CUIDEMOS A LA
VÍCTIMA GONZÁLEZ AMADOR
ANA PARDO DE
VERA
La presidenta de la Comunidad de
Madrid, Isabel
Díaz Ayuso. EFE/Zipi
Tengo dudas sobre a quién atribuir el esperpento de lo que está ocurriendo con la pareja de Isabel Díaz Ayuso, Alberto González Amador, defraudador confeso y contrastado, amén de millonario gracias a las comisiones por venta de mascarillas que, en lo peor de la pandemia de covid, se vendían a precio de caviar beluga imperial, cuando las había. Desconozco si obedece a una estrategia perfectamente planificada y parida en la Puerta del Sol la imputación del fiscal general del Estado -nada más y nada menos- que se suma desde este lunes al carajal del registro ante notario de unas conversaciones entre el líder del PSOE en la Comunidad de Madrid, Juan Lobato, y su compañera de partido, Pilar Sánchez Acera, entonces jefa de Gabinete del director de Gabinete del presidente del Gobierno, Óscar López, hoy ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública. Esta noticia fue la portada de ABC este lunes y en Ferraz y La Moncloa aún están digiriéndola.
Contrariamente
a lo que alguna gente piensa sobre ella, no tengo ninguna duda del talento de
la presidenta madrileña y su asesor estrella, Miguel Ángel Rodríguez,
para montar este tinglado por capítulos con tal de convertir al defraudador
González Amador en víctima y a los colaboradores de Sánchez -caiga quien caiga,
incluido el fiscal general-, en culpables y, encima, que el Supremo y otros
jueces de Madrid les den la razón con imputaciones y testificaciones varias de
quienes se atrevieron a insistir en el delito fiscal (confeso, de momento) de
la pareja de la presidenta madrileña en una etapa tan oscura, con una necesidad
colectiva a vida o muerte.
Sin
embargo, incluso siendo consciente de la capacidad de Ayuso para dar la vuelta
a todo y poner patas arriba la agenda de La Moncloa, me resulta especialmente disparatado imaginar que ha sido
la presidenta la muñidora del tema de las conversaciones Lobato-Sánchez Acera
registradas por pantallazos ante notario y publicado por Javier Chicote
en ABC. Esta vez, no: me resisto a creerlo: ¿Un notario
filtrando documentos de clientes por su devoción a Ayuso? ¿Algún secretario o
empleado de ese notario, quizás? Este sería otro delito muy grave y me cuesta
mucho visualizarlo, no porque me fíe de un funcionario al que no conozco de
nada, sino por el riesgo que conlleva para su reputación. Los periodistas, es
cierto que nunca se sabe, hemos tenido fuentes localizadas tanto en el paraíso
como en el averno como en el purgatorio, lo mismo nos da, siempre que la
información sea buena. Piensen en todas las grandes exclusivas que han incluido
documentación oficial a lo largo de estos años, en España y fuera de ella, y
podrán hacerse una idea.
Al
final, lo más triste y frustrante de este caso, es que en lugar de poner el
foco en un fraude fiscal de dimensiones considerables al calor de la fiebre del
covid, que mataba a cientos de personas al día; en lugar de hablar del daño
que hace al Estado el fraude fiscal y quienes lo ejecutan, estamos dirigiendo
la lupa al ejercicio del periodismo (o no) y señalando a medios a los que
se filtraron documentos desde la Puerta del Sol -falsificados para exonerar a
González Amador- y desde La Moncloa -según ABC, aunque Lobato sostiene
que esta información ya estaba en manos de la prensa-. Mientras, la Guardia
Civil mantiene que el fiscal general imputado tuvo "un papel
preeminente" en la filtración del documento que revelaba datos privados de
González Amador, aunque esto lo haya desmentido el Supremo, y sin aportar
prueba alguna de esa filtración por parte de Álvaro García Ortiz, más allá
de las deducciones de los guardias civiles, que con todos mis respetos, nos
piden un ejercicio de fe más que otra cosa en su último informe.
Total,
que tenemos a Ayuso a punto de hablar de terrorismo de Estado contra su pareja,
el defraudador confeso con el que comparte piso de lujo y origen confuso; al
fiscal general imputado y con sus dispositivos en inspección de forma
indiscriminada y sin pudor alguno, y al líder de los socialistas madrileños teniendo que
testificar por ese acta notarial que nadie entiende, por más explicaciones que
se den. Tampoco lo comprenden en Moncloa, y eso es lo de más
para Lobato, que no hace mucho rechazaba descontento la posibilidad de dar un paso atrás en el liderazgo del
PSOE de Madrid en lugar de... Óscar López. Todo muy entretenido,
pero recuerden siempre que en política, las casualidades no existen.
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