MI QUERIDA ESPAÑA
“El pacto de Estado que proponen Rajoy y Rivera
estaría ya firmado de no ser porque el PSOE necesita sus tiempos y su puesta en
escena”, afirma el autor.
GERARDO TECÉ
Jesús
Quintero en una imagen del documental 'Mi querida España'. RTVE
El documental Mi querida España es un relato
de 30 años, los que van desde el final de la transición hasta la abdicación del
Rey Juan Carlos, contados a través de los ojos de Jesús Quintero que observan a
una selección de sus entrevistados durante estas décadas. Uno se sienta a ver
esta obra, genial, de Mercedes Moncada, y tras la sucesión de relatos de
quiénes éramos, quiénes somos y cómo hemos evolucionado durante el Juancarlato, se lleva a casa el sabor de boca de
que hemos cambiado mucho pero nada en lo esencial. Distintos en casi todo, pero
las mismas virtudes, defectos y obsesiones, arrastradas como una maleta con
ruedas de una época a otra.
Si la antigua
transición comenzó con el dictador muriendo en pijama plácidamente en la cama y
acabó tras años de reuniones a puerta cerrada y algún que otro esperpento sobre
el suelo de moqueta, la nueva y anunciada transición quizá no comience cuando
queramos o cuando la declaremos inaugurada, sino cuando el bipartidismo decida
que ha llegado el momento de ponerse el pijama. Por supuesto, no acabará tras
unas elecciones, sino cuando España abra la maleta y ponga sobre la mesa todas
sus obsesiones, virtudes y defectos.
Jesús Quintero,
condenado ya a no tener el cigarro en la mano durante las entrevistas, le agradecía
hace pocos años a Juan Luis Cebrián haber aceptado la invitación. Es un
privilegio tenerle aquí, es usted el primer poderoso que viene, le dijo, y
Cebrián, con una carrera paralela al documental de Moncada (desde la dirección
de informativos de la RTVE franquista hasta las alturas empresariales de PRISA)
respondía mintiendo amablemente que poderoso él no era, poderosos son los que
tienen poder político, fallaba voluntaria y estrepitosamente en su análisis del
estado de las cosas el presidente ejecutivo. Por qué es tan complicado saber lo
que piensan los poderosos, se esconden mucho, es difícil que venga alguno aquí,
insistía Quintero, y Cebrián con sonrisa maliciosa respondía que si por
poderosos se refería al poder empresarial, a las familias del IBEX, pues que se
esconden porque suelen ser gente reservada.
El poder es reservado
hasta que no le queda más remedio que dejar de serlo. Y si Quintero tuvo el
privilegio de sentar a su mesa a Cebrián, nosotros tenemos en estas fechas el
privilegio de tener al poder económico hablándonos cara a cara. Con
intermediarios, pero cara a cara. Un día alguien propuso crear un Podemos de
derechas y meses después un joven catalán era promocionado por las encuestas
como firme candidato a liderar el cambio para que todo siguiera igual. Como
Cebrián con el loco de la colina, el poder nos mentía amablemente en boca de
Rivera cuando nos hablaba de la nueva política, de no pactar con los viejos
partidos, de regeneración. Una vez pasadas las elecciones, con los votos ya
atados y bien atados dentro la urna y sin peligro de que salgan de allí por el
momento, la mentira piadosa se echaba a un lado para dejar paso a la política
real: el partido de “la gente normal que hace cosas extraordinarias y con
ilusión”, hace de Celestina del IBEX para una alianza PP-PSOE que evite nuevas
elecciones y con ello la posibilidad de nuevos sustos.
El pacto de Estado que
proponen Rajoy y Rivera estaría ya firmado de no ser porque el PSOE necesita
sus tiempos y su puesta en escena. Un partido que lo fue de Gobierno y que
pierde sangre y aceptación a medida que cede el terreno que el poder le va
pidiendo, no puede tirarse instantáneamente a los brazos de Rajoy en nombre de
la estabilidad del poder sin firmar su desaparición en ese mismo instante. Necesitan
tiempo. Tiempo para que ese “indecente” que todavía resuena, deje de hacerlo;
tiempo para que lo que hoy sería un atraco a sus votantes y una humillación
pública, se convierta en un acto de responsabilidad.
El documental acaba
con una chirigota callejera del carnaval de Cádiz. Un grupo de cazadores con
escopeta a la espalda recuerdan en 2015, a las puertas de la ansiada nueva
transición que habrán cambiado los tiempos respecto a la anterior, pero no la
esencia del país, ni la trinchera de los privilegios.
Dime,
dime, dime, dime tú
dónde
vas de vacaciones
dime,
dime si a la Costa Azul
o al
Pantanos los Hurones
Ya
tenemos otra vez aquí
a los
dos españolitos
el que
va de montería y
el que
va de montaditos
Yo soy
la España de Blesa y de Botín
de
duquesas y de infantas
la del
palco del Madrid
soy la
España de postín
de
pandereta y charanga
del
pequeño Nicolás
la
escopeta nacional
soy la España de Berlanga.
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