EL DISCURSO
QUE EL REY NO PRONUNCIÓ
POR POR VÍCTOR ARROGANTE
Podría
escribir sobre los inocentes, sintiendo como desde el poder nos tratan, pero
voy a tratar otro tema de actualidad. Hace un año, terminaba mi artículo El rey
Felipe contra Catalunya «Trescientos años han transcurrido, de Felipe V a
Felipe VI, representantes de una monarquía centralista, ahora parlamentaria,
encorsetada en su centro». No soy nacionalista, ni profeso ideas nacionales.
Soy socialista, internacionalista, demócrata y republicano y con eso lo digo
todo. O casi todo.
Hoy
voy a hacer una reflexión republicana sobre el discurso del Rey, que no vi en
directo. Mejor dicho, una reflexión sobre el discurso que no pronunció. Lo que
no dijo, lo que calló expresamente y lo que ocultó de forma deliberada.
Acostumbrado a ver, desde hace cuarenta años, al rey discursar en la intimidad
de su hogar, a verle en el frío marco del palacio real, en el salón destartalado
del trono, en una butaca en el medio centro lateral, solo, alejado de todo y de
todos, me quedo con el saludo fraternal, desde el balcón en la puerta del Sol,
del presidente de la República española. No tiene color.
Dicen
del Rey que es el mejor preparado de la historia, y será verdad; pero parece
que no tiene buen sentido ni criterio adecuado ni altura de miras ni olfato
político. Guapo personaje de altura, pero en tono menor y de impostura. En su
discurso no abordó la abdicación que tantos deseamos. La República fue
eliminada por un golpe de Estado y una guerra fraticida. Cuarenta años después,
el dictador impuso el actual régimen. Felipe es heredero de aquel despropósito
histórico. No estuvo a la altura ni en la forma ni en el fondo. Mostró su lejanía
con la realidad y falta de conexión con los verdaderos problemas de la mayoría
ciudadana. Defendió lo suyo y su sillón. Y olvidó el paro y a los parados, la
desigualdad y a quienes la sufren.
El
escenario era anacrónico. Un rey en un salón de atrezo, en el que el pueblo
llano nunca ha puesto su pie. Más que expresar «con la mayor dignidad y
solemnidad, la grandeza de España», representó precisamente lo contrario: la
lejanía de la nobleza y los grandes de España con el pueblo. Por mucho que
alguna destacada dirigente política de la derecha diga que en el discurso, el
Rey mostró que «conoce perfectamente su país»; desde la altura será. Muy poca
sensibilidad social ha mostrado el monarca, que como todos los reyes que son
jefes de estado, no son elegidos por el pueblo. Su padre nos fue impuesto y él
en el mismo paquete.
Hasta
16 menciones a la unidad de España ha habido y solo una mención a la
desigualdad que existe y desune a la gente. No hizo ninguna mención a la
corrupción, aunque no es de extrañar, teniéndola tan cerca en el seno de su
familia a la que protege. Tampoco se refirió a los problemas reales de la
gente. Están obsesionados con Catalunya y en cada mención perjudican los
intereses que dicen defender. Mencionó España en un sin fin de ocasiones y su
unidad, pero no de las condiciones de vida, de quienes están sufriendo las
consecuencias de una crisis, que no han provocado.
Todo
fue un cuento muy alejado del empleo precario, de las escasas pensiones o de
los jóvenes que han huido para trabajar fuera. Estas son algunas de las cosas
que el rey no pronunció en su discurso. No mencionó la necesidad de reformar la
Constitución, para ajustar su estructura a la actual realidad del país. No
habló de blindar en la Constitución los derechos sociales de bienestar como la
sanidad, educación y vivienda; o el derecho al trabajo como pilar de la
política económica y garantizar el derecho de las personas dependientes a
recibir atención y cuidados.
No
habló sobre lo que realmente cuesta la monarquía a las arcas del Estado, que
llenamos entre todos. No son los 7.775.040 que figuraron en los Presupuestos
Generales como asignación a la Casa Real para 2015, sino 561 millones de euros
anuales, por todos los demás conceptos distribuidos en los presupuestos de
Presidencia, Defensa, Interior, Hacienda, Exteriores y otros órganos
ministeriales.
No
habló del terrorismo machista, que ha asesinado a 59 mujeres este año. El rey
califico de terribles los atentados de París y de otros lugares del mundo, así
como los ataques que «han costado la vida a compatriotas nuestros».
Pretendiendo confundir como hacen siempre. No ha sido atentado terrorista el
que ha costado la vida a dos policías españoles, sino un acto más de guerra
abierta en Afganistán. Si el terrorismo político o el yihadismo, hubiera
asesinado en España a 1.218 personas desde el año 1999, los cimientos del
Estado temblarían, pero han sido mujeres las muertas.
El
Rey ha asumido los postulados políticos del PP, por lo que es «indecente» que
quiera dar lecciones de democracia. Por cierto, el PP ha obtenido 7.215.530
votos (29,91%), mientras que el resto de fuerzas políticas con representación
parlamentaria 16.910.189 (70,09%). En escaños, convertido por la Ley D’hont:
129 escaños (36,86%) el PP y 221 escaños (63,14%) para el resto. Otro dato que
muestra lo injusto del sistema electoral: a Unidad Popular-Izquierda Unida,
quinta fuerza política más votada, dos diputados le ha costado 923.105 votos,
mientras al PP, un diputado, 58.663 votos. Este sistema electoral es un despropósito
político que debe corregirse, por antidemocrático.
Quieren
hacernos ver que el problema de España es la independencia de Catalunya. El
problema de la ciudadanía es la miseria a la que nos ha llevado la política
antisocial y antidemocrática de la derecha que representa el Rey. Artur Mas,
acusa a la mayoría de usar sus normas, su fuerza, su voz y sus votos para
«ahogar los anhelos de la minoría que representa Catalunya» y pide al Estado
canalizarlos con «diálogo, concertación, pactos y concordia». Mas no es santo
de mi devoción (soy ateo), porque representa a la derecha económica a la que me
opongo, pero estoy con él en eso que dice.
El
discurso del rey ha sido decepcionante, cargado de tópicos españolistas, más
propio de hooligans que de un jefe de Estado. Ha presentado un escenario
alarmista de ruptura de España, como si la voluntad popular representara la
maldad, frente al bien mesiánico que él representa. Si España se rompe es por
la ambición insaciable de los poderosos, que todo lo quieren. El rey no puede
hacer más de lo que hizo políticamente hablando, por lo que sobra en una
estructura democrática de un Estado moderno, como el que nos merecemos en
España desde hace tanto tiempo sin rey (ni amo ni patrón).
Lo
dije al principio, no soy nacionalista, ni profeso ideas nacionales; soy
socialista, internacionalista, demócrata y republicano. Entiendo que España es
una nación plurinacional y diversa, constituida como un Estado social y
democrático de Derecho. En este marco tenemos que convivir en paz en libertad,
igualdad solidaridad, y mejor en una República como modelo político.
Víctor
Arrogante
En
Twitter @caval100
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