LA HABILIDAD DE HUIR
GUILLERMO DE JORGE
Debo de reconocer que no siempre las cosas salen como a uno le
gustan. Por eso siempre he huido de las sibilinas ondas del flautista de Hamelín. Nunca tuve la necesidad de crearme un mundo a
mi exacta medida -aunque os puedo asegurar que tuve razones para ello, incluso
para exiliarme en él y huir de por vida entre sus calles-.
Siempre ha existido una idea con la que habitualmente hemos
alardeado en las tertulias, en petit comité, incluso algunos, borrachos de las
altas esferas, de tener una habilidad para huir. Y a la memoria más inmediata
me remito. Quizás, es porque viene dada a nuestras obstinadas ganas de seguir
perteneciendo a los náufragos o de por lo menos parecernos. Quién no ha
vacilado por un momento en ser DiCaprio en el último suspiro del Titanic o un
Robinson Crusoe del asfalto –aunque algunos, como el que subscribe estas
líneas, siempre han sido náufragos, pero
quizás con un poco menos de suerte-.
Sin embargo, es así. Siempre hemos coqueteado con la línea de lo
moral e inmoral. Siempre nos ha gustado, de una manera u otra, tentar a la
suerte y por qué no, a la autoridad
competente –aunque siempre hemos salido esquilmados de una forma u otra: con
los bolsillos vacíos y sin nada que decir. Y en algunos casos, incluso se han conseguido
los mayores logros sociales-. Ahora todo eso es pasto de la historia, parece.
Es alimento del papel y del polvo de las estanterías. Por suerte o por
desgracia.
Pero siempre hemos sido condescendientes con aquellas actitudes
que por un momento nos dejaban soñar. Aunque esa huida lo que buscaba al fin y
al cabo era dejar a un lado las responsabilidades y salir indemnes de las
situaciones más complicadas.
En estos últimos años ese concepto se ha ido inoculando en
nuestro ser. Hemos dejado a un lado aquella idea innata que teníamos y por la
que nuestro cuerpo se echaba a la calle a proclamar los derechos y libertades.
Ahora, hemos dado alas a una sociedad en la que el individuo aspira a tener un
puesto de trabajo –si puede- sin responsabilidades y sin complicaciones. Hemos
puesto, sin darnos cuenta, un alto precio a todo aquello que fuese la búsqueda
de compromisos y la creación de profesionales e individuos altamente
cualificados y con ganas de tomar direcciones y dirigir proyectos y propósitos.
Y toda esta cultura de la huida ha defendido, en última
instancia, la existencia y la creación de marionetas de carne y hueso que cada
cuatro años endosan las filas de cada una de las urnas donde vuelven a votar a
aquellos que les ofrecen un mundo idílico.
Guillermo de Jorge
@guillermodejorg
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