MANOS...
DUNIA SÁNCHEZ
El
otoño ha llegado. Pasos se escuchan a través de las calles. La soledad impera
en sus seres. Criaturas deformes en sus
espíritus danzan consigo mismas. Un cielo de sábanas grises impera en cada
esquina. Ahí se encuentran.
Ya
estamos llegando. Todos tus sufrimientos acabarán. Ya sé que está pendiente es
espesa pero con el grito de la alegría alcanzaremos la cima. Venga. Animo. Un
poco más y ya estaremos en la cumbre donde las aves alzan sus vuelos.
No.
No puedo más. Hay algo en mí que me encierra entre rejas de púas. Parece que
agonizo. No sé. Se me hace pesado. Tan pesado que el cansancio cuelga de mis
espaldas. Para que volar. Yo no quiero.
Solo aquí. Sentada en una roca mirar lo que mis ojos alumbre.
No
te puedes detener ahora. Sería el fin. El fin de tus jornadas rondadas por ese
astro rey que indica que hay esperanza. Levántate mujer. Mujer de añicos. Mujer
de borrascas que se confunden con la ofuscación de las fuerzas. Levántate
mujer. Aquí te espero. Mira, mira….ya la cima está ahí. Pediremos nuestros
deseos cuando la noche encienda sus estrellas fugaces.
Qué
dices. Qué hablas. La armonía comienza ahí arriba. Sí, en esa cima que debemos
alcanzar. No te dejaré. Vamos. Enderézate. Se vertical sueño de tus anhelos. Ya
verás. No cierres los ojos. Te llevas la mano a tu pecho y sientes los latidos
apagados de tu corazón, de tu alma. Un esfuerzo más. Ubicas tus ganas en esa
vertiente que detesto de la desgana. No. No… Dame tu mano llegaremos juntos.
Juntos.
Para qué. Todo será igual detrás del espejo de esa cima, pienso yo. Me impulsas
a elevarme de mi estática raíces y lanzarme bajo el influjo de tu mirada. Lo
intentaré. Sí. Sí…dame tu mano para llegar juntos.
Y
se dan la mano. Manos que corretean con la hojarasca. Manos que juegan a contar
los astros. Manos que se saludan con el rito de la paz. Manos columpiadas por
el manar de un arco de colores que los lleva lejos, muy lejos…fuera del alcance
de alambradas de sangre, de vientres abultados recolectando moscas, de la sed
de nuestra esencia, de una naturaleza descarrilada, de minas con sabor a
rajadas vidas. El otoño ha llegado. Dos
manos son las huellas que se quedan atrás. Caminan por el infinito de las
ilusiones.
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