KILOMBO TERRITORIAL
J-M AIZPURUA
Las Dos Españas, la roja y la azul, herederas de
un imperio donde el sol se apagó lentamente y dejo sin luces a sus ciudadanos,
adolecen del mismo mal: no saben definirse. Se autoafirman atacando al oponente
y usando el “tu más”, como único argumento. Hoy los ciudadanos aspiramos a que
ninguna de las dos “nos hiele el corazón”.
Desde que los EE.UU. acabaron con la posesión
española americana y la arrojaron a sus límites territoriales, fuera ya para
siempre de una posición importante en el concierto de naciones, su gran
problema fue su definición territorial. Fácil problema que solo la inercia
ignorante y la extraordinaria aversión al cambio de los eternos poderes
fácticos hispanos, convirtieron en un insalvable kilombo del que ya van por 200
años de errores que siempre terminan con la utilización de la represión
violenta y vuelta a empezar.
Castilla, con su ávida monarquía medieval inicia
el proyecto Ibérico y la casualidad del encuentro americano de Colón viajando a
la India le da los recursos económicos necesarios para convertirse en
hegemónico y por cuestiones monárquicas hereditarias convertir a su rey en
emperador.
Fracasado su imperio, al llegar la definición de
un Estado europeo en el siglo XIX, nunca supo definir su ámbito, y confundió
interesadamente sus colonias, sus naciones, y sus regiones.
Del Sahara tuvo que salir corriendo, y de
Canarias, salvó la descolonización indicada por la ONU, en base a acuerdos de
sometimiento internacional a las políticas yanquis africanas.
La más absurda de las ocurrencias
constitucionales del 78, el “café para todos”, les permitió vadear el término
nación, aportando un “nacionalidades” ambiguo donde los haya y más con su
torticera interpretación por la derecha posconstitucional. Andalucía les
recordó en la calle, que su personalidad y voluntad popular, eran también de
nacionalidad.
Así que nos encontramos un territorio estatal, en
el conviven varias naciones: Galiza, Euzkadi, Catalunya, con sus lenguas
diferenciadas, Castilla, Andalucía, y Canarias, con lengua castellana, y
Baleares y País Valenciá, en conflicto lingüístico y nacional.
Otras regiones, perdieron su interés nacional,
asimilándose a esa Casilla-España en un proceso de identificación nacional.
Regiones como León y Asturias, Aragón, Cantabria, Rioja, Extremadura y Murcia,
han adoptado la cultura y costumbres castellanas, y en esa nación
Castilla-España se sienten emocionalmente sin conflictos.
¿A que vino la parafernalia autonómica en
territorios que hasta tuvieron que inventarse bandera e himno?
Agotado el modelo 78, es en la negociación donde
encontrar un modelo, forzosamente confederal, y en el que los territorios
tengan acomodo, sin diferencias “históricas”, pues todos vienen de un pasado
igual de noble, y el futuro se intuye igualitario, no idéntico, para tener
oportunidad de perdurar en el tiempo.
Las “ocurrencias” están fuera de lugar en un tema
tan claro como este. España es un Estado sin nación y no una nación de
naciones, que es la cuadratura del círculo. Estamos en semántica política, no
en terminología jurídica y menos en limitación de sentimientos.
España, pasó de ser las Españas, al Castilla y
Aragón, al Imperio, al Estado, a la Monarquía Constitucional, a la República, a
la Unidad de Destino Universal, y al Proyecto Constitucional del 78, aún
inacabado. Todas, con distinta
territorialidad.
¿No se os cae la cara de vergüenza al “colar” la
gran nación de 500 años?
El Estado español del siglo XXI, está compuesto
de la mayoritaria nación castellana asimiladora, y las naciones gallega, vasca,
catalana y andaluza, con la colonia canaria como especial nación a considerar. Debe
darse a las naciones minoritarias un respeto constitucional y un encaje estatal
que garantice su autogobierno armónico, con derecho de autodeterminación si su
encaje estatal por su desarrollo temporal lo hace inviable. No es posible que
el Estatuto Vasco tenga aún 35 competencias pendientes de traspaso, con las que
el gobierno central mercadea partidariamente anulando la competición política.
La independencia nacional es un derecho humano
colectivo que se basa en sentimientos de pertenencia, que deben preservarse en
la constitución y articularse claramente sus condiciones para el legal
ejercicio de su ejecución.
Un Estado basado en Leyes que deben ser impuestas
con represión; no tiene futuro. En el siglo XXI en Europa, la Ley debe tener adhesión ciudadana y sin ella debe ser
cambiada de inmediato.
Para organizar este kilombo, no se necesitan
ocurrentes políticos; basta con fotógrafos y notarios que den fe de la
realidad.
Yo soy vasco, pero las leyes me consideran
canario, y con mi ignorante voto puedo perjudicar todos los anhelos nativos y
sus justas pretensiones. ¡Menos mal que no me da por ello!
J-M
AIZPURUA (exdiputado vasco, codirector de Tierra Vasca en la “transición”,
residente canario)
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