La misma ceniza que han creado
GUILLERMO
DE JORGE
La
sangre vuelve a ser en Oriento Medio el regalo de Navidad. Odio y más odio, repiten, mientras que las
yugulares de los palestinos y las de los israelíes siguen desafiando a la
muerte con más hambre de venganza. Ahora ya es demasiado tarde para hablar de
los cadáveres. Los muertos de ahora han sido y serán los muertos de siempre. Y
dudo que estas palabras lleguen ha entenderse en su más amplio significado por
aquellos que realmente lo necesitan.
La legitimidad de un pueblo a ser
libre y a vivir en paz no pasa forzosa o necesariamente por la imposición de la
fuerza y del odio a todos aquellos que consideran inferiores o enemigos de la falacia
doctrinal. Porque en todo conflicto, sea ideológico, físico o religioso existe
una necesidad de demostrar una supremacía, ya sea a nivel lingüístico, o a
nivel económico o a nivel intelectual. Lo importante es buscar una razón que
avale la opresión hacia un grupo étnico o hacia un grupo social: os lo puedo asegurar.
Y existe gente que sólo busca una razón o una mínima motivación que le legitime
para poder llevar a cabo las mayores atrocidades de la historia.
Estamos en un mundo globalizado donde
una acción a miles de kilómetros puede desencadenar acciones en el otro extremo
del mundo. Y sin embargo, pensamos que sentados cerca de nuestro televisor y
proclamando los más de los hermosos y divinos dogmas sobre el ser humano y sobre
la paz todo alrededor se va a acabar. Me temo, mi querido lector, que nada de
eso sucederá. En nuestro medio más cercano quizás sí, pero con mucha tesón y
mucho sacrificio -tenemos suerte de vivir y convivir en un estado democrático
que muy a pesar de muchos se siguen defendiendo los derechos y deberes de los
ciudadanos-. Sin embargo, en Oriente Medio existe demasiado rencor para poder
esclarecer las ideas y tomar una decisión adecuada: existe demasiado odio y
miedo.
El dolor no tiene límites, afirmo. La
ONU se encuentra maniatada ante una situación en la que nadie quiere verse
inmiscuido, ni en un lado,e l más fuerte, ni en otro, el más peligroso: el
resentimiento es tan fuerte que parece imposible atisbar un ábside de cordura
entre tanta locura y tanta muerte. Sabemos que el pequeño David amanece
agazapado con su onda entre las manos del sueño y no queremos ser los primeros
en despertarlo.
Aquí, en la ciudad, los mustios
coches en la madrugada atacan el desfiladero del aire en busca de una razón que
les devuelva a la vida. Los semáforos, junto a los hombres, tiritan ante la
adversidad de la crisis.
Veo en los periódicos, otro día más,
la agónica angustia de los hombres en la tierra de dios con las torpes e
inútiles ganas de morir: yo tuve la razón, se dirán, mientras sus cuerpos inertes
son enterrados en una fosa y, poco a poco, sus restos se van convirtiendo en la
misma ceniza que han creado.
Guillermo de Jorge
@guillermodejorg
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