INMERSIÓN
Un cuento
José Rivero Vivas
Tenerife
Islas Canarias
Marzo de 2020
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José Rivero Vivas
INMERSIÓN
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Al ingenuo Evelio se le ha ocurrido dejar por escrito su
impresión de estos días en que el esplendor solar parece haber abandonado las Islas,
mientras sus habitantes han quedado sumidos en plena oscuridad, por presumible
causa de un bicho, de porte microscópico, contra el que no pueden los Poderosos
de la Tierra. Y soberano subraya:
Gracias al papel me he salvado de quedar dormido, en plena
charla de este buen hombre, que cree tener algo que decir y va por todas partes
ofreciendo su conferencia acerca de las buenas obras, deriva de sus ínfulas
mediáticas, difundidas en redes sociales y otros utensilios de cocina malabar.
Embebecido en su sonsonete, el lector olvida qué fórmula dispensar a los demás,
pese a justificar su lapso, atribuyendo la desmejora económica al halo luminoso,
que inunda la noche, en su mágico encuentro con las fosforescentes luciérnagas
y las etéreas hadas.
Dejó de escribir Evelio, y puso atención a la palabra de don
Corviniano, de pie, junto al pupitre, donde ensayaba su mejor oratoria sobre
las fases siguientes a la terrible congoja, que asola al Archipiélago en días
memorables de infortunio, tras la extremada clausura que a todos balda.
La vida, arguyó el tribuno, es cual se presenta; de aquí que
resulte una sandez tratar de eludir su impronta. Tanto así que, obviar su
influencia supone ignorar el factor contrario, lo cual equivale a renuncia de
sí mismo, en detrimento del colirio indispensable para alivio de sus ojos,
enrojecidos por el inaudito esfuerzo realizado durante largas horas de
indiscriminada y hasta jugosa lectura. Por lo cual, imponderable en su
concierto, suele el inquieto viajar a distancia, en pos de información respecto
de cuánto atributo luce depravado quien da excusas acerca del rancio vaticinio
de inconsolable desdicha, ocasionada por un cuerpo desconocido, enviado tal vez
del espacio exterior.
Sin embargo, rumia Evelio, incontinente en su letanía, causan
sus palabras ebriedad en el público, que libre ha venido, sin sospecha alguna
de su incongruente martirio.
A don Corviniano acompaña doña Estela, célebre autriz de vidas
de Alzados Guanches, de quienes admira su esbeltez masculina, y otras dotes que
de suyo supone. Don Corviniano tiraba los tejos a doña Estela, fina y recatada,
de serena belleza, aunque firme en sus convicciones. Así, respecto de Inmersión Rediviva Canaria, manifiesta:
-Cuando el relato prevalece en la ignorancia colectiva de la
realidad pretérita, y aun presente, de todas y cada una de las Islas, se ha de
construir, primero, una versión verídica, al margen de idealización y fábula
–exenta de nociva desvirtuación y de orientación aviesa-, en loor de
preeminente ilustración acerca de su origen y su devenir en el tiempo. Huelga,
pues, insistir sobre el planteamiento de una ideología, acorde con la época,
cuya genuina representación sería IRC.
Evelio, reflexivo en su aparte, muestra acerbo desencanto, tras
haber concebido que la sigla comprende neto significado político, emparentada
al sesgo con una formación de ultramar.
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Absorto en su meditación,
Evelio intenta dilucidar esta Inmersión
Rediviva, con objeto de exponer al mundo cuánto existe de positivo, y aun contradictorio,
en el Conjunto Insular. Claro es que, el hecho implica distanciarse de lo
previamente asimilado, y, cual se infiere del dictamen oficial, adaptarse a posterior
resolución de transferible identidad, supeditada al arbitrio del Mando Supremo,
que en absoluto es Único ni mucho menos Prevaleciente.
Dubitativo y juicioso, se sacude de pronto su embeleso, y, un
tanto alterado, regresa a la realidad de este prolongado encierro, decretado
como útil método defensivo contra la agresividad de ese confiscado virus, engolosinado
al parecer con el género humano, en su estado decrépito y de acusada debilidad.
Más tarde se verá hacia qué sector de la población habrá de dirigir la odiosa
ponzoña de su dardo.
Algo repuesto en su duermevela, muestra al fin el motivo de su
abulia, y mustio se hunde en la habitual melancolía, que lo consterna y aplana.
Haber visto, en franja permisible, a don Corviniano ir del brazo con doña
Estela, de quien sigue prendado, pese al tiempo transcurrido, le dio un vuelco
el corazón, y, a punto estuvo de caer sobre el enlosado de la degradante
vivienda, recién erigida en imperiosa rémora celular.
Evelio, no obstante, es consciente de que la proximidad a Estela
-de quien está enamorado desde que a distancia la seguía al Colegio-, nunca fue
posible por causa de su esfera social, para él inalcanzable. Algunos años después,
tierna ella todavía, vio que se casaba con don Corviniano, abogado o cirujano,
no sabía especificar; aunque intuyó que su empleo comportaba abultada
retribución.
Pese al conato de esperanza, tras los datos facilitados, según
estadística estatal, continuará la duda, como arma arrojadiza contra el
adversario. Ello provoca en el ciudadano deseos de fruir también cuanto bien
exhibe insolente el televisor; de lo cual se desprende que, en caso de callejera
trifulca, habrá de sorprender el vacío entorno, conforme opina la juventud, teóricamente
preparada para tutelar el mundo, merced al coordinado y concienzudo estudio,
además de la excelencia en la opción nutricia disfrutada.
Se despereza Evelio, tose un rato su espasmo, y acaba por
desechar su intempestivo barrunto. Centrado al fin en la visión que su mente
perturba, el insomnio hace mella en su ser y agudiza su condición depresiva. Como
insólita consecuencia, pasa la noche entera emborronando cuartillas, ocupado su
tino en fútil quehacer, tras haber invertido meses, semanas, días, en persistente
confinamiento -a voluntad asumido-, sufriendo la pena negra y la injuria de
sórdida desidia, que en la actualidad desborda el inhóspito lugar, de mísera residencia,
para suplicio y escarnio de ancianos desvalidos.
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José Rivero Vivas
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José Rivero Vivas
Tenerife
Islas
Canarias
Mayo
de 2020
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