sábado, 30 de noviembre de 2024

ESTA VEZ LO TENEMOS, JEFE

 

ESTA VEZ LO TENEMOS, JEFE

Al PP se le venían encima largos días de soledad hablando de Carlos Mazón. Pero la declaración del superagente secreto Víctor de Aldama vino a arreglarlo cuando más falta hacía

ANTÓN LOSADA

Mazón, PP, Feijóo, DANA. / Pedripol

Todo cuanto podía salir mal está saliendo mal. Reconozcámoslo. Tan contundentemente mal que la formidable maquinaria político mediática armada para acabar con Pedro Sánchez por cualquier medio necesario ha vuelto a cantar victoria por enésima ocasión. Resulta fascinante cómo se excitan los medios de los verdaderos periodistas y sus señorías investidas con sus pulseritas rojigualdas cada vez que creen haber cazado a la presa sanchista; tenerla a punto para despellejar y despiezar. Esa exuberancia irracional de feromonas bien merecería un documental de la 2 o un especial en National Geographic.

Para el diván del psicoanálisis socialista quedará, sin duda, tratar de determinar cómo ha sido posible que el novio de la presidenta Ayuso haya confesado dos delitos fiscales y la presidenta Ayuso haya ordenado utilizar los recursos públicos de la Comunidad de Madrid para defender a su amado con uñas y bulos, pero es el fiscal general del Estado quien aguarda en ese corredor de la muerte política que se instala en el Tribunal Supremo cuando no gobierna quien tiene que gobernar; y es Juan Lobato, el exlíder socialista madrileño, quien ha tenido que irse a su casa por el reprobable delito de haber ido a un notario para registrar una conversación digital. Seguramente existe una estrategia genial detrás de esta catastrófica relación de causalidad, pero parece que únicamente Miguel Angel Rodríguez sabe cómo funciona.

Fracasada la distracción europea con Teresa Ribera como cebo, al PP se le venían encima largos días de soledad hablando de Carlos Mazón y su estilo de gestión basado en ese empoderante “id haciendo que no hace falta que esté yo”. Ni con el bochorno de ser el único que vota en contra de la nueva Comisión Europea se lo quitaría de encima. Pero la declaración del superagente secreto Víctor de Aldama vino a arreglarlo cuando más falta hacía; confirmando de nuevo que, en España, las casualidades y las coincidencias son de derechas. Lo del correo de Begoña Gómez en copia a la asesora de Moncloa entregado al juez Peinado fue una chiripa. Lo de hacer declarar en condición de investigado al hermano de Pedro Sánchez ya fue un puro alarde.

No me hable de la dana, hábleme de Aldama. El relato popular se escribe solo. Las feromonas antisanchistas andan haciendo el resto. El invencible Sánchez ya solo es un juguete del destino en manos del maquiavélico Aldama. Está acabado. A un paso de acabar en La Haya juzgado por crímenes contra la humanidad con whatsapps de destrucción masiva.

Mientras, en el mundo real, las ayudas que se anuncian a bombo y platillo como si fueran un milagro no llegan a Valencia con la rapidez con que se anuncian, los inevitablemente lentos trabajos de reconstrucción exasperan a unos vecinos que comprueban que los días pasan mientras sienten que el tiempo empieza a correr en su contra y el pueblo que fue a salvar al pueblo se repliega en las redes sociales para, desde allí, monetizar y apelar a la revolución que convierta nuestra democracia en una verdadera democracia; con ellos al frente porque alguien tiene que ocuparse de que se hagan las cosas.

Seguramente muchos ya no se acuerden. Pero cuando Sánchez convocó el congreso sevillano que se celebrará este fin de semana, el gran tema, la traición que marcaría el fin de España, era el acuerdo de financiación singular para Catalunya. La incógnita residía en saber si acudiría Felipe González, y todos conteníamos la respiración imaginando ese tuit de estadista que seguro preparaba el último socialista libre: Emiliano García-Page, el presidente manchego. Repasar aquella agenda hoy casi produce ternura.

El congreso federal se celebrará, y Sánchez saldrá aclamado como el único líder socialdemócrata que queda en pie en el continente. Habrá vítores y panegíricos. Se pronunciarán frases tan redondas que costará comprarlas porque seguro que tienen copyright. Se fabricarán imágenes icónicas y se escaparán media docena de memes. Todo serán sonrisas y abrazos. Parecerá que la tormenta ha pasado y tampoco fue para tanto. Casi nadie se da cuenta de la arena que se van llevando para siempre las galernas, hasta que un día la playa ya no está donde estaba.

 

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