QUÉ PEDAZO DE REY
ANÍBAL MALVAR
A
veces resulta curioso comparar las versiones web y papel de nuestros periódicos
tradicionales. Hoy mismo, El Mundo publica un estupendo reportaje de Emilia
Landaluce sobre la visión que tiene la prensa extranjera del contradiós catalán
y de sus actores. En el papiro, quizá siempre acomodado a un público más
conservador, el titular es tan aburrido que casi no llegas a leerlo entero: La
tardía y difícil lucha contra la propaganda catalana en el exterior. Sin
embargo, destacado en la web al lado del discurso de nuestro rey no emérito, se
alegra uno la vista con el titular modernuqui del mismo repor: Los medios
extranjeros: ‘Moncloa solo nos convoca para hablar de los Reyes Católicos’.
Conociendo su propensión al elegante gamberrismo, estoy casi convencido de que
el titular web es de Landaluce y el de papel fue redactado por algún gris
palafrenero del staff.
Lo
cierto es que el reportaje radiografía con certeza no solo las políticas de
comunicación de las autoridades catalanas y españolas en los medios
extranjeros, sino que deviene en retrato de un país que, entre otros tics
franquistas, conserva una mezcla de miedo, resquemor y desprecio hacia la
visión que damos fuera. Los herederos de aquello lo que desearían es que España
no diera ningún pie a ninguna visión.
No
solo es el presidente Mariano el que despacha en rueda de prensa con un
manotazo las preguntas en inglés. Según nos cuenta Landaluce, también la
vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría es alérgica a la prensa extranjera y
no concede entrevistas. Lo de Moncloa ya es de risa. Los periodistas foráneos
ya han renunciado a intentarlo más: “Voy a las ruedas de prensa, pero prefiero
hablar directamente con gente de ministerios. De Moncloa no se saca nada en
claro, sólo me meten el rollo de los Reyes Católicos”, señala un corresponsal.
Y otro yo creo que clava las razones profundas del gobierno para eludirlos: “En
la mayoría de las ocasiones sólo nos hablan off the record, por lo que no
podemos publicar nada. El Gobierno de España es muy pasivo. Me parece que es
porque lo que publicamos los medios les da igual; piensan que tienen suficiente
con el apoyo de los Estados. La opinión pública se la trae al fresco”.
Claro.
Nuestros gobernantes están incómodos con unos periodistas a los que no pueden
despreciar con la misma displicencia con la que nos desprecian aquí, amparados,
los políticos del PP, por la ya unánime connivencia de las direcciones de todos
los grandes medios tradicionales. A The New York Times no le puede responder
Rajoy en una entrevista con su mítico “lo de Cataluña, ya tal”. Entre otras
razones, porque el trampitán mariano es difícil de traducir incluso al español.
Con esta política de comunicación, no es de extrañar que para la prensa foránea
la marca España sea sinónimo de marca por golpe de porra. Y que la Guardia
Civil sea calificada en The New Yorker de “policía paramilitar”.
El
discurso del rey
Está
caliente con los catalanes nuestro rey no emérito, Felipe VI El Preparao. Se
conoce que la palabra república, que tanto traen estos días el mistral y la
tramontana desde el noreste, lo enerva, lo urticariza, lo calienta y lo lleva a
salirse de su papel neutral, siquiera arbitral, cada vez que le ponen un
micrófono delante. Sucedió una vez más esta semana en la gala de los premios
Princesa de Asturias.
El
galardón a la concordia se lo otorgaron al Tratado de Roma, germen de la UE que
cumple 60 años. Nuestro rey, en su discurso, señaló que este tratado “ha hecho
posible el periodo más largo de paz de la Europa moderna”. Como preparao, esta
vez Felipe VI dejó mucho que desear. Olvidando, por ejemplo, la guerra de la ex
Yugoslavia. O las contiendas que distintos países europeos siguen promoviendo
por todo el orbe mundo, tanto vendiendo armas como enviando tropas a los
paisajes petroleros. Suspenso en Historia. O en honestidad.
En
ABC, la intensidad de las genuflexiones editoriales hacia el monarca y sus
premios ha tenido que dejar algo cojo a Bieto Rubido, que ya no está en edad de
tanta gimnasia. Para el torcuatiano diario, los premios representan “la férrea
defensa de los profundos valores morales y democráticos”. Que llevan el nombre
–se olvida a veces– de los herederos del antidemocrático monarca elegido por
Franco. Otra cosa sería si votáramos un día al rey, pero no nos dejan. Quizá
porque, si exigiéramos primarias, se presentaba Froilán y ganaba de largo. Es
más de estos tiempos.
Tampoco
las rodillas de Francisco Marhuenda tienen que estar hoy muy en su sitio:
“palabras diáfanas, firmes y directas”, “discurso memorable”, “su augusto papel
de Jefe del Estado”. De tanto untarle melaza prosística al pobre rey, se lo van
a acabar comiendo las hormigas de los jardines de Zarzuela. Una última
pregunta: ¿estáis seguros de que esto ya es el siglo XXI?
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