ARTURO MACCANTI. CUANDO MUERE UN POETA SE
ENCIENDE UNA ESTRELLA
POR FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ
Estoy convencido de que cuando muere un poeta una nueva estrella
se enciende en lo alto. Esta, la de Maccanti es, seguro, una más del color
verde de esperanza de las estrellas de la bandera de mi patria. Allá arriba
seguirá resonando su voz con "el eco de un eco de un eco de un
resplandor".
Lo último que escribí ayer fue una despedida para dos compañeros
que, cada uno en su estilo y en su terreno, fueron tenaces luchadores, de esos
que Bertolt Brech estima como imprescindibles porque su lucha dura toda una
vida. Hoy me despierto con otra noticia de esas partidas irremediables que
dejan tristeza en el corazón, la de Arturo Maccanti, morador de esa Gurea
anímica que es el trasunto de su/nuestra añeja ciudad de Aguere.
La última vez que hablé
con él fue, como casi siempre, en una esquina lagunera, esta vez en la
Concepción frente a su casa, cuando,
amable, cariñoso y humilde, con esa humildad innata que solo tienen los buenos
y los grandes, me agradeció un artículo que le había dedicado, impregnado con
la ira que la injusticia crea, cuando solicitaba“una simple pensión para
vivir”–malviviendo- porque se le negaba por la administración colonial la
pensión que se había ganado con más de 30 años de cotización, artículo que
reproduzco de nuevo a continuación como homenaje a su memoria. El Ayuntamiento
de Aguere ofertó a su hijo adoptivo una colaboración económica a cambio del
trabajo que más le gustaba, introducir en el mundo de la poesía a los alumnos de
los colegios laguneros, exiguo apoyo a
uno -con Feria y Padorno- de los mejores poetas de la generación de los 50, al
que le viene a la medida el nombre, de
reminiscencias místicas, de la editorial que fundara con Antonio García Ysábal
y Manuel Glez. Sosa“La fuente que mana y corre”. Estos alumnos, representados
por los del Colegio de Guamasa y la Federación de Asociaciones de Vecinos de
Aguere le han devuelto parte del cariño y admiración de todos los laguneros en
forma de una placa de bronce, esculpida por Fernando García Ramos –autor
también de la de Secundino Delgado que le encargamos la CCT para el Cementerio
Viejo chicharrero- y que colocaron en la pared exterior de su casa en la
Concepción el pasado febrero.
El enorme corazón de
Arturo ha ido a encontrarse con el de aquel niño que se mueve solitario en un
columpio vacío y que marcó gran parte de su peculiar quehacer poético, pero
cuando muere un poeta siempre se enciende una estrella y en ella queda grabada
su voz resonando eternamente “el eco de un eco de un eco de un resplandor”
porque, como nos decía Mercedes Sosa,“Si se calla el cantor, calla la vida”
Gomera a 12 de septiembre de 2014
Arturo Maccanti. La amargura del creador en una colonia
No he hablado mucho con Arturo Maccanti. Si mal no recuerdo las
últimas veces fueron en alguna de tantas ilustradas esquinas laguneras, una en
compañía de Alberto Pizarro y, la última, con Fidel Campos antes de que pasara
a habitar en la memoria de los amigos. No sería, por lo mismo, nada más que un
simple conocido de nuestra Guerea a quien saludas al entrar o salir del Ateneo
y vas a oírle algún recital poético en la sala San Borondón, por lo que puede entenderse que lo que diga
sobre él nada tiene que ver con la amistad sino con la dignidad. Arturo es para
mi generación –que sucede a la suya- un paradigma de muchas cosas. Luchador
incansable por la cultura de esta insulana patria, desde editoriales como el
Taller de Ediciones JB que tanto hizo por el resurgir poético de esta tierra
tras la larga noche fascista o la editorial “La fuente que mana y corre” con
García Ysábal y González Sosa; como traductor de la moderna literatura
italiana; como organizador de aquella magna concentración poética que fue“La
Laguna, Ciudad de Poesía”que congrego a más de un centenar de poetas en nuestra
Guerea; como mantenedor poético en innúmeras fiestas; colaborador activo en
aquellos dos inolvidables“Congresos de Poesía Canaria”en el Ateneo lagunero –lo
recuerdo recitando en el Primero el mismo día de 1976 que lo hacía Pedro García
Cabrera- y, sobre todo, como POETA, con mayúsculas, actividad intelectual que
le valió el Premio Canarias y su nombramiento como miembro de la Academia
Canarias de las Letras.
Pudo haber nacido a la sombra del Bosque de Varrámista pero fue
la del Nublo sobre Inagua quien lo arrulló. Pudo corretear de niño cerca de una
playa del Alentejo luso, pero fue la dorada arena de Las Canteras, la Barra y
la Peña de la Vieja los escenarios de sus juegos infantiles junto a los
Padorno, Millares, Monzones y Gallardos, atemorizados por los lejanos ecos de
la Guerra de España y los cercanos de los campos de prisión de la Isleta y los
lamentos desde los Pozos de Arucas. Desde luego que la elección de Gran Canaria
para nacer correspondió a sus padres, pero la de ligar en su corazón a Las
Palmas con Aguere fue suya personal. Tan de Aguere que una vez, comentando hace
años en Tamarán con Antonio García Ysábal –habitante ya también de memorias y
estrellas- sobre poesía isleña y africana, me dijo de Maccanti“ese es más lagunero
que tú”. Realmente fue ese, de Maccanti
con Guerea, un amor correspondido pues La Laguna lo hizo su hijo adoptivo.
Poeta mezcla de lo abstracto y lo muy concreto, doliente
escritor en y de soledad, con el alma siempre trabada en un columpio que se mece
sin niño que lo ocupe. Él mismo nos lo dice“Me golpeó el dolor con guantelete/
de acero en pleno rostro/..../Me encontré solo y escribí poemas”. Su raíz es
universal, cosmopolita, pero su corazón siempre ha estado en este“Mi pequeño
país de inmenso cielo/ de inmenso mar”, pero este pequeño país heptainsulano
es, como todos los colonizados, un
pequeño Saturno que devora a sus hijos, sobre todo cuando los medianeros de la
finca colonial son unos pobres ignorantados de sumiso espíritu y la metrópoli
que lo controla y diseña ha perdido cualquier sentido de dignidad y humanidad y
regatea hasta los medicamentos de sus pensionistas y los maestros de sus hijos.
A Arturo se le niega hoy una mísera pensión tras largos 30 años de cotización
y, colmo de la infamia de feroces fenicios mentales, hasta el apoyo aún más
misérrimo de la ayuda no contributiva y no hay autoridades (¿?) de ningún tipo
que respondan a la angustiosa llamada de auxilio, llena de dignidad y dolor que
ha realizado en Radio San Borondón:“Soy mayor y no tengo porqué ocultar a los
canarios el dolor que estoy sufriendo.Creo que he hecho mucho por mi país, por
mi pueblo canario, aunque sea desde el ámbito poético e idealista. Ahora es el
país el que tiene que ayudarme, no estoy pidiendo yates, ni cacerías, sino que
me concedan una mínima pensión con la que vivir”.¿Quemarán luego sus libros los
pseudonacionalistas que nos desgobiernan en un tenebroso auto de fe? ¿Lo
permitiremos los que sabemos que sin poetas no hay vida ni futuro, los que
amamos a esta tierra y a su cultura?
Anímicamente estos cipayos del pensamiento ya han disparado
sobre el Premio Canarias e Hijo Adoptivo de Aguere que nos dejó escrita su
esperanza tras su lucha por la cultura de esta atribulada colonia:
“Me he desangrado
sobre ti.
Tú siempre me has
devuelto duplicada la sangre
y más claro mi
sueño”
Con ira en Guerea,
arquetipo de Canarias, a 26 de abril de 2012.
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