ÉBOLA: EL
ESCÁNDALO DE LA EPIDEMIA DE LOS POBRES
ESCRITO POR PABLO ALEGRÍA
No por casualidad el virus del Ébola ha
matado ya a miles de personas en África Occidental. Su propagación
descontrolada está directamente ligada a la absoluta falta de medios de los países
afectados tras siglos de expolio, a la inexistencia de vacunas y a la
indiferencia internacional ante un drama que venía incubándose desde hacía
meses.
Con más de 4.000 personas infectadas y 2.200 muertes registradas
oficialmente al cierre de esta edición, el primer caso documentado del actual
brote se remonta a finales de 2013, con evidencias de epidemia desde marzo. Sin
embargo, hasta agosto, y sólo tras la publicitada infección de un puñado de
ciudadanos occidentales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) no declaró
el estado de emergencia internacional. Paradójicamente, menos tiempo tardaron
los organismos internacionales en solicitar (septiembre de 2012), aprobar
(diciembre) y ejecutar (enero de 2013) la misión militar en el limítrofe Mali,
liderada por Francia en socorro del régimen amigo.
Operación de aislamiento
Lejos de suponer un punto de inflexión, las medidas puestas en
marcha no han hecho más que agravar la situación. La cancelación de vuelos
internacionales o la petición de las embajadas a sus ciudadanos de evacuar la
zona han empeorado una crisis económica ya desesperada. La “tierra del Ébola”,
como alegremente han sido rebautizadas Guinea, Sierra Leona y Liberia en medios
de comunicación, ha sido ante todo sellada. Simbólicas, por su componente
racista y de criminalización, han sido las imágenes de Guardias Civiles con
mascarilla ahuyentando a personas inmigrantes de las vallas de Ceuta y Melilla.
Detrás del pánico sembrado, existe un virus que sólo se contagia
por contacto directo con fluidos humanos infectados, en el que “medidas básicas
sanitarias” para los estándares occidentales bastarían para controlar su
expansión, según denuncia en un artículo Adam C. Levine, profesor de Medicina
de Urgencia en la Brown Medical School de EEUU.
Mientras tanto, la ayuda internacional sobre el terreno se
limita a la acción de unas ONG totalmente desbordadas. El plan anunciado
recientemente por la OMS es poco más que un brindis al sol: tardío y lleno de
incógnitas a la espera de los 450 millones necesarios para su aplicación, si es
que alguna vez se llegan a recaudar. Por su parte, el FMI ya ha ofrecido su
contribución en forma de créditos a los países afectados por cerca de 300
millones de euros.
Sin vacunas ni medicamentos
En espera de hincar el diente a estos fondos y a las nuevas
oportunidades de negocio se encuentran ya las grandes farmacéuticas,
experimentadas en hacer fortuna del miedo global tras la Gripe Aviar de 2009.
Estas poderosas multinacionales (sólo entre las siete mayores suman más de 1
billón de euros en valor en bolsa) monopolizan la tecnología para la
investigación en vacunas y medicamentos, que supeditan a la obtención de
beneficios económicos.
Solo así se explica que, a pesar de ser conocido desde 1976, no
se haya desarrollado ningún fármaco para un virus que hasta ahora solo había
azotado zonas rurales del continente africano. Sin embargo, GlaxoSmithKline en
estrecha colaboración con el Departamento de Salud de EE.UU y
Johnson&Johnson, entre otras, se encuentran hoy en una carrera contrarreloj
para comercializar una vacuna en 2015. Con el beneplácito de la OMS, que ya
ejerce de mediadora entre farmacéuticas y Estados afectados, podrán incluso
saltarse largos y costosos protocolos de seguridad para su ensayo con personas.
Un sistema sanitario roto
La crisis ha puesto en evidencia el lamentable estado de los
servicios públicos en la región tras siglos de saqueo, actualmente en forma de
regímenes corruptos apoyados por Occidente. Ante la falta de medios sanitarios,
dichos Gobiernos han desplegado al ejército para imponer cuarentenas en barrios
enteros, sellar centros de aislamiento totalmente desprovistos de comida o
medicamentos y reprimir cualquier revuelta de una población desesperada por una
crisis alimentaria superpuesta y que observa con indignación como muchos altos
cargos de la Administración han huido del país.
En una zona que alberga riquísimos recursos minerales, se llega
al punto de que en Liberia y Sierra Leona haya menos de 2 médicos por cada
100.000 habitantes, los cuales trabajan en hospitales sin ni siquiera
equipamiento básico como guantes o desinfectantes. Con semejante caldo de
cultivo, la propagación allí del Ébola estaba anunciada. En Occidente nunca
hubiera alcanzado una magnitud similar.
El traslado del cura Pajares
El mediático caso del sacerdote español Miguel Pajares,
trasladado desde Liberia a un hospital de Madrid para ser tratado del virus,
simboliza la escandalosa respuesta de los gobiernos occidentales frente al
Ébola. El operativo se encargó de evacuar únicamente al sacerdote y a otra
religiosa con nacionalidad española, abandonando a su suerte a los compañeros
de congregación de origen africano, varios de ellos también infectados. Aunque
en su caso no pudo salvarle la vida, Pajares fue uno de los contados pacientes
con acceso al suero experimental ZMapp desarrollado en EEUU.
Diversas estimaciones sitúan el coste del traslado en hasta
500.000 euros, que serán sufragados con fondos públicos a pesar del ingente
patrimonio que posee la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios a la que Pajares
pertenecía. La Orden es el mayor grupo hospitalario privado del Estado, con 45
centros y 7000 camas, y está siendo una gran beneficiaria del proceso de
privatización de la Sanidad en Madrid, según denuncia la Federación de
Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. Entre otros activos, es
propietaria de una empresa de gestión de compras que facturó más de 25 millones
en 2011 y se la ha vinculado con una SICAV que ese mismo año declaró 17
millones de capital.
La cuestión es más sangrante si cabe si se compara con el
importe destinado por el Estado Español (extrapolable a todo Occidente) en la
lucha contra el Ébola. La aportación, según datos de la propia ONU, no llega a
350.000 euros hasta la fecha, de los cuales dos tercios se han destinado
precisamente a provisionar el hospital que la Orden gestiona en Liberia. En
este contexto sale a relucir el estatus especial que disponen los misioneros de
la Iglesia, los cuales no están obligados por ley a suscribir pólizas de seguro
durante sus misiones como sí lo están los cooperantes de otras ONG.
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