ELLA BAILA SOLA
DUNIA SÁNCHEZ
Ella baila
sola, como todas las bailarinas. Se fue donde la bahía llamaba a las ballenas y
en la orilla donde en la arena dorada del crepúsculo hundió sus mullidos pies,
su dolor, su sufrimiento. En un gesto lento alzó sus brazos donde el sol
llamaba al despertar. Y en esta danza se movía al son que las voces de las olas
eclosionaban sus sentidos, verticales, expansivos en su baila. Ella baila sola,
detrás del escenario cuando una grave lágrima estrecha su rostro como mujer
fuerte, como bello espíritu en al danza con las gaviotas. Ella baila sola,
ajena a todo aplauso, a todas luces se fijaba en sus pies, desvariados,
destruido en el sonido imperfecto del mar. Después se detuvo, una parada que la
hizo inspirar y espirar con lo vaguedad de sus pulmones, de su garganta rota.
Caviló sobre esa soledad, sobre ese encuentro con la memoria de las mareas que
era su memoria, que era su vida en el ritual de las jornadas. Por un instante
se levantó el telón y el escenario era vigor de las gentes que ocupaban sus
asientos. Era gratificante por segundos después el silencio, un manojo de rosas
de algún admirador, el hervor de su cansancio. Ella baila sola, como todas las
bailarinas. Se miró al espejo y el maquillaje difuminado por el sudor , el
esfuerzo marcaba su destino, en el mañana. Ella baila sola, se sentó en la
playa, un poco de quietud no viene mal y como dicen los sus antepasados, frente
a frente, nunca le des la espalda, a la soledad de las mareas que bien
traidoras son. Estática y con su respiración lenta se quedo mirando el mar, el
faro, esa bahía donde el errante desierto de su corpulencia le hacia mirarse
sus pies, huesudos, heridos y el más allá de su existencia. Y comprendió todo
lo que le habían robado, su plenitud en vuelco del oleaje, cada vez más agresivo
a medida que su terreno era invadido por cemento. Y ella baila sola, mujer de
cristal donde los espejos reflejan el amargor de su pena, de su agotamiento, de
su resistencia a la caída, al abismo. Su cuerpo también había sido invadido,
por la dicha de la gloria, por los esos aplausos cuando los cisnes cantan a la
oscuridad.
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