NETANYAHU, PREMIO NOBEL DE LA PAZ
Nada más recibir la llamada de un indignado
Biden tras el asesinato de los voluntarios de WCK, el primer ministro israelí
se han comprometido a matar algo menos pero, sobre todo, con más criterio
ANTÓN
LOSADA
Estado en el que quedó uno de los coches de la ONG World
Central Kitchen tras ser atacados con misiles por el ejército israelí. / RTVE
Tras meses de guerra y bombardeos de sur a norte sobre Gaza, más de treinta y dos mil muertos y más de ochenta mil heridos palestinos, la tercera parte de ellos niños, y el asesinato de siete voluntarios de su ONG World Central Kitchen ajusticiados con tres misiles inteligentes, el cocinero José Andrés ya se teme que lo que está ejecutando el Gobierno de Netanhayu en Gaza “empiece a no parecer una guerra contra el terrorismo”. La misma sorpresa parece extenderse, no tan rápida y contundentemente como se han extendido el fuego y la sangre por Gaza, a lo largo y ancho de la comunidad internacional y las cancillerías de medio mundo, escandalizadas ante las noticias que llegan de Palestina; aunque no tanto ante las imágenes que apenas podemos ver porque la censura israelí lo impide mientras destruye –con la ayuda de los mismos gobiernos que hoy se llevan las manos a la cabeza– la credibilidad de cualquier información que pueda llegar desde el lado palestino.
Los genocidios
siempre ha sido mejor llevarlos con discreción, sin las alharacas del
espectáculo y sin innecesarias conexiones en directo, sin imágenes que puedan
ofender el buen gusto o la sensibilidad de los espectadores. Si vas a masacrar
a tus vecinos, hazlo sin perturbar o molestar a tus amigos siempre ha
constituido una línea roja infranqueable para Benjamín Netanyahu. Tan sólo por
esa muestra exquisita de urbanidad, ya deberían haberle dado el Nobel de la paz
hace tiempo.
No constituye, ni
de lejos, la única razón. Nada más recibir la llamada de un indignado
presidente Joe Biden tras el asesinato a distancia, a sangre fría y con
premeditación de los voluntarios de WCK, su ejército y su Gobierno se han
comprometido a matar algo menos pero, sobre todo, a matar mejor, con más
criterio.
Un compromiso que
ha sido recibido con alivio y satisfacción, tanto por una administración
norteamericana muy presionada por la precampaña de sus elecciones
presidenciales de noviembre 2024, como por una Europa ya muy estresada con la
celebración de los comicios europeos en junio, con el auge de la extrema
derecha en el horizonte, y la disputa de la Eurocopa en julio, con la
posibilidad emergente de que Alemania vuelva a ganarla otra vez. No ha habido
ni que insistirle. Media hora al teléfono y todo arreglado. Corredores
humanitarios y leche en polvo para todos. ¿Quién puede negar el Nobel de la Paz
a un líder con semejante nivel de empatía? Únicamente los cómplices de los
terroristas, los sicarios del régimen iraní y Pedro Sánchez.
No menos encomiable
y meritoria para la candidatura al Nobel del primer ministro israelí resulta su
empeño inquebrantable en que las ciudadanas y ciudadanos de Israel eviten verse
sometidos, además de a la tensión de la guerra, a la presión de tener que votar
en unas elecciones para designar democráticamente quién debe regir los destinos
de su país. De hecho, parece que crecen las protestas en Israel reclamando elecciones,
pero no podemos saberlo porque la censura impuesta por Netanyahu para defender
la libertad y la democracia apenas permite contarlo.
Antes del ataque
terrorista de octubre, Netanyahu se enfrentaba a la inexorable necesidad de
convocar elecciones, al tener a medio país protestando en la calle por sus
intentos de blindar su control sobre los jueces que le investigan por varios
casos de corrupción y a sus socios enredados en peleas por ver quién se
mostraba más de extrema derecha. Si empezamos con distracciones así, por muy
democráticas que sean, los terroristas son los únicos que ganan; esa ha sido y
es, sin duda, otra de las máximas que han guiado la trayectoria de Netanyahu.
Son cosas que pasan en la guerra. Solo los cómplices de los terroristas, los
sicarios del régimen iraní y Pedro Sánchez pueden ignorar esta verdad. Mientras
haya guerra en Gaza no habrá elecciones en Israel y Netanyahu seguirá eludiendo
ser juzgado por corrupción ¿Acaso vamos a culparle también de algo tan humano
como querer eludir la cárcel? ¿Es que ya no queda humanidad en el mundo libre?
Anoten estas
palabras y guarden este artículo. Hoy pueden sonar como una broma, incluso
cruel, y una burda parodia del cinismo con el que la llamada comunidad
internacional asiste al genocidio a cámara lenta del pueblo palestino sin
perder ocasión de hacer todo clase de aspavientos hipócritas. Aunque hoy les
cueste creerlo, puede que en unos meses empecemos a escuchar cómo otros las
repiten, pero en serio, como si fueran la verdad.
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