LA CACERÍA
ARGENTINA
(POR
ESTEBAN DE GORI)
“Recesión es cuando tu vecino pierde su
empleo. Depresión es cuando tú pierdes el tuyo. Recuperación es cuando Jimmy
Carter pierde el suyo”. Ronald Reagan
La
historia política de nuestro país está atravesada por la férrea lucha por el
poder, la negociación, la venganza y la cacería. La Argentina es un Coliseo
romano donde los actores políticos y económicos se despedazan. Se llevan
puestas instituciones, leyes y conquistas. Al tiempo erigen otras buscando la
pax social. Desde el inicio de la democracia todos los gobiernos fueron puntos
de partida. No hay lugar para continuidades grises. El peronismo y sus
renovaciones son el mejor ejemplo de esto. Un refundacionalismo permanente y
carnívoro, tan posmoderno que no soporta en su memoria RAM a viejos líderes,
gestas y símbolos. Hoy Perón no es nada. Todos inauguraron el poder -de alguna
manera- para deshacerse de los gobernantes anteriores. Nuestro país es un país
de novedades. Solo por épocas este territorio, sus actores institucionales y
sus fuerzas políticas parecen gobernables y compenetradas con el Estado. Por
momentos, dudamos que esto pueda mantenerse. Tres tipos en fuga y policías
cómplices te pueden desequilibrar algunas ideas sobre la estatalidad y
convertirse -casi en una operación hollywoodense- en personajes similares al
Chapo Guzmán o Totó Riina. Pero no hay novedad sin fragilidades y ni crisis
anteriores. Nadie erosiona tan rápido y con cierta legitimidad algunas
instituciones si estas no estuvieran atravesadas por un conjunto de ficciones
políticas frágiles o en constante disputa. El castillo de naipes -tan
discutido, tan parapetado- se cayó rápidamente. El lazo político contemporáneo
está demasiado resquebrajado y sinuoso para pensar en garantías continuadas de
adhesión. El llamado “cepo” no suscitó catástrofes y la única gran estatua del
kirchnerismo -el AFSCA- fue sitiada sin grandes masas en la calle exigiendo su
restitución. Un par de jueces y DNU’s la voltearon. Allí donde avanzó el
macrismo fueron zonas donde el kirchnerismo encontraba mayores insuficiencias o
debilidades. Las palabras que recogieron en la intimidad del timbre y un afán
que busca desmalezar ideológicamente la vida política orientaron la venganza
social. Hiperrealista, sin grandes alocuciones. Una venganza que -en estas
primeras semanas- encierra cierta legitimidad. Eso es lo inquietante. Tipos que
se alegran que despidan a otros, creyendo que en realidad pierden una cuota de
poder y no su salario. Avalan DNU’s como atajos para borrar memorias
anteriores. Usan FB y Twitter para publicitar su goce particular. No se
esconden. El closet político is open. El kirchnerismo dejó a su paso
microvenganzas en suspenso. Sus tensiones con el sindicalismo, con ciertos grupos
mediáticos, con viejos empleados estatales, con intendentes y gobernadores
propios, etc. Un día perdés y todo eso se desata y no hay humanismo que rescate
a las biografías. Muchos se vuelven espectadores del descalabro de otros. El
Estado entra en suspenso como garantías y derechos y se introduce los intereses
de la facción. La política es ofrecer venganza a los que se sintieron
destratados (actores políticos y económicos). Es otorgar una dosis de cierto
placer a ciertos caprichos sociales. Macri es el vengador de hombres y mujeres
solas (individualistas) a quienes les fastidia la política y que desean
propinarle una patada al kirchnerismo y, a su vez, de un conglomerado de grupos
económicos decididos a ampliar sus rentabilidades. La revancha también construye
identidad política, delinea un estilo de liderazgo. Macri es sociológicamente
el “jefe” de una subjetividad de época. Una volátil, individualista y
resquebrajada, pero que muere por rentabilidad.
Luego
de la revancha, de la cacería, de la devaluación y del ajuste político
Cambiemos espera que se abra la alameda de la “felicidad”. ¿Cuál es el límite
de la revancha y la cacería? Si éstas ocupan toda la gobernabilidad esta puede
resquebrarse y el macrismo puede enfrentarse a graves problemas antes de tiempo.
Como indicaba Macbeth de sus adversarios, si el Gobierno Nacional se equivoca
puede escuchar rápido los ruidos de esa “selva que viene marchando”, el precio
de la agresión a veces puede ser mayor al imaginado. El que gobierna lo hace
con el miedo a la venganza del otro (en este caso, del peronismo, de lo que
quede de él o de una fantasmagoría). En este contexto, nadie parece tomarse en
serio que la “revolución de la alegría” integra un término de “punto cero”.
Encierra una palabra donde el trastrocamiento y la violencia integran su
universo de sentidos. El vocablo revolución no pertenece solo al tesoro de
hombres de izquierda, sino de neoconservadores decididos a poner las cosas en
su lugar y dar rienda suelta a un mundo desigual y jerárquico. Muchos votantes
decidieron avalar este orden, pero no en un nombre de un universo de
concepciones sustanciales al modo del cowboy Reagan, sino de discursos que
rechazan el modus lexical de la política. Ahora bien, el desmalezamiento
ideológico puede ser un rechazo a la hiperpolitización del kirchnerismo o un
lejanía comprensiva de la densidad de lo político. Cuestión que puede condenar
al macrismo a cierto amateurismo. Nadie puede sostenerse por mucho tiempo en la
revancha y en la cacería. Eso es solo para las series.
Ni
a Palos
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