POR EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
La
ideología simulada, travestida en dogma de ninguna creencia, solo niega y
denigra a los que afirman su ‘pasión de vivir’ en este mundo y permanecer en
este tiempo, tan difuso.
Se
eleva a categoría de deidad y ni siquiera se discute lo vano y fútil, lo
degradante y engañoso, lo perverso y pervertido, en fin, los excrementos de lo
que se pensaba superado.
Hoy,
más vigentes que nunca, en una Latinoamérica que muta, al ritmo de lo que
dictan las corporaciones económicas de medios “infectos” de desinformación… y
difamación. A todos los que nos manifestamos en libertad de ser y estar, sin
jamás negociar ni pactar con traidores y cobardes, internos y externos,
funcionales a los imperios asesinos.
“Todo
es relativo excepto la relatividad” o como lo resumía un jurista: “Antes para
robar un banco, había que atracarlo; hoy basta con fundarlo”. Antes para
eliminar una revolución, había que disolverla; hoy basta con promocionarla.
Es
el gran tema hoy, con la tecnología de vanguardia en acto, pero manipulada por
singulares expertos que establecen fórmulas apocalípticas para relativizar lo
relativo vuelto absoluto, ejecutando un golpe constitutivo de discontinuidad a
la luz de siglos que observan. En este contexto, ‘las filosofías débiles’, ‘el
proyecto dolce’, ‘el producto light’, ‘la vida soft’ o la geometría blanda, son
meros síntomas, meros testimonios de la situación planteada ante esta nueva
realidad, más que ensayos de solución personal.
Es
conocido el “malestar de la legítima inteligencia” ante el estado de las cosas
en que se debate el futuro de la humanidad, condenada a un futuro calculado de
esclavitud bajo la pesada bota del neoliberalismo en acto de eliminar valores
esenciales de existencia en igualdad y fraternidad, en libertad y verdad.
En
el escenario en que se debaten las diferentes representaciones de la
“realidad”, ya es poco probable reconocerse en la misma como actor pues uno se
convirtió en espectador del drama de este milenio que presenta la apertura de
un abismo entre quienes piensan que viven y quienes dictan sobre el mundo, o
piensan actuar sobre él.
Abismo
donde se precipitan, con el éxito que es conocido, todos los funcionarios
políticos corporacionistas, que manipulan sobre la geografía de este planeta,
destilando en sus discursos reciclados, un tufillo de intolerancia a quienes
intentan poner en juego valores fuera de los que ellos protegen en nombre ¿del
entendimiento y las buenas costumbres?, ante la mirada mansa de una comunidad
de naciones, que asiste mansamente a su exterminio, como seres en acto de
elegir y expresarse en libertad.
En
este tercer milenio, debe ser instalado, por nosotros y para nosotros,
habitantes de esta tierra, un ideal de vida en libertad y verdad, sin dejar
nuestras existencias en manos de la representación política, como es concebida
hace décadas en las democracias procedimentales.
Lógicamente,
y tomando como referencia los años transcurridos de este tercer milenio, muy
definitivo en cuanto a los fines impuestos por los poderes imperiales.
Ladegradación de la humanidad, en su mayoría anestesiada y paralizada, ya fue
anunciada por visionarios como: Orwell, Huxley, Nietzsche, Benjamin,
Parravicini, Welles, Scott, entre otros, que desde la literatura, la filosofía,
e incluso el cine, han anticipado este tiempo de realidades obstinadas.
Y
he aquí, el momento culminante, en el que debo advertir “la sumisión de lo
evidente”. Sumisión, que deviene en un “pensamiento libre”, al que no le
interesa mucho influir en las masas ansiosas, hipnotizadas y prostituidas.
Sumisión en estado de rebeldía, ante toda la basura no biodegradable,
(incluidas campañas electorales en desmedro de candidatos de los pueblos), que
accionan en las redes sociales y medios de publicidad corporacionistas, que
hacen nido en el inconsciente, que se disparó en un instante y por siempre,
hacia un porvenir difuso, ahistórico, como el poder político neoliberal lo
imaginó e hizo efectivo.
La
democracia, recuerden, no es una sistema de consenso. Es un sistema en el que
cada uno tiene el derecho de expresarse desde sí mismo, por sí mismo y a
elegir, acorde a sus inclinaciones y capacidades. Cada uno es el realizador de
sí mismo… era la consigna ¿no?
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