JAVIER MILEI, CALÍGULA Y EL
MARQUÉS DE SADE
La caída del
6% del PIB se manifiesta ya en las calles. Pero el presidente cuenta con una
valoración favorable del 55% de la población, y las acciones de las empresas
argentinas se han disparado en Bolsa
ANDY
ROBINSON
Javier
Milei en el foro de Davos, Suiza, el pasado 17
de enero.
/ Benedikt von Loebell
Cerca de la avenida
9 de Julio, una mujer de pelo blanco y pantalón rosa dormía a mediodía en uno
de aquellos bancos en Buenos Aires que –hechos de acero y hormigón pero que
simulan ser cómodos sofás de cuero blando– podrían llevar la firma de Rene
Magritte.
Tal vez ella fuera una víctima de la congelación de las pensiones públicas en enero y febrero, parte del draconiano megaajuste del Gobierno de Javier Milei, que, con una inflación galopante, provocó una caída del 44% del poder adquisitivode quienes cobran la pensión mínima, unos 200 euros.
En otro país y con
otro presidente, este banco con trampa visual sería una buena metáfora para la
política económica vendida a la opinión pública con un marketing atractivo,
aunque la realidad sea otra. Pero no es el caso del nuevo presidente argentino
ultralibertario y, a la vez, ultraautoritario.
“Echamos a 50.000
empleados y van a ser 70.000 más”, prometió el mes pasado
Milei llama las
cosas por su nombre. Se jacta de ser el único candidato ganador en la historia
que reconoció, ya en su campaña electoral, que sus políticas causarían un
profundo sufrimiento generalizado. Hace alarde de proponer un ajuste aún más
duro de lo que exige el FMI. Le gustan palabras como “licuadora”, “desagüe”,
“simios” y “ratas”. Si la motosierra de Milei fuera de Magritte, el título
sería C’est en effet un chainsaw.
“Echamos a 50.000
empleados y van a ser 70.000 más”, prometió el mes pasado durante el Foro
Económico de las Américas (IEFA) celebrado en el Hotel Four Seasons en Buenos
Aires. Tras dar la orden de que se bajaran los focos en el podio, continuó: “Ya
eliminamos la obra pública de un cuajo”.
Gracias a la
motosierra y a los decretos presidenciales, la inflación se está estabilizando,
insistió Milei, aunque lo que se puede comprar con un salario mínimo –190 euros
mensuales– ha caído un 20% desde que llegó a la presidencia, y la inminente
reducción de los subsidios sobre gas y electricidad pronto provocará subidas
del 424% en el precio de la electricidad, y del 1.745% en el caso del gas,
según la revista EconoJournal.
No cesaron los
aplausos de los oligarcas en el Four Seasons, donde se encontraba el tercer
hombre más rico de Argentina, –el magnate petrolero Alejandro Bulgheroni–, así
como representantes de Microsoft, Oracle y Capgemini.
Algo curioso
ocurrió después. El Gobierno anunció que Milei, en su afán de hablar sin pelos
en la lengua, había exagerado la magnitud del ajuste. Hasta la fecha, no se ha
despedido a 50.000 funcionarios, sino a 12.000 y, por el momento, solo se ha
programado la destrucción de 15.000 empleos más en la próxima fase de la purga,
según corrigió el portavoz del Gobierno. Fue la prueba definitiva de que Milei
no esconde nada. Se cree aún más sádico de lo que realmente es.
“Vamos a ser
extremadamente quirúrgicos para que nadie que no lo merezca pierda su trabajo”,
aseguró el portavoz, adoptando el lenguaje de la tecnoguerra y no el del
Blitzkrieg de Milei.
Pero ¿quién se
merece perder su empleo? “Estamos a la espera, confío en que no nos afecte
porque nosotros somos esenciales”, dijo un joven controlador de pasaportes en
el aeropuerto de Ezeiza rodeado de los barrios periféricos de Ciudad Evita
donde las víctimas del ajuste deambulan como zombies, y se producen frecuentes
asaltos a mano armada.
“Uno de los
meteorólogos despedidos en el ajuste proporcionaba información para los
comandantes de aviones”
“Esencial” es
difícil de definir en los tiempos de la motosierra. Los empleados del servicio
meteorológico público creían ser imprescindibles también. “Uno de los
meteorólogos despedidos en el ajuste proporcionaba información para los
comandantes de aviones”, dijo Ezequiel Ipa, sociólogo de la Universidad de
Buenos Aires.
Con su presunción
de ser el más despiadado de todos, aquellos gestos de rabia y desprecio, y un
visible odio hacia quienes no respetan las reglas darwinistas de su fantasioso
mercado libre, Milei es esencialmente un político cruel.
Por eso les gusta
tanto a los invitados en el Four Seasons. Es un Calígula aunque quiere ser un
héroe griego. “Me até a la política del déficit cero como Ulises al palo mayor
y mis ministros le pegan tiros a las sirenas”, pontificó en defensa de su
megaajuste, que hizo pasar al país de un déficit fiscal superior al 5% del PIB
al superávit en apenas tres meses.
En Davos, el pasado
enero, Milei agasajó a los empresarios y financieros presentes calificándolos
como “héroes” enfrentados a un globalismo colectivista: “¡No pidan disculpas
por su ambición!”, les aconsejó. Elon Musk, cuyo patrimonio se estima en
195.000 millones de dólares según el
nuevo ranking de Forbes, tuiteó su admiración: “So hot”, escribió junto a la
imagen de una bronceada pareja estimulándose sexualmente con el video del
discurso del presidente argentino.
En el Four Seasons
de Buenos Aires, el gusto erótico se fue acercando más al del marqués de Sade.
Fue el efecto hot del ajuste más draconiano de la historia de Argentina, de
América Latina, tal vez del mundo.
“No hay otra forma
de salir que no sea con dolor”, afirmó después del evento Bulgheroni, quien
–con un patrimonio de 4.900 millones de dólares, según Forbes–, compite con
Marcos Galperín –6.300 millones de dólares y actual residencia en Uruguay– por
alcanzar el récord de tuits elogiosos a Milei.
Pero no hay dolor
en las Bolsas, donde las acciones de empresas argentinas se han disparado hasta
alcanzar máximos de los últimos seis años. Milei y Luis Caputo, el ministro de
Economía, ya son los héroes de los mercados internacionales, además de los
jóvenes brokers del mercado de criptomonedas en Puerto Madero. “Hay una euforia
financiera que contrasta con la economía real”, dijo Fabián Amico, economista
heterodoxo que acaba de ser despedido de un banco público.
El colapso de la
actividad económica –una caída del 6% del PIB en tres meses– se manifiesta ya
en las calles de Buenos Aires. Algunas parecen dormitorios al aire libre para
miles de personas sin hogar. La buena noticia es que las temperaturas nocturnas
son clementes y las calles relativamente seguras. La mala noticia: una plaga de
mosquitos Aedes aegypti que ya ha provocado más de 150.000 casos de dengue.
Lo más chocante de
todo es que el discurso sádico de Milei parece ser correspondido por una
psicología colectiva de masoquismo. Milei aún cuenta con una valoración
favorable del 55% de la población, según un nuevo sondeo de la Universidad de
San Andrés. Todos parecen aceptar los sacrificios a cambio de un futuro mejor.
Todos se han resignado a sufrir. Excepto los que pululaban por el Four Seasons
en la sesión de networking al final del foro del IEFA.
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