LA PLAYA
DUNIA SÁNCHEZ
La playa y en
ella una avenida. Alguna música suena a lo lejos. Dos hombres que se
encuentran.
E:
Mira mis
manos. Sí , estas manos de unas tierras extrañas para ti. Por si no lo sabías
habitamos la misma esfera pero con distinta condición. Te las enseño por en
ellas se refleja el sudor, el penar de años, de siglos reposadas en ellas. No me mires así, como
algo marginal a tus ideas. No, no sé escribir. No he ido a la escuela, es más,
del lugar que vengo no existen solo la enseñanza de la vida, de los ancianos
que habitan mi pueblo. Ellos dicen que algún día cuando el sol sea lamido por
la luna todo cambiará, seremos iguales. Sí, iguales ante la muerte. Nuestros
huesos sean gemelos , nuestro espíritu habitará en la sonoridad de este mundo.
Yendo, viniendo en cada recuerdo de nuestros amigos. No te acercas, no quieres
darme la mano. Mira tus manos…por favor míralas y cierra los ojos. Dime lo que
sientes, lo que te transmito a lo mejor no mucho más que las tuyas , iguales
pero finas, cuidadas.
H:
No, no te
tocaré. Mi mente esta concertada con el repudio, con la fuerza brutal de
echarte. Sí, vete de aquí de dónde has venido. Este lugar es tranquilo y ahora
ustedes. Sí ustedes vienen con los hombros de la miseria, de la incertidumbre a
estas tierras ricas en su crecer y crecer. No, no te tocaré. Márchate ya,
molestas. Me siento incomodo ante tu presencia. Yo no puedo hacer nada. Solo
proteger mi ciudad, mi país.
E:
Mis manos. Ni
te atreves ha obsérvalas. Sientes miedo al qué dirán. No eres valiente, la
cobardía te ampara a ti y a muchos. Pero no me iré. Quiero aprender de lo que
no tuve oportunidad. Soy mayor, muy mayor. Las canas surcan por mi rostro,
dolido ante tu negativa, ante el ayer, ante el presente.
H:
Vete ya,
vuelve a tu pueblo. Deja está sociedad que sigua su senda alejada de todo mal,
de todo harapiento como tú.
E:
Duras tus
palabras. Me dices harapiento. Yo no soy vagabundo del aire que respiras, ese
aire el mismo que el mío. Me iré….sí, como preso de tus sentidos, erróneos,
fatigados. Vuelvo a mi casa, hace frío, es otoño. Le diré a mi pueblo que todo
es falso…sí, eso que dicen de una vida mejor. No soporto el odio de tu mirada,
tu repugnancia ante mis manos. Déjalo ya, me voy. Aislado en la cárcel de los
sueños, en lo que cuentan.
Y se va como
defensa de su tierra. Penetra en el oleaje calmo y desaparece cuando una
pardela lo llamo. El otro retorna a la venida con el pecho inflado de que algo
anda mal. Su razón lo lleva a la impotencia. Mira por un momento a la orilla,
el ya ha desaparecido. Todo tiene que cambiar, se dice.
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