PASAJE A LA
LIBERTAD
EDUARDO
SANGUINETTI,
FILÓSOFO RIOPLATENSE
Uno
de los errores de la izquierda del siglo XXI ha sido limitarse a la denuncia
sin intervenir de manera activa dentro del Estado, siendo gobierno, para dar un
giro definitivo en el estado de las cosas y no perpetuar el simulacro de una
democracia desdibujada de su concepción original.
La legítima izquierda debe estar en la calle y en las
instituciones, exigiendo cambios radicales (es decir, que van a las raíces del
problema de concentración del poder) a los que las estructuras y castas de
poder se opondrán por todos los medios.
El pueblo podrá alcanzar lo que desea si se moviliza, marchando
para hacer efectivo su afán de arribar a una existencia en paz y armonía, en
igualdad, solidaridad y fraternidad.
El principal inconveniente no es que la población no sea
consciente de las enormes limitaciones de la democracia, sino que no cree que
pueda cambiarse.
La historia muestra que sí se puede al menos temporalmente dar
un vuelco gracias a la voluntad liberadora e inspirada de hombres y mujeres que
no admiten ser explotados y perpetuar el fraude. En contra de lo que las
estructuras de poder han informado, el cambio de dictaduras a democracias pasó
como consecuencia de la enorme movilización popular, liderada por el movimiento
de quienes estén nutridos de ánimo de cambios en la estructura del aparato
explotador instalado en el planeta.
Se trata de preparar nuestras mentes para el combate vital por
la lucidez, y eso significa que hay que estar siempre buscando cómo conocer el
propio acto de conocer, haciendo de lado privilegios que reciben legisladores
bien rentados, que ya no se representan ni a sí mismos, en nombre de la
democracia y el orden vetusto que ya no tiene espacio para quienes somos
herederos legítimos de una tradición donde el conocimiento implica
responsabilidad y el pensamiento tenga un sitio de honor en la vida de nuestra
comunidad.
Avanzar persistentemente y con voluntad de modificar el estado
de las cosas, en un continente real donde se instale una nueva comunidad en la
cual se aplique una nueva política, acorde a las necesidades del presente, no
serializando situaciones que nos hacen estar unidos a un pasado perimido,
nuevas actitudes para nuevas circunstancias, una nueva economía y una nueva
cultura, que renazca de los orígenes y no importada de un mundo agotado en sus
procesos creativos mercantilistas, con un mercado al servicio de intereses que
nada tienen que ver con la cultura y en manos de burguesías parásitas que
esconden sus estafas, bajo el tamiz de Centros Culturales, Museos y
Universidades donde presentan a los intelectuales genuflexos y esclavos de
estos explotadores y sepultureros de todo lo que tiene de transparente y nítido
el acto creador.
Hago extensivo lo manifestado en esta columna a los pueblos de
Suramérica, África y el resto de naciones bajo el dominio y la pesada bota del
neoliberalismo; tierras donde el fraude, la explotación y la superchería, hoy
en manos de corporaciones transnacionales que cuentan con la anuencia de las burguesías
capitalistas al servicio y orden de Estados Unidos y la Unión Europea,
victimizan a nuestros pueblos hambreados y jaqueados en su voluntad de acción,
y no les dan otra posibilidad ante instancias electorales, que optar como
alternativa válida la que instalé en elecciones de 1996, asimilándome a la
propuesta de Charles Baudelaire a los habitantes de Francia de votarse a sí
mismos.
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