PUIGDEMONT IMITA AL COYOTE
DAVID TORRES
El
president Carles Puigdemont y el vicepresident Oriol Junqueras en el Parlament
de Catalunya / XAVI HERREROPuigdemont elude responder a Rajoy si declaró la
independencia o no y ofrece un margen de dos meses para negociar El presidente
de la Generalitat, Carles Puigdemont, acompañado por la alcaldesa de Barcelona,
Ada Colau y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, coloca unas flores en
el lugar donde Lluis Companys fue fusilado. | EFEDIRECTO | El Gobierno no
considera válida la respuesta de Puigdemont Carles Puigdemont este domingo,
durante el homenaje al presidente de la Generalitat de la república, Lluís
Companys. REUTERS/Ivan AlvaradoEl abismo del Estado ante la histórica respuesta
de Puigdemont Varias personas observan un incendio en Chandebrito. | LAVANDEIRA
JR. (EFE)Los incendios en Galicia dejan tres muertos Trabajadores de las BriF
(brigada de refuerzo) colaborando en la extinción de los incendios de Asturias,
Galicia y León. / BriFAl menos 31 incendios activos en Asturias y una veintena
de desalojados
OCTUBRE
16, 2017
Muchos
catalanes se preguntan si la república que se declaró el martes en el Parlament
sigue vigente o si duró sólo ocho segundos y pico. Es difícil decirlo. Al día
siguiente, desde Madrid, Mariano replicó que él tampoco había entendido muy
bien a Puigdemont, y eso que Mariano es experto en trabalenguas, retruécanos,
paradojas y sandeces. Si al menos Puigdemont hubiera dicho: “Es el catalán el
que elige la independencia y es la independencia la que quiere que sean los
catalanes independientes”, no cabría la menor duda. Pero entre la traducción
simultánea y los subtítulos, la verdad, no había manera de aclararse.
La
respuesta meridiana que le exige Mariano a Puigdemont tiene un eco al careo
entre Tom Cruise y Jack Nicholson en el juicio de Algunos hombres buenos.
“Señor president, ¿ordenó usted el código rojo?” Para medio mundo, el que
miraba por las pantallas de televisión en esos históricos momentos, daba la
impresión de que Puigdemont había dado un paso al frente y dos pasos atrás. Se
trata de una forma extraña de avanzar hacia la independencia, pero incluso a
ese ritmo se han llevado muchos Cristos y muchas vírgenes hasta la capilla. El
procés reconvertido en procesión ha ido saltando del referéndum a la huelga
como los electrones por la órbita de los átomos, camino de la república
cuántica catalana, una república que es y no es a la vez. Una perspectiva
demasiado emocionante para los grandes bancos y ciertas empresas.
A
Puigdemont le han exigido lo más difícil que se le puede exigir a un político:
una definición. Ahí está el PSOE, que lleva más de tres décadas oscilando entre
la izquierda y la derecha. O Pedro Sánchez, que ahora tiene que elegir entre
estrechar la mano de Mariano en señal de amistad o arrodillarse y besársela en
señal de sumisión. Puigdemont tiene de plazo hasta las diez de esta mañana para
intentar desactivar la aplicación del artículo 155, porque Mariano piensa
apretar el botón a pesar de su paciencia proverbial. Es una reedición de la
comparecencia del martes pasado en el Parlament pero sin margen para el
retraso. Como en las películas, un reloj digital va acercando los segundos al
momento de la explosión mientras Puigdemont suda la gota gorda con las tijeras
en las manos. Corta el cable azul, corta el blanco, corta el verde, le gritan
desde Madrid, desde Barcelona, desde la CUP y desde su casa. Es inútil porque
todos los cables son del mismo color: rojigualda.
De
manera que el país entero está ahí, conteniendo la respiración, aunque a lo
mejor son dos países, uno monárquico y otro republicano, sólo que no nos hemos
dado cuenta aún. La tensión ha contagiado hasta el clima atmosférico, que sigue
instalado en un verano eterno, sin una gota de agua desde hace semanas, aunque
se prevén grandes chubascos en cuestión de horas. En cualquier momento podría
declararse el otoño. Mientras tanto Puigdemont sigue desafiando la ley de la gravedad,
corriendo cuando hace tiempo que se le ha acabado el suelo bajo los pies, lo
mismo que el Coyote más allá del precipicio, un momento antes de mirar hacia el
abismo e iniciar la caída.
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