El peor desahucio
de un ser humano
GUILLERMO
DE JORGE
Antes de empezar a escribir
este artículo, debo de reconocerle, estimado lector, que llevo varias semanas en
las que me cuesta conciliar el sueño. Siempre he pensando que si el dolor no
nos mata, nos hace más fuertes. Pero quizás, ya muchos de nosotros llevamos
demasiado tiempo con este dolor a cuestas, con un dolor que se llama España y
que nos aprieta el corazón cada vez que vemos todo lo que está pasando
alrededor nuestro.
La crisis ha sido como un hiena
audaz e inhumana que se ha lanzado a los sueños de todos aquellos que vivimos
en esta tierra y ha devorado hasta lo último de nuestras almas –principios y
moral incluida- sin atender a condición social, ni estatus ni estrato. La
crisis nos ha sacado los colores y nos ha recordado que nosotros también éramos
hombres de carne y hueso, los mismos que mirábamos por encima del hombro a los inmigrantes
cuando venían huyendo de sus lugares de origen.
Nadie nos preparó para la
derrota final. Nadie nos dijo cómo se podía salir de ésta indemnes. Sin
despeinarnos. Algunos, en su obstinada tarea de salir airosos, han aguantado
hasta el final, hasta que ya no han podido esconderse más, porque los
hambrientos les han delatado por el olor de su carne. Y eso es lo que
precisamente ha pasado con el problema de los desahucios. Aquellos que hasta
hace dos días no vacilaban en hacer uso de la Ley hasta las últimas
consecuencias, han visto que no podían aguantar más la situación y han terminado
cediendo, pero no ante las reclamaciones y las voces, sino que han abdicado ante
el hambre, la muerte y la desesperación de las familias. Los bancos se han
tenido que rendir ante la insultante evidencia de la usura y de la tiranía a la
que han tenido sometidas a más de medio millón de familias en España.
Pero lo que más sorprendente
-si se puede decir de esta manera- es que, como siempre, ha tenido que derramarse sangre para alertar y
para que se tomase conciencia de la situación tan injusta, tan insufrible y tan
desesperada que se está produciendo hasta el día de hoy en España.
Me pregunto si el dato de
“más de quinientas familias al día desalojadas“ no era ni es entendible, no era
ni es exacto. Me pregunto si esa pequeña observación a los banqueros y a los
burócratas no se les ha pasado ni siquiera por la cabeza. La verdad es que a
veces no entiendo por qué esperamos tanto cuando lo que vemos es tan evidente
–bueno, sí lo sé, pero mejor callo-.
Sin embargo, por mucho
manual de buenas prácticas o de buenas intenciones que se lleven ahora a cabo ninguna
podrá devolver el trabajo y el esfuerzo que ha sido lapidado, ni tampoco nadie
devolverá a los peores desahuciados de esta vida, que con su ahorcamiento o con
su sangre han dado su vida por lo único que les quedaba: la dignidad.
@guillermodejorgj
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