JM AIZPURUA
Hoy la trifacciosa
lo tiene claro; golpismo.
La política es un
arte de superar al contrario con tácticas inteligentes que hagan moverse al
ciudadano a las urnas en tu favor. Aquí, las trillizas han perdido toda posibilidad,
pues no convencen a nadie a cacerolazo limpio, ruido que no alcanza a ocultar
sus intenciones.
Es muy duro
atravesar el desierto cuatrienal entre elecciones, sin los cargos, los cazos,
las recomendaciones a la cuñada, las invitaciones de comedor y posada, y los
focos de la prensa con vitola de triunfador. Pero, ese, es el triste sino del
perdedor en democracia y hoy la trinitaria no está dispuesta a transitarlo.
Quiere atajar con el golpismo blando.
Por eso ignora que
está en el Sistema 78, democrático y europeo, electoral, y que para llegar a ello
hubo una amnistía oficial del Régimen Franquista, para los practicantes de
lucha armada (ETA y FRAP) y para los fascistas que actuaban en bandas
parapoliciales. Se hizo una Constitución para ir tirando, potenciada por los
mismos franquistas y por los opositores que encontraron acomodo en sus
poltronas.
Venir ahora con el
FRAP o ETA (antes del 78) es ignorar la Transición, sus pactos, y su
“espíritu”. Aquello fue complicado, injusto, contra natura, pero resultó
apropiado para tirar para adelante sin revanchas incontrolables.
Hubo un error
estratégico en ETA y reanudó la lucha armada sin querer entender, ya en el 78,
que las reglas cambiaron de dictadura a democracia. Eran “los mismos”, pero con
nuevas reglas.
Esto, y lo del 3% y
tantas otras cosas, lo saben perfectamente la marquesa y sus colegas, pero se
han situado en un golpismo cacerolista ante la conciencia de que, por vía
electoral, en urnas, sus principios serán siempre derrotados por una mayoría de
coaliciones que soportaron y soportan la idea de igualdad social y territorial,
para emprender una nueva ruta por el mundo.
Su vieja cantinela
de Una Grande y Libre, ya no se sostiene, y su pasado esclavista, genocida, y
dictatorial, pesa tanto que la hunde sin remisión. Son una copia de los
supremacistas blancos, pero ni ellos los reconocen porque son una realidad
demasiado mestiza donde ya no quedan “castellanos viejos” de sangre católica.
Hoy en EE. UU. los llaman latinos.
La Península Ibérica,
no española, es algo políticamente por
hacer, y ultramar es algo que enmendar pues fue mal hecho. Hay que devolver su
africanidad a Ceuta y Melilla, su descolonización valiente al Sahara, y abrir
el melón canario, con la devolución de su historia y dignidad nacional.
La prepotencia
castellana españolista, goda perdida, no es ya la fórmula adecuada a la
realidad sociológica del Estado, donde desde unos presupuestos únicos, no puede
administrarse a la diversidad. Y desde Madrid no puede administrarse playa
Camisón, entre otras cosas, porque en Madrid no tienen playa; vaya, vaya,
Esto no funciona;
yo soy el primero en reconocerlo. Pero el golpismo lo estropea más. No hay otro
camino que darle otra vuelta a la Constitución, y seguir adelante por el camino
democrático, respetando que hay muchas formas de pensar y actuar, y es en el
acuerdo el punto de arranque para llegar a metas que hoy parecen imposibles,
pero que llegarán inexorablemente. Pongámoselo fácil y surja una derecha
democrática y respetuosa, que no llame Leyenda Negra a la Memoria Histórica.
Las lacras que dejó
la Historia, al confundir la Castilla Imperial, con el imaginario España,
conjunto de territorios por las armas anexados y menguante en el despertar de
sus naciones, han prescrito en este siglo XXI europeo. Resucitarlas, es el mito
de la eterna juventud.
EE. UU. acabó con
el Imperio español, y reconvertido en un Estado, no ha sabido ocupar un lugar
modesto que le correspondería, y a causa del empecinamiento de su casta o
Poderes Fácticos que mantienen intactos sus principios, religiosos, clasistas,
represivos, ha sido imposible sumarse a Europa en sus progresos éticos y su
Estado de Bienestar.
Convertido en un
lugar de millonarios y camareros precarios, con su PIB empeñado, no hay futuro
popular, lo cual a la casta le trae sin cuidado pues con sus patrimonios en
paraísos fiscales su futuro estará siempre asegurado.
Una derecha no
millonaria, debe dejar de tocar la cacerola y pensar en sus hijos y nietos.
Hay que darle otra vuelta a la Constitución, consensuarla y refrendarla.
Pero para aclarar
el futuro, no para embarcarnos en la enésima bronca.
Caperucita Roja
debe ir a casa de Cacerolita Azul, tomarse un chocolate con churros y dejar de
dar el coñazo a la Historia.
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