LOS DIOSES DE
LA DEUDA ODIOSA
ESCRITO POR
BLAI COLLADO
Imaginemos
que despertamos mañana y leemos las declaraciones de Mariano Rajoy: “vamos a
tomar el toro por las astas: anuncio que el Estado suspenderá el pago de su
deuda externa” seguido de una impetuosa
exclamación: “¡lo primero es la vida, después la deuda!”
Algunos retirarían sus ahorros a la misma velocidad que
Esperanza Aguirre huyendo de un agente de tráfico; otros -los que no tenemos
tantos ahorros- nos pellizcaríamos hasta sangrar deseando que no fuera un
sueño. De uno u otro modo, si nos atenemos a los antecedentes históricos de
impago de la deuda, la idea de que España deje de pagar a sus acreedores
internacionales no es tan descabellada como parece.
Para entender estos antecedentes es preciso conocer la teoría de
la deuda odiosa o ilegítima, que sostiene que la deuda externa contraída por un
gobierno y considerada como odiosa no tiene por qué ser pagada. En todo caso,
ésta podría considerarse como contraída a título personal, con lo que serían el
monarca, el presidente, el director del banco central nacional o los ministros
los que deberían responder al pago. Para determinar si una deuda es odiosa o no
lo es, la definición teórica más aceptada es la que estableció en 1927 el
jurista ruso Alexander Sack, quien identificó 3 requisitos: (1) que se haya
contraído sin el conocimiento ni la aprobación de los ciudadanos; (2) que se
destinen a actividades no beneficiosas para el pueblo; y (3) que el acreedor
conceda el préstamo aún siendo consciente de los dos puntos anteriores.
Esta es la teoría que se esconde tras el concepto de deuda
odiosa, pero -como suele ocurrir en política- entre la teoría y la práctica hay
un abismo. Tenía razón Mao Tse-Tung cuando dijo que “si quieres conocer el
sabor de una pera debes darle un mordisco”, así que en este artículo nos
proponemos hacerlo con piel y no dejar ni la semilla. Veamos cómo se ha
comportado la deuda odiosa en la práctica.
1. La deuda odiosa de los imperios colonizadores
Entre 1327 y 1832 se consideran 4 casos de impago: Inglaterra en
dos ocasiones, España y Portugal. En todos los casos los reyes regentes
renunciaron a pagar la deuda contraída por sus antecesores porque consideraban
reprobable el uso que se le había dado (invadir Francia, expulsar a los judíos
de Inglaterra, financiar la Guerra civil de las Dos Rosas y costear las guerras
coloniales en América). Los principales perjudicados por estos impagos fueron
los acreedores de la vieja Europa -los Bardi, los Peruzzi, los Medici, los
Fugger, los Outrequin y los Jauge-, todos ellos viéndose forzados a quebrar o
cerrar gran parte de sus sucursales. La conclusión que podemos extraer de estos
casos tiene mucho que ver con algo que pronunció siglos más tarde el economista
John Maynard Keynes: “si un ciudadano le debe mil libras a un banco, el
ciudadano tiene un problema. Si le debe al banco diez millones de libras, quien
tiene un problema es el banco”.
2. La deuda odiosa por la independencia de Sudamérica
Entre 1821 y 1923, Perú, Méjico, Cuba y Costa Rica se atrevieron
a plantar cara a los imperios. El motivo fue común: la renuncia a devolver los
préstamos concedidos a los colonizadores, que fueron utilizados para
invadirles, someterles e intentar evitar su independencia. Los damnificados en
estos procesos fueron el imperio español, el francés y el de Gran Bretaña, que
habían financiado guerras y regímenes dictatoriales en estos países. A
diferencia de los antecedentes previos, estos casos se ciñeron con cierta
fidelidad a la definición que dio Sack de la deuda odiosa. A pesar de ello y de
que pueda parecer que fueron claras victorias de pueblos liberados -como nos
gustaría pensar-, a la hora de juzgar los hechos no debemos olvidar que no
hubieran sido posibles sin la ayuda de los Estados Unidos, lo que no significó
más un cambio de un dueño europeo por uno americano.
3. La deuda odiosa de las Guerras Mundiales
Las grandes guerras dieron paso a una nueva pauta de deuda
odiosa, esta vez protagonizada por la Rusia de Lenin y la Alemania de Adenauer.
En 1918 el Partido Comunista ruso se negó a pagar la deuda que el anterior
régimen zarista había utilizado para financiar su participación en la Primera
Guerra Mundial. Habiéndose declarado pacifista y opuesto a la guerra desde el
comienzo, el nuevo gobierno renunció a la deuda concedida por los bancos de
París, Londres y Nueva York. El caso de Alemania ocurrió en 1953, cuando se
negó a devolver un 60% de una deuda que había servido para financiar su
intervención en las dos guerras. Los dos casos tienen idiosincracias distintas:
recordemos que Rusia no contó con la aprobación de los Estados Unidos, mientras
que Alemania tuvo un claro apoyo de las potencias del momento a uno y otro lado
del Atlántico en clave de la Guerra Fría que iba a devenir. A pesar de todo
tienen un aprendizaje en común y es que cuando existen conflictos de tal
envergadura como una Guerra Mundial y que provocan un cambio de régimen tan
evidente -del feudalismo al comunismo en Rusia y del nazismo a la
socialdemocracia en Alemania- se reconoce el anhelo del nuevo régimen de romper
con el pasado, incluyendo la renuncia a la herencia de la deuda.
4. La deuda odiosa de Argentina y Ecuador
Ya en el siglo XXI aconteció el mayor default de la historia. Es
el caso de Argentina, donde el elevado déficit fiscal fue carne de cañón para
un FMI que ofreció su apoyo a cambio de la imposición de severas medidas de
ajuste. La aplicación de políticas neoliberales -que facilitó la especulación
de bancos extranjeros y empresas multinacionales- yendo de la mano de una más
que reprobable gestión por parte de los gobiernos del momento tuvo como
consecuencia la suspensión de pagos de Adolfo Rodríguez Saá en el año 2001.
Ecuador se encontró en una situación muy similar en 2008 y fue capaz de no
someterse a presiones. El gobierno de Rafael Correa -que disponía de mayor
independencia económica gracias a sus reservas de petróleo- se enfrentó a las
amenazas del Banco Mundial y expulsó a los enviados del FMI del Banco Central
de Ecuador, ganándose así el odio de las esferas neoliberales. Estos casos
demuestran que en el siglo XXI la capacidad economía ha sido más clave que
nunca en la consideración de la deuda odiosa, ya sea mediante el apoyo de
bancos e instituciones internacionales como hizo Argentina o la posesión de
recursos naturales codiciados mundialmente como hizo Ecuador.
5. La deuda odiosa de George Bush en Irak
En 2002, previo a la Guerra de Irak y la invasión de los Estados
Unidos, George Bush decidió que el primer gobierno provisional de Irak debía
declarar la suspensión del pago de la deuda con la excusa de que no debía
cargarse sobre los ciudadanos, aunque la verdadera razón fuera que no querían
administrar un país con una enorme deuda que les impediría actuar con libertad
y sacar el máximo beneficio económico a sus reservas de petróleo. Estados
Unidos hizo todo lo posible para que no se utilizara el término deuda odiosa ya
que su argumento en Irak podía ser utilizado en muchos otros países con
conflictos similares. De hecho, el miedo a la utilización del término fue tal
que el principal acreedor -una Francia que había sido la gran suministradora de
armamento de Saddam Husein- aceptó la reducción de la deuda con el acuerdo de
no mencionar la expresión deuda odiosa y evitar así que se expandiera la idea
entre sus protectorados en África.
6. La deuda odiosa del terremoto de Haití
En el año 2010 Haití fue protagonista de un nuevo argumento: el
de los desastres naturales. El terremoto del 12 de enero puso en evidencia la
imposibilidad del país para pagar la deuda externa contraída a lo largo de
muchas décadas por gobiernos dictatoriales y corruptos como los de la familia
Duvalier bajo el pleno conocimiento de sus acreedores. A raíz del terremoto,
incluso el Club de París -que comprendía los principales países acreedores-
alentó la condonación de la deuda externa haitiana ante las evidentes
dificultades financieras de este país agravadas por la devastación del
terremoto.
Atendiendo a estos 14 antecedentes, lo que evidencia la praxis
es que a la hora de declarar una deuda como odiosa la definición original de
Sack no es más que una coartada. Lo cierto es que los impagos de deuda externa
han tenido éxito cuando han sido orquestadas (a) por un imperio con mayor poder
que sus acreedores; (b) bajo la custodia de un imperio con intereses
económicos, políticos y estratégicos como el de los Estados Unidos o de
instituciones del mismo calibre como el FMI; (c) con un anhelo de pasar página
ante grandes guerras con consecuencias devastadoras; (d) gracias a la
independencia económica que ofrece la posesión de recursos naturales; y (e)
tras la miseria provocada por impredecibles desastres naturales.
Hay que reconocer que no es sencillo imaginar a Rajoy
esgrimiendo las palabras con las que introducíamos este artículo (cuyos autores
fueron Adolfo Rodríguez Saá en 2001 y de Rafael Correa en 2008). Lo que es
cierto es que en el año 2011 Grecia, Portugal, Irlanda y España reclamaron la
auditoría de su deuda externa ante la hostilidad del statu quo occidental y,
consecuentemente, de la opinión pública. Y pese a no encontrarse ninguno de
ellos en ninguna de las situaciones descritas anteriormente, la historia
demuestra que el concepto de deuda odiosa es tan efímero que de forma natural
estimula a estos países a querer escribir un nuevo capítulo en el libro de la
deuda odiosa; un libro que se empezó a redactar en el siglo XIV y no dejará de
hacerlo hasta que las sociedades humanas tomen una nueva forma aboliendo las
relaciones de explotación a nivel tanto personal como institucional; un nuevo
capítulo que nos gustaría titular como “7. La deuda odiosa del sur de Europa
contra la Troika”.
No forma parte de este artículo el discutir qué parte de la
deuda externa del país es odiosa o no lo es, lo único que pretendemos es poner
el debate sobre la mesa con el anhelo de que algún día -más pronto que tarde-
demos un golpe sobre esta misma mesa y nos atrevamos a auditar la deuda
contraída en las últimas décadas. Sólo de este modo seremos capaces de mirar
cara a cara a los dioses de la deuda odiosa.
Si queréis saber más acerca de la deuda odiosa, os recomendamos
las referencias utilizadas para la elaboración de este artículo: “The money
lenders” de Anthony Sampson; “Kingship and masculinity in Late Medieval
England” de Katherine J. Lewis; “Historia inaudita de España” de Pedro Voltes;
“Deuda externa ilegítima argentina: la estafa” de Alejandro Olmos Gaona; “Los
crímenes de la deuda: deuda ilegítima” de Laura Ramos; ”Deuda externa y
ciudadanía” de Jaime Atienza Azcona; “50 respuestas sobre la deuda, FMI y el
Banco Mundial” de Damien Millet y Éric Toussaint y “Grecia-Alemania: ¿Quién
debe a quién?” de Eric Toussaint. Además de los documentales “Debtocracy” y
“Catasrtoika” de Katerina Kitidi y Aris Chatzistefanou.
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