‘EL PAÍS’, DIARIO ANTI-INDEPE
DE LA MAÑANA
ANÍBAL MALVAR
Sin
complejos. Semana negra en El País para los lectores que aun atisbaban un
tímido fulgor de izquierdismo entre sus páginas. A saber. Primero Juan Luis
Cebrián anuncia que se va, pero deja un último cadáver en el camino: el de John
Carlin. Después de 13 temporadas en el diario de Prisa, las concienzudas
diatribas del periodista británico contra la catalanofobia y contra la
estulticia que impera en los medios de comunicación españoles le han costado la
patada.
No
sé si os acordáis de que antes, bajo su cabecera, El País lucía una leyenda que
lo calificaba de Diario independiente de la mañana. No estaría mal recuperar
una versión actualizada del lema: Diario anti-indepe de la mañana. Porque eso,
sobre todo eso, es lo que se ha cargado al bueno de Carlin a los 61 años. Desde
hace años, los periódicos españoles confunden línea editorial con monolito
ideológico, convirtiéndose en un aburrimiento donde todos opinan lo mismo sobre
lo mismo. Precisamente fue en Gran Bretaña donde escuché hace muchos años a un
periodista una frase que explica mucho a España: “En todos los países los
periódicos tienen una ideología, menos en España, que lo que tienen es un
partido político”. Versiones más o menos brillantes del mismo aserto he
escuchado también en otros países de Europa. Esa es la cultura política de
nuestros medios de comunicación que denunciaba Carlin. Y más ahora, que la caza
al Puigdemont ha sustituido a la del Pokemon.
El
círculo se le ha cerrado a John Carlin. Empezar más o menos tu carrera
alcanzando la fama como cantor de Nelson Mandela y acabar despedido de El País
por no escribir suficientes exabruptos sobre el procés no deja de tener su
carga simbólica. Han pasado casi 25 años desde que el libertador sudafricano
alabara en público a este cronista vagabundo (Buenos Aires, EEUU, Canadá,
Nicaragua, El Salvador…). El propio diario de Prisa le otorgó en 2000 su máxima
distinción: el premio Ortega y Gasset. En uno de sus libros se basa la película
de Clint Eastwood Invictus. Podría abrumaros durante un buen rato enumerando
todas las medallas que cuelgan del pecho del inglés. Ahora Cebrián le acaba de
pinchar la roja insignia del valor, por hiperbolizar un poco. Sin complejos:
marca España.
Nuestro
afamado académico Cebrián no limitó su actividad hebdomadaria a arrojar a un
inglés por el balcón. Otra noticia saltaba el martes: Cebrián abandona la
presidencia ejecutiva de Prisa y deja el puesto a Javier Monzón. Para quién no
conozca a este madrileño de 61 años, señalar que fue presidente de Indra y
mantiene muy estrecha amistad con nuestro emérito Juan Carlos I y con la alta
dama Ana Patricia Botín. Nada que ver con el periodismo.
Con
esta incorporación, hoy frustrada, la sede del prestigioso periódico respiraba
cada vez más tufillo zarzuelero. No hay que olvidar que Javier Ayuso, ex dircom
de la Casa Real, se perfila según algunos como posible sucesor de Antonio Caño
en la dirección y según muchos es, de facto, el jefe de opinión de El País.
Entre otros méritos, Ayuso puede presumir de haber sido marcado por el turbio
comisario Villarejo como topo del CNI en el periódico de Cebrián. Yo no sé por
qué lo niega, con lo que lucen algunas sombras en los currícula.
Ahora
hemos sabido que el final Javier Monzón le ha dicho no a Cebrián, con lo que
renunciamos a un staff en Miguel Yuste muy simpáticamente borbónico: el
periódico campechano de la mañana. Según se dice, Monzón rechazó una suculenta
oferta porque enseguida advirtió que Cebrián se iba pero no se iba, que la suya
era otra dimisión en diferido, que no se retiraba a escribir La rusa II para
que le dieran otro sillón en la RAE. Una pena. El aterrizaje de Monzón había
dado muchas alas a los graciosillos de twitter. Un amigo de reyes y banqueros
en la presidencia de un diario independiente y progresista daba para mucha risa
insana. Ahí se queda Cebrián, 73 años y una deuda en su grupo que alcanza los
1.500 millones de euros. Hablamos de quiebra técnica, pero no importa. Al
periódico y a Cebrián se les puede colgar el mismo epitafio en vida: “Too big
to fail”.
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