ELECCIONES EN ESPAÑA: LA AGONÍA DEL BIPARTIDISMO
POR ATILIO BORÓN
Pero hay momentos históricos en los que, recordaba Gramsci, “lo
nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir”. Y esta es la
situación que hoy presenta España. Hay síntomas que preanuncian la llegada de
lo nuevo, pero por ahora este carece de la fuerza suficiente para derrotar
definitivamente el viejo orden.
Con
las elecciones de ayer el orden político posfranquista parece haber llegado a
su fin. Este reposaba sobre un bipartidismo en el cual el Partido Popular, el
heredero directo del franquismo, y el PSOE, convergían en un consenso
eminentemente conservador que muchos analistas y publicistas edulcoraron
calificándolo de “centrista” y que, perversamente, erigieron como el modelo a
imitar por las nacientes democracias latinoamericanas en la década de los
ochentas.
En
realidad esa convergencia hacia el centro no era tal: la preservación de la
monarquía y los privilegios de la Iglesia Católica, la invisibilización de la
historia de la república, la impunidad de los crímenes de la dictadura
franquista, la adhesión a la OTAN, la indigna sumisión a la hegemonía
estadounidense, y la capitulación ante el gran capital y, más recientemente,
ante la Troika que realmente gobierna en Europa definen una agenda que sólo
como producto de una malintencionada confusión podría ser caracterizada como de
centro. Al igual que ocurre en la Argentina y el resto de América Latina, la
noción de “centro” es un eufemismo para evitar decir “derecha”.
Este
proyecto no sólo se desmoronó en España a causa del impacto de la crisis
capitalista y su inusual virulencia sino también debido al descubrimiento de
una trama mafiosa de corrupción que mientras empobrecía a la ciudadanía y
condenaba a uno de cada cinco españoles al desempleo enriquecía escandalosamente
a la oligarquía financiera e industrial.
A
partir de los resultados conocidos anoche no hay sino una chance de formar un
gobierno: una gran coalición entre el PP y el PSOE, pero esto sería la
institucionalización del proceso de putrefacción del segundo –antaño referencia
obligada de la clase obrera española- y su conversión en un partido neoliberal
más; y de confesión de impotencia política del primero, que para gobernar
tendría que asociarse a su otrora rival histórico. Es la vieja España, aquella
que según el hermoso verso de Antonio Machado podía helarte el corazón, la que
parece a punto de morir. Pero hay momentos históricos en los que, recordaba
Gramsci, “lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir”. Y esta
es la situación que hoy presenta España.
Hay
síntomas que preanuncian la llegada de lo nuevo, pero por ahora este carece de
la fuerza suficiente para derrotar definitivamente el viejo orden. Tal vez el
PP y el PSOE sellen esa alianza. Sus homólogos lo hicieron en Alemania y hoy,
en Nuestra América, lo están haciendo en Venezuela, donde los socialdemócratas
y socialcristianos, adecos y copeyanos, se sientan en torno a la MUD para
acabar con la revolución bolivariana. Pero si tal cosa ocurriera en España los
días del PSOE estarían contados. PODEMOS y sus aliados han logrado 69 escaños
en el Congreso de Diputados, pero con una estrategia electoral más inteligente
y unitaria -incorporando a Izquierda Unida en la coalición de izquierdas y
abandonando el absurdo macartismo del que PODEMOS hizo gala durante la campaña-
esta coalición podría haber desplazado al PSOE del segundo lugar y convertirse
en el eje de cualquier alternativa de gobierno. Esto no tiene nada de ilusorio
pues esta coalición logró plasmarse en Cataluña y obtuvo la primera mayoría; y
entró en segundo lugar en Madrid, Valencia, Navarra y Galicia e hizo una
estupenda elección en el País Vasco.
Para
resumir: la unidad de las izquierdas no ocurrió esta vez, pero la lección
parece que ha sido aprendida: la unidad paga. En ese sentido, el discurso del
líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, al darse a conocer los resultados reflejó un
viraje hacia la izquierda de sus titubeantes definiciones anteriores, cuando
eludía definirse como tal. Y lo hizo incorporando dos innovaciones originarias
en la experiencia de la izquierda latinoamericana. La noción de una España
Plurinacional, como Bolivia; y el voto de confianza ciudadano a mitad de
mandato, lo que la Constitución Bolivariana designa como “referendo
revocatorio”.
Estas
son propuestas que conmueven hasta sus cimientos el consenso conservador
dominante durante cuarenta años en España, con un gobierno como el del PP que
cosechó la repulsa de dos de cada tres españoles y que, por lo tanto, no puede
desconocer el rotundo mensaje que le enviara la ciudadanía española. La
inestabilidad y la incertidumbre serán los signos de los tiempos que se vienen.
Los observadores no dejan de apelar al adjetivo “histórico” para definir al
momento actual. Sectores políticos que carecían por completo de representación
parlamentaria en el estado español ahora cuentan con un bloque de 69 diputados.
No es suficiente para decir que se abre un nuevo período histórico, o se
produce un cambio de época; pero, sin duda, es un alentador punto de partida.
Habrá que ver qué es lo que hacen y cómo actúan esos representantes de la
voluntad popular y si demuestran su capacidad para sortear las trampas que las
democracias burguesas le tienen reservadas a quienes pretenden cambiar al mundo
para hacerlo mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario