!" Compramos, dirás. Lo que sea. ¿Y qué?; también desayunamos y dormimos. No te entiendo. Es lo mejor, que no nos entendamos.":

los constantes usos de términos propios de nuestro entorno tradicional (que nos acerca a nuestra tierra, que no nos aleja de Ella); el apunte agrio, amargo, de nuestra condición geográfica (¿solamente?) pequeña: "¿(...) todo lo que concierna a mi patria chica? Eso: chica. ¿No respondes? Sí: chica" y mil cosas que nos demuestran, sí, NOS, ¿te enteras? (es broma) (o no), que Víctor Ramírez es valioso, sin más.

Porque me ha llevado a hablar "sobre él". Porque ha hablado DE NOSOTROS. Porque... Y mejor olvidemos el diluvio universal como solución a todo lo absurdo y tedioso de nuestra existencia, como "arranque" surrealista de la naturaleza, aunque, ciertamente y bien pensado, "entonces sí que la Tierra sería un paraíso".

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