FELIPE, ¿POR
QUÉ NO TE CALLAS?
JUAN TORTOSA
Querido Felipe, fuiste un
encantador de serpientes, un jovencito dicharachero y seductor que conseguiste
estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Te voté, Felipe, yo también
te voté en el 82, pero ya te vi el plumero cuando pocos días antes del
referéndum de la OTAN, nos dedicaste el chantaje más explícito de tu vida:
– Llamamos a votar SÍ a
permanecer en la OTAN, dijiste. Si sale NO, tendrá que ser otra persona quien
lo gestione.
Te
habíamos votado porque prometiste un referéndum para sacarnos de la Alianza y
lo convocaste para quedarnos. Nos vacilaste con todo el equipo. Fue la primera
vez que nos chuleaste descaradamente. Años después, en 1993, redondeaste la
faena cuando, habiendo perdido la mayoría, dijiste haber entendido el mensaje,
y resulta que lo que entendiste no fue que tenías que mirar hacia tu izquierda,
que fue lo que muchos creímos. Tú no, tu manera de entender el mensaje fue…
inaugurar la saga de pactos con los nacionalistas de derechas que el tiempo ha
revelado, en el caso de Catalunya, como un hatajo de ladrones que han acabado
dejando en ridículo a los de la cueva de Alí Babá.
Continuaste
luego mangoneando hasta que se se te acabó la gasolina sin que nunca quedara
clara tu responsabilidad frente a asuntos que llevaron a la cárcel a personas
de tu máxima confianza. Pudiste haberte marchado con toda la gloria que alguna
vez mereciste y acabaste yéndote prácticamente con el rabo entre las piernas.
¡Qué pena, con lo que tú has sido!. ¡Qué pena, lo mal que has envejecido!
Es
una pena en lo que te has convertido pero, aún así, todo quedaría en la esfera
privada y nada tendríamos que decir si, una vez retirado, te hubieras dedicado
a tus cosas y punto. Pero es que no te estás quieto-parao ni un minuto y no
dejas de dar por culo día sí, día no y el de en medio también. Y lo haces
además, convirtiéndote en una estrella de las puertas giratorias y suscribiendo
los postulados de la derecha más recalcitrante. Desde tu atalaya venida a menos
continúas pontificando, dictando lecciones y diciéndonos a todos lo que tenemos
que hacer si no queremos que nos castigue mamá Merkel, la troika y el resto de
amiguetes con los que decidiste alinearte tirando por la borda cualquier
momento de flaqueza izquierdista de los que pudiste tener en tu vida. Si es que
alguna vez los tuviste.
Ya
no cuela, Felipe. Ya no infundes respeto, ni mucho menos miedo. Lo de este
jueves en “El País” rebasa todos los límites de previsibilidad de tu
comportamiento: “Ni PP ni PSOE deberían impedir que el otro gobierne” afirmas
en ese periódico este 28 de enero en primera, a cuatro columnas. ¿De verdad
eres tú? ¿Qué queda de aquel Felipe que enamoró a más de diez millones de
españoles en 1982? ¿O ya eras así por aquel entonces y conseguiste engañarnos a
todos? ¡Qué pena, Felipe, qué pena!
J.T.
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