EL GENIO DE LA NO POLÍTICA
Rajoy nunca va a sentarse a
dialogar, porque dialogar es un acto político y él no está aquí para esos líos,
sino para seguir flotando con elegancia de bailarín y eficacia de matador en el
área
No
hay otro como él. Nadie gestiona el vacío como lo hace el presidente del
Gobierno. Hay que reconocerlo. El vacío, para quienes no sean Rajoy o
astrofísicos, es ese espacio de la política flotante que consiste en perpetuar
el pellejo propio sin hacer política, “sin meterse en líos e historias”. Flota,
Mariano, flota fuerte. Descartada hoy en España la opción de bajar a tierra y
mojarse el culo haciendo política, la gestión del vacío se convierte en asunto
prioritario de Estado y en zona de confort para un presidente que se mueve en
esa franja como lo hace Leo Messi en la zona de tres cuartos de la cancha, o
Rudolf Nuréyev en las tablas del ballet de París. No hay otro como él. Que
nadie le pida al presidente una buena gestión del rescate bancario que nos dejó
una roncha pública difícil de transcribir, que ese no es su terreno. Que nadie
le exija eficacia cuando hay desastres con forma de hilillos de plastilina, que
ese no es su oficio. Que nadie pretenda medidas reales contra la corrupción,
que eso ya tal, ni tampoco que dé la cara como presidente cuando las cosas
vienen mal dadas, que ese no es su perfil bueno. Y, por supuesto, que nadie
espere que Rajoy intente solucionar con política el problema de Cataluña,
porque eso no va a pasar. Ese no es su mundo, como no es el mundo de Messi
subirse a unas tablas vistiendo mallas, ni el de Nuréyev dejar sentados a tres
defensas y colocar la bolita en un lugar imposible. No. Rajoy nunca va a
sentarse a dialogar, porque dialogar es un acto político y él no está aquí para
esos líos, sino para seguir flotando con elegancia de bailarín y eficacia de
matador en el área. Es época de especializarse en lo que uno es bueno y
flotando en el vacío no hay otro como él.
Ningún
otro sería capaz de lograr tanto gestionando la no-política. Ningún otro es
capaz de dejar crecer los problemas para que estos lo hagan crecer a él. Lo
hemos visto hacer cosas increíbles que parecen sencillas pero, como lo de
Messi, no lo son. Lo hemos visto aumentando su apoyo, escondido mientras sus
rivales se desangraban discutiendo si el presidente era muy corrupto o corrupto
a secas como para volver a darle el Gobierno. Lo hemos visto disfrutando de una
sangría interna en el PSOE para hacerlo presidente e hipnotizando a un Albert
Rivera que presumía sonriente de un pacto anticorrupción que Rajoy no pensaba
cumplir ni por asomo. Aquella jugada debería haberla narrado el que narró el
gol de Maradona contra Inglaterra. Lo hemos visto salir airoso tras aparecer en
debates de candidatos en forma de Soraya, en teles de plasma o escapando de
periodistas que, claro, le hablaban de política, que no es su tema. Lo hemos
visto saltando sobre asuntos de Estado con una elegancia que ya la quisiera
para sí cualquier bailarín ruso. Ahora lo vemos convirtiendo un tema político
como Cataluña en una gran gestión de la nada, del vacío que él controla como
nadie. Una gestión que estirará todo lo posible, como Nuréyev estiraba las
piernas. Espectacular. Hay que ser muy bueno para encontrarte de frente un
problema que no tiene otra solución que la política y, tras negar que la
realidad sea real, llenar de hostias y banderas los balcones y los colegios
para luego acabar preguntando: ¿pero entonces, ha declarao usted la
independencia o no la ha declarao? Hay que ser muy bueno para hacer que Pedro
Sánchez, el hombre que lo llamaba indecente hace cuatro días, el mismo al que
mató quedándose quieto, salga hoy con la misma cara de felicidad de Rivera ante
la prensa, avisando de que Rajoy, el jefe del vacío, lo hará aparecer en la
foto del 155 a cambio de una promesa política –por tanto irrealizable por
Rajoy-- de reformar la Constitución algún día. Víctor Hugo Morales, aquel
periodista argentino que narró emocionado el eslalon de Maradona, debería,
desde ya, salir a las ruedas de prensa posteriores a los Consejos de Ministros
para, al ser preguntado por cómo van las cosas, responder: no hay otro como
este pibe, cómo baila en el vacío…
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