martes, 2 de junio de 2020

NN....8(CONTINUARÁ)


NN....8(CONTINUARÁ)
DUNIA SANCHEZ


8
Nos miraba de reojo, avisando que nos metiéramos en nuestro cuarto. Un cuarto pequeño compartido por cuatro hermanos. No, no conocíamos las diferencias. Solo yo, la mayor. Una de aquellas gentes desconocidas en la palabra limpiaba descalza el pasillo. Mi madre decía que eso no era asear, que no era condición de gente pulcra. Solo su olor a pescado queda en mis recuerdos. Su marido, siempre traía pescado, como tal era su profesión. Será por ello que me da repele las pescaderías de los mercados. De rodillas, aquella mujer limpiaba y limpiaba con sus pies desnudos. No quería que nos relacionáramos con ellos, quería que nuestro surcar por la vida fuera lo mejor, o pensásemos que era lo mejor. Se desbarataba en ausentarnos y yo lo percibía.


 Percibía, su creencia en otra forma de vivir. Un vivir en el que no nos faltara de nada. Para ello era su sacrificio y el de padre. Sin embargo crecer a lo largo de este río de la vida su grito recóndito se ha extendidos y aquí estamos, cada uno con su trabajo, cada uno con sus cosas. Aun así, en el hoy hay un pizco de pena. La pena de no darnos cuenta entonces y poder auxiliarla. Me pongo el albornoz, blanco…muy blanco y me siento frente a mi piano, tarareo sus canciones para luego mis yemas de manera sutil sumergirse en el silencio, en la sonoridad…en la sonoridad y silencio del piano. Me inspiro en un poema de no sé qué y me dejo ir. Tocan el timbre del portero pero me evado, dejo que suene…será el cartero, eso pienso en estos instantes que se me hacen eternos aunque sean muy cortos. Me levanto, abro sin preguntar, oigo las pisadas que se aproximan por las escaleras hasta mi piso, oigo las pisadas que se aproximan por el pasillo hasta mi puerta, oigo un el timbre de la puerta y me voy hacia ella. Abro, un paquete de no sé quien, firmo y lo dejo en la mesilla del salón. La tristeza me desespera, me hace cobarde. El cartero tenía mascarilla deprimiéndome todo este tema de la epidemia. Me siento de nuevo frente al piano, chillidos vienen a mí, de alegría. Es la mujer del marinero que está fregando el piso del pasillo de las habitaciones, descalza. Madre está tirante y ello si lo noto. La escucho conversar con padre, una charla donde la furia de su carácter parece explosionar y diseminarse por cada recoveco de esa casa. Esa casa que no es nuestra…CONTINUARÁ

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