LA OTRA HISTORIA
POR EDUARDO
SANGUINETTI
FILÓSOFO Y POETA.
La escritura de la historia desde la ficción, implica buscar en las fisuras de la memoria y de la verdad legitimada otras versiones posibles, que hoy se ven expresadas vilmente en panfletos laminados que convocan a aleccionar sobre lo que jamás ha sido, un entretenimiento que da espacio a que sean consideradas en este tiempo de post verdad, tan verosímiles como las del verídico discurso histórico: un delito flagrante llevado a cabo por mandaderos de corporaciones mediáticas mafiosas y de Silicon Valley. La ficción se ha apropiado del espacio de la verdad, otrora ocupado por la Historia.
Imposible narrar la
Historia como una secuencia lógica, por ser incomprensible y por ende no
narratizable, el texto deberá acudir a un metalenguaje que le permita acceder a
la narratividad de lo histórico, pero desde el revés de la trama, desde lo que
oculta el escriba que construye la historia oficial, tan degradada en su fin de
eliminar toda significación y significancia en los actos llevados a cabo por
quienes sostienen los principios éticos de liberación y de igualdad, de
dignidad y de verdad, conectada con la necesidad de encontrar respuestas legítimas
a una historia presente conflictiva y confusa.
Nos encontramos,
entonces, con los problemas relativos al vínculo entre la Historia y lo real, o
a los requerimientos de la ficción, o si, por el contrario, la imaginación está
sometida a la memoria codificada de la trama sombría del poder.
Hasta finales del
pasado siglo, parecía existir una suerte de consenso en cuanto a que a esta
relación era directa: la historiografía podía dar cuenta de lo real mediante el
relato objetivo de los hechos desnudos, en antípodas a la historia triunfalista
e incuestionable, que de inmediato debería ser desplazada por una historia
cargada de fracasos, mentiras y traiciones, ocultados y eliminados por los
adalides del fraude y lo falaz.
Hechos y personajes
idealizados por la historia oficial, deben ser desmitificados, desentronizados
y expuestos en todo el esplendor de sus miserias, que llevaron a la humanidad
esclava a persistir en asimilarse a las prácticas indecorosas que proponen los
poderes fácticos.
Pero en los últimos
decenios la historiografía misma se ha encargado de poner en duda este acuerdo
denunciando la "ilusión referencial" y generando otros modos de hacer
historia, desde la periferia, evadiendo el núcleo que convocaría al interés de
construir Historia.
La pregunta por el
contenido de la historia pierde fuerza frente al enorme interrogante que se
presenta: ¿qué se escribe cuando escriben mandarines del poder la historia
ficcionalizada por orden de las multinacionales imperiales, que irrumpen de
modo criminal en el devenir de lo acontecido? La linealidad histórica debería
ser fracturada, para indagar en los intersticios aquellos acontecimientos que
otorguen un sentido más convincente al presente, creando un espacio textual que
a partir de la lectura de otros textos, asumiría los silencios de la historia
oficial, generando una resistencia al olvido obligatorio al que es con
frecuencia sometida toda una comunidad, que sin ánimos de reinventarse, acepta
como dogma de ninguna fe lo que les es narrado por la usina de producción de
fantasmas.
En consecuencia, el
juego entre ficción e historia, entre la voz y la escritura que trata de
registrar una "realidad", tendría como finalidad brindar otra versión
de la historia y poner de manifiesto las diversas lecturas e interpretaciones a
las que puede ser sometida.
El conocimiento
sobre el pasado, incluso reciente, que no puede ser independiente de las
configuraciones del presente, implica por una parte, reconocer que toda
narración histórica es siempre selección, y esta es siempre histórica, es decir,
determinada por la sociedad y la época desde la cual narra, y también aceptar
que el presente de la narración histórica es siempre posterior y omnisciente
con respecto a los hechos narrados, que impide proponer al lector la
"otra" historia, la de los vencidos, la de los sometidos, la de los
silenciados
Lo narrado implica
la constitución de un campo historiográfico en el cual se libran luchas
simbólicas por la legitimidad de las visiones y divisiones del mundo social.
Así, cualquiera sea el régimen de enunciabilidad propuesto y sostenido en el
momento en que se narra, las lecturas del pasado tenderán a construir
tradiciones, ya que todo movimiento renovador empieza en una revisión de la
historia como construcción de una genealogía.
De este último
punto - el conocimiento del pasado -, se desprende el segundo aspecto que me
interesa plantear: la relación entre el saber y lo real. En este caso el
lenguaje se constituye en el problema eje. Si se toma el lenguaje como tamiz,
no sólo el saber histórico, sino todo el saber en general, pero sobre todo las
ciencias sociales y humanas cambian el estatuto de su relación con lo real. El
lenguaje aparece ya no sólo como medio de comunicación, sino como determinante
en la construcción de tal relación, e incluso como constituyente mismo de la
subjetividad.
Nietzsche sostiene
que el ser humano es tal en la medida en que puede usar el pasado para el
presente y llama "hombre histórico" a aquel cuya visión del pasado lo
conduce al futuro, lo alienta a perseverar en la vida y le da esperanzas en la
justicia por venir.
Este "hombre
histórico" cree que el significado de la existencia será más claro en el
curso de su evolución, mira hacia atrás sólo para comprender el presente y
estimular su anhelo por el futuro. El ser humano debe interrogar el pasado sin
remordimientos, juzgarlo y condenarlo, en la medida en que la injusticia haya
privado... debe tener la fuerza para romper el pasado, pero también aplicarlo
para vivir.
En este sentido es
que el uso de la historia está al servicio de la vida.... queda por preguntarse
cuál es el anhelo de la comunidad toda para el futuro, en este tiempo de
pandemia, donde lo virtual ha sentado reales, alejándonos de lo que ha sido la
vida en gesto fundacional que nos elevaba a la condición de ser actores de la
historia de un tiempo y de un espacio.
(*) filósofo y
poeta.
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