lunes, 21 de diciembre de 2015

“DARÍO LOPÉRFIDO, MANDARÍN DE LA CULTURA”

“DARÍO LOPÉRFIDO, MANDARÍN
 DE LA CULTURA”

EDUARDO SANGUINETTI, FILÓSOFO

Hoy, repensar el ayer en Argentina significa entablar un diálogo con la “falsa modestia”. Sin problemas espectaculares, sin causas apasionantes, los diversos sectores que conforman por decreto, la agenda de esa ¿cultura? parecen definitivamente arreglados, sumergidos en una fase de indefinido y satisfecho estancamiento, con sus repugnancias reprimidas y el antojadizo accionar impune de “mandarines y mandaderos” que pretenden “manipularla”… tal el caso, del flamante secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, el exmultifuncionario del gobierno de Fernando De la Rúa y Flia.:Darío Lopérfido.

No se ignora, que existen resistencias importantes con este señor, como por ejemplo, del Ing. Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios, del gobierno de Mauricio Macri, quien no ha visto, según trascendidos de medios, con buenos ojos la designación de Lopérfido, al frente a la Secretaría de Cultura, que el ingeniero Lombardi ocupara en el anterior gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de manera muy eficiente.

Coincido plenamente con Lombardi, en cuanto a disentir, con el simplista parecer de Lopérfido, al declarar, en lenguaje rústico, en una entrevista otorgada a varios medios, con relación al funcionamiento del Centro Cultural Kirchner: “no es posible sostener un lugar de excelencia de manera gratuita”. Sin embargo, Joaquín Navarro (vocero de Lombardi) salió a desmentirlo: “No se va a cobrar entrada en el Centro Cultural Kirchner. Además, ese espacio no depende de la ciudad”… Lopérfido dijo también: “El populismo es una idea que va contra la sofisticación del pensamiento, y yo creo en la exigencia en materia cultural”… sería interesante que amplíe ¿no?
Escribo esta columna a modo de testimonio escrito, autobiográfico: un ‘acto de vida’, en desfavor ‘del montaje de esta historiola’ y de los intentos de dar legitimidad a la ficcionalización de ¿funcionarios?, de ‘nuestra historia del presente’, fraguada en el fogón de los discursos reduccionistas, de las ideologías de ocasión, presentes en argumentaciones insostenibles, justificando lo que no amerita el más mínimo análisis, por la vacuidad se lo tratado, por estos funcionarios.

Sería indispensable, que Darío Lopérfido, deje de lado, el manierista y torpe intento de dar espacio a lo intrascendente, en que desacreditando la distancia entre arte y vida, la cultura juegue a menudo a mantener los privilegios mediante estatutos de poder y discursos externos que curiosamente legitimen como diferente lo igual.

El problema no estriba tampoco en defender una cultura oligárquica, frente a otra popular o viceversa, sino en asumir los compromisos, las diferencias y las relaciones. No basta con encontrar similitudes naturales entre The Talking Heads y Ross Bleckner, sino se admite además que en lo que respecta a ciertas cualidades hoy supervaloradas – que legitiman lo que no puede evitar ser una cultura de élite, la vida cotidiana y la cultura de masas, avanzan más rápido, tienen menos escrúpulos disciplinares y disciplinarios, orientándose a un disfrute más inmediato.

Darío Lopérfido, en estado de tensión dinámica y no anquilosante, debería “adaptarse” y “autoorganizarse”, acatando la veracidad de las evidencias, de siglos que lo anteceden. La obsesión por “brillar”, en realidades obtusas, no garantiza en absoluto, mayor eficacia, para los tiempos difusos por los que transitamos, en búsqueda de un proto-suelo, donde encontrar el anclaje en ensayo magistral. de someternos a la historia de la representación y sus representantes, de lo material-inmaterial, lo popular y lo público, el logos y la tekné.

Hace dos décadas, Lyotard, organizó en el Centro Pompidou (el nombre de dicho espacio de arte, fue construido durante el mandato del presidente francés George Pompidou, el cual falleció antes de que se terminara el edificio) la megamuestra que tituló “Les Inamteriaux” (Los inmateriales). En dicha tentativa, que he tenido el honor de ser invitado, el talentoso Lyotard, ha recorrido anticipadamente la posmodernidad, desde la ciencia, la teknè, el arte visual, el psicoanálisis, el teatro lírico, la filosofía y el sonido… toda esta operación cultural por y para ampliar el paisaje de lo que podría llegar a ser la cultura del tercer milenio, sin la restricción de un límite y la urgencia de una ruptura. Lyotard ha suturado de ese modo lo popular en lo público, sin caer en las repugnancias reprimidas, que antepone Lopérfido, condicionando al espectador, de manera un tanto ingenua y totalitaria.

La aventura de operar en acciones culturales, consiste en generar nuevas obras, nuevos mitos, nuevos poemas y teoremas, respondiendo a la complejidad de la realidad, pero también a la sutiliza de un deseo renovado. Instalarse más allá de la sumisión y la rebeldía. No a favor o en contra de la realidad, sino siempre a favor de la existencia cultural y de la relación.

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