PELIGROS Y OPORTUNIDADES
EN VENEZUELA
POR JUAN CARLOS MONEDERO
Primera
reflexión evidente: si Venezuela es una dictadura ¿cómo es posible que haya
ganado la oposición? Todos los que han estado cuestionando la democracia
venezolana debieran disculparse hoy (es retórica: nunca lo harán. Los que creen
que el poder les pertenece por familia y dinero se creen con patente de corso
permanente). El Presidente Maduro salió inmediatamente a reconocer el
resultado. Como debe ser. La oposición, invariablemente, ha desconocido todos
los resultados electorales en donde ha perdido desde 1998, la primera victoria
de Hugo Chávez. Unas veces en bloque, otras dividiéndose entre ellos. Los menos
leales con la Constitución siempre han sido Leopoldo López y María Corina
Machado, cuya actitud no ha sido seguida por Capriles que siempre ha optado por
la vía electoral. El PP, con mucha influencia del Opus Dei en sus relaciones
con Venezuela -la otra influencia es netamente económica, como cuando Felipe
González le regaló Galerías Preciados a Gustavo Cisneros- siempre ha estado más
cerca de los golpistas. Nostalgias de los orígenes de la derecha española.
Venezuela ha estado a la altura: elecciones limpias y reconocimientos sin duda
alguna del resultado. Ojalá fuera igual en México o en Estados Unidos.
Es
igualmente evidente que la economía ha pasado factura al gobierno de Maduro. Es
injusto que una crisis que no ha generado el continente sudamericano
-recordemos que nació con la quiebra de Lehamnn Brothers en Estados Unidos- la
esté pagando como si hubiera sido su responsabilidad. El hundimiento de los
precios del petróleo (es como si en España se redujera un 80% el turismo) es un
golpe difícil de resistir, aún más cuando la crisis es utilizada por la
oposición para golpear al gobierno con formas sofisticadas de “guerra
económica” (presiones para romper la OPEP y mantener bajos los precios del
petróleo, acaparamiento de bienes, subida intencional de precios, fraude en el
cambio del dólar, contrabando, guerra psicológica alimentada por los medios de
comunicación, sabotajes). Hay escenarios en la pelea política venezolana que
han recordado mucho el escenario previo a septiembre de 1973 que preparaba el
golpe contra Salvador Allende. Esperemos que la comunidad internacional esté
atenta ante cualquier intento espurio de querer ganar fuera de las urnas lo que
sólo debe ganarse en las urnas.
Por
último, es evidente que el gobierno de Maduro tiene igualmente su
responsabilidad. El golpe que supuso la pérdida de Chávez no fue menor. Los
equilibrios que había construido Chávez no han sido heredados por Maduro.
Reclaman más tiempo. Y la oposición, consciente de esa debilidad, no ha dejado
de hostigar en estos últimos tres años. El Presidente Maduro, por un lado, no
ha tenido éxito a la hora de hacer valer en la población venezolana los logros
de los últimos 17 años. Pasó en Europa cuando la clase obrera convertida en
clase media terminó votando a Margaret Thatcher. Es cierto que incluso la
oposición ha reclamado a Chávez como si fuera un valor propio, pero era mera
propaganda. No es muy creíble proviniendo de quienes siempre le adversaron. El
riesgo de desmantelamiento de la apuesta pública bolivariana por la sanidad, la
educación, la vivienda, la alimentación, está servida por la oposición (veamos
lo que va a empezar a pasar en Argentina). Si el pueblo no lo ha entendido es
responsabilidad del gobierno y de la gente con conciencia. Si la propaganda de
la oposición es buena, es la obligación del gobierno desenmascararla. No han
sabido hacerlo. Igualmente, el gobierno no exhibe buenos resultados -pese a
grandes avances en los últimos meses- en la lucha contra la corrupción, la
violencia, el negocio de la importación de alimentos, el control de los fraudes
cambiarios, los empleos para las clases medias formadas y la inflación. Aunque
todos esos rubros formen parte de la guerra económica, si no triunfas, te han
derrotado. Y eso es lo que han expresado las urnas.
Ahora
es momento de discutir conjuntamente, Gobierno y oposición, las necesidades de
Venezuela. De las mayorías. De la gente. Igual que el Presidente Maduro ha
aceptado el resultado de las elecciones parlamentarias, la oposición debe
asumir que el Presidente constitucional de Venezuela es Maduro, y deben
respetar las elecciones presidenciales que le otorgaron el mandato. Desde ese
doble reconocimiento debe empezar las negociaciones sobre las soluciones que
reclama el país. Sería un error de la oposición repetir lo que se hizo tras el
golpe contra Chávez en 2002: empezar a desmantelar la institucionalidad
vigente. Algunos análisis este mismo lunes de líderes de la oposición apuntan
en esa dirección -cambiar, en caso de que la mayoría parlamentaria lo
permitiera, todos los cargos posibles, construyendo un “dique” opositor al
gobierno de Maduro-. Algunos parece que no aprenden nunca.
Con
urgencia, esas soluciones compartidas pasan por la subida del precio de la
gasolina, repensar el gasto público, lucha contra la corrupción, perseguir el
acaparamiento y la subida artificial de precios (ahí la oposición puede hablar
con los empresarios importadores, principales responsables de este problema),
regulación radical del control de cambios (la oposición debe presionar allí
donde el gobierno solo no pueda) y establecimiento de una base productiva que
se emancipe de la renta petrolera. Sobre esos asuntos gobierno y oposición
debieran encontrar acuerdos firmes. Y eso será posible si la oposición escucha
las necesidades de Venezuela, no los mandatos de los Estados Unidos ni de las
empresas extranjeras que buscan volver a hacer del país caribeño un puerto de
las nuevas prácticas piratas. Es un buen momento para ver si, por fin, la
derecha venezolana está dispuesta a apostar por su país.
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