LA ESCASÍSIMA REPRESENTATIVIDAD DEL SISTEMA ELECTORAL ESPAÑOL
VICENÇ NAVARRO
Lo
que vimos anteayer en las elecciones legislativas fue un ejemplo de lo
enormemente injusta que es la Ley Electoral española, sesgada a favor del
bipartidismo y a favor de las fuerzas conservadoras que jugaron un papel clave
en su diseño. En un artículo reciente (“Le llaman democracia (en España,
incluyendo Catalunya) pero no lo es”, Público, 23.11.2015) mostré lo
profundamente sesgado que es el proceso electoral en España, que favorece
sistemáticamente a las derechas en este país, discriminando claramente a favor
de unos territorios y de unas clases sociales a costa de otros territorios y de
otras clases sociales. Como consecuencia de ello, en todas las elecciones
generales durante el periodo democrático desde 1977 a 2008, la suma de los
votos a partidos de izquierdas ha sido muy superior a la suma de los votos a
partidos de derechas (excepto en 1977, en 1979 y en 2000, debido este último,
en parte, al gran aumento de la abstención). Señalé en aquel artículo que la
ventaja de los votos de izquierda sobre los votos de derecha fue de más de dos
millones y medio en 1982, de casi dos millones y medio en 1986, de menos de dos
millones en 1989 y en 1992, de más de un millón en 1996, de menos de dos
millones en 2004, y de casi un millón y medio en 2008. A pesar de ello, las
izquierdas han gobernado con mayoría parlamentaria solo durante el periodo de
1982 a 1993 y el periodo de 2004 a 2008.
Una
situación idéntica ocurrió en las elecciones legislativas de anteayer. Sumando
todos los votos de los partidos de izquierdas (PSOE, Podemos y sus aliados,
IU-UP, ERC y Bildu) obtendrían casi un millón de votos más que la suma de los
de los partidos de derechas (PP, Ciudadanos, Democràcia i Llibertat y PNV). En
realidad, si España tuviera una Ley Electoral proporcional, es decir, que la
asignación de escaños fuera proporcional al número de votos, hoy las izquierdas
alcanzarían casi la mayoría absoluta. Es más, si Podemos hubiera ido en
coalición con IU-UP (como lo hizo en Catalunya y en Galicia), tal coalición
habría sido (en un sistema proporcional) la segunda (en lugar de la tercera)
opción política más votada, con un número de escaños mucho más cercado al PP,
reforzando a las izquierdas considerablemente. En cambio, en el sistema actual
(y tal como los fundadores de la Ley Electoral lo diseñaron), las derechas
estarán claramente sobrerrepresentadas en las Cortes Españolas, continuando con
el sesgo conservador del Estado español, que contrasta con el carácter
progresista de su población y que explica su creciente rechazo hacia él. El
eslogan del 15-N “no nos representan” continúa todavía aplicable a estas Cortes
en las que, como siempre, las derechas están sobrerrepresentadas. El enorme
subdesarrollo social del Estado español y su carácter uninacional, poco
sensible a la plurinacionalidad de este país, están basados en este hecho. He
escrito extensamente sobre estos puntos en mis libros Bienestar Insuficiente,
Democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país, Anagrama 2002, y
en El Subdesarrollo Social de España. Causas y consecuencias, Anagrama 2006.
El
origen histórico de este sesgo tiene poco que ver con la Ley d’Hondt. Tiene que
ver con la Transición inmodélica
Como
he indicado repetidamente, el origen de este sesgo de la Ley Electoral se basa
en la manera tan desequilibrada y poco modélica en que se hizo la Transición.
El enorme poder de las derechas en aquel proceso de Transición, (que dominaban
el aparato del Estado y la mayoría de los medios de información y persuasión)
fue el origen de aquella Ley muy poco proporcional. En realidad, el primer
borrador de tal Ley, dando enorme protagonismo a las provincias, fue redactado
por el movimiento fascista –el Movimiento Nacional- y su aprobación por el
gobierno español pre-democrático fue la condición exigida por tal movimiento
para su disolución. El gobierno Suárez recogió tal propuesta y la hizo suya con
el objetivo –tal como reconocieron y escribieron los Sres. Miguel Herrero y
Rodríguez de Miñón y Leopoldo Calvo Sotelo- de discriminar a la clase
trabajadora, base electoral del temido Partido Comunista. El PSOE se adaptó a
esta Ley, viendo que, al favorecer al bipartidismo le beneficiaba a él también,
aunque en menor grado que al PP. En Catalunya, cuando el President Pujol
consiguió el derecho a desarrollar su propia Ley Electoral, no la cambió ni un
ápice, pues también favorecía a las zonas conservadoras sobre las progresistas,
siendo una de las causas de su largo mandato.
De
ahí que el cambio de la Ley Electoral sea uno de los elementos a los que más se
resistan los que se han beneficiado de la escasa representatividad del sistema
definido como “democrático español”. España habría estado gobernada más a la
izquierda por partidos o coaliciones de partidos si España hubiera tenido un
sistema proporcional. Como he indicado en otro artículo reciente (“Franco ganó
la guerra, la postguerra y la transición”, Público, 26.11.2015) Franco dejó
bien atado el sistema, y las consecuencias todavía se sienten hoy, resultado de
que no hubo una ruptura si no una adaptación del estado dictatorial al estado
actual, sin cambiar el enorme dominio de las fuerzas conservadoras en él. Así
de claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario