NN....8(CONTINUARÁ)
DUNIA SANCHEZ
8
Nos miraba de
reojo, avisando que nos metiéramos en nuestro cuarto. Un cuarto pequeño
compartido por cuatro hermanos. No, no conocíamos las diferencias. Solo yo, la
mayor. Una de aquellas gentes desconocidas en la palabra limpiaba descalza el
pasillo. Mi madre decía que eso no era asear, que no era condición de gente
pulcra. Solo su olor a pescado queda en mis recuerdos. Su marido, siempre traía
pescado, como tal era su profesión. Será por ello que me da repele las
pescaderías de los mercados. De rodillas, aquella mujer limpiaba y limpiaba con
sus pies desnudos. No quería que nos relacionáramos con ellos, quería que
nuestro surcar por la vida fuera lo mejor, o pensásemos que era lo mejor. Se
desbarataba en ausentarnos y yo lo percibía.
Percibía, su creencia en otra
forma de vivir. Un vivir en el que no nos faltara de nada. Para ello era su
sacrificio y el de padre. Sin embargo crecer a lo largo de este río de la vida
su grito recóndito se ha extendidos y aquí estamos, cada uno con su trabajo,
cada uno con sus cosas. Aun así, en el hoy hay un pizco de pena. La pena de no
darnos cuenta entonces y poder auxiliarla. Me pongo el albornoz, blanco…muy
blanco y me siento frente a mi piano, tarareo sus canciones para luego mis
yemas de manera sutil sumergirse en el silencio, en la sonoridad…en la
sonoridad y silencio del piano. Me inspiro en un poema de no sé qué y me dejo
ir. Tocan el timbre del portero pero me evado, dejo que suene…será el cartero,
eso pienso en estos instantes que se me hacen eternos aunque sean muy cortos.
Me levanto, abro sin preguntar, oigo las pisadas que se aproximan por las
escaleras hasta mi piso, oigo las pisadas que se aproximan por el pasillo hasta
mi puerta, oigo un el timbre de la puerta y me voy hacia ella. Abro, un paquete
de no sé quien, firmo y lo dejo en la mesilla del salón. La tristeza me
desespera, me hace cobarde. El cartero tenía mascarilla deprimiéndome todo este
tema de la epidemia. Me siento de nuevo frente al piano, chillidos vienen a mí,
de alegría. Es la mujer del marinero que está fregando el piso del pasillo de
las habitaciones, descalza. Madre está tirante y ello si lo noto. La escucho
conversar con padre, una charla donde la furia de su carácter parece
explosionar y diseminarse por cada recoveco de esa casa. Esa casa que no es
nuestra…CONTINUARÁ
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