LO DE TRUMP
El presente artículo pretende ahorrarles tiempo –lo que es la principal
función del periodismo– dibujándoles lo que puede significar la segunda
presidencia Trump a partir de sus probables consecuencias
Reincidente / J. R. Mora
1- La gran singularidad de George Washington, el primer presidente de Estados Unidos, son tres grandes singularidades. A saber: a) haber disuelto su ejército al final de la Guerra de Independencia. Parece algo obvio y anecdótico, pero eso, de por sí sencillo, no volvió a suceder en el resto del continente tras ninguna otra guerra de independencia. La singularidad b) es que Washington fue propuesto y tentado, durante el periodo constituyente previo a su presidencia, para ser soberano, rey o emperador del nuevo Estado, y siempre rechazó esa posibilidad. Lo que es algo que no suele pasar. Ni siquiera hoy. La última singularidad consiste en que, c) tras dos mandatos presidenciales, Washington, simplemente, y tal y como indicaba la reciente Constitución de EE.UU., abandonó el poder y se fue a su casa, algo literalmente sin precedentes. Y que, más pronto que tarde, dejará de suceder. Es la época, que ha venido, por fin, a por lo suyo, a por algo del siglo XVIII que no le gustó.
2-
Una manera –sobrecogedora– de explicar
la época, iniciada oficialmente hace una semana con la victoria de Trump, es
que toda esa singularidad americana, simbolizada por Washington, corre el peligro
de desaparecer. Tan solo ese dato explica a Trump, un presidente que puede
pulverizar la tradición democrática –con sus más y sus menos– más longeva del
planeta. Lo que sería un indicativo de cómo van a quedar el resto de
democracias, menos antiguas, menos constantes y con recuerdos más frescos de la
barbarie –recordemos que, hace tan solo unas décadas, en Europa, por ejemplo,
fabricábamos jabón con europeos–. El presente artículo parte de ese supuesto, y
pretende ahorrarles tiempo –lo que es la principal función del periodismo; si
bien también lo es, ahora que lo pienso, del porno– dibujándoles lo que puede
significar la segunda presidencia Trump a partir de sus probables consecuencias
en EE.UU., el mundo, Europa y en el País-Favorito-de-la Divina-Providencia.
3-
La primera consecuencia es, claro, la
dificultad para establecer consecuencias. Trump suele mentir e incumplir sus
propias promesas. Lo que convierte al trumpismo –la nueva extrema derecha que
recorre América, Asia y Europa, con distintos nombres cada 1.000 kilómetros–,
en algo sumamente dinámico, cambiante, ágil, libre, en tanto no es más que un
liderazgo fuerte e incontestable, que absorbe, nuevamente y sin intermediarios,
la idea de pueblo/nación, eliminando, sustituyendo a la idea misma de democracia,
a todos sus trámites, a todos sus límites. ¿Qué va a hacer Trump? ¿Qué es lo
que viene? Viene lo que el líder decida –que para eso domina, tras las
elecciones, el ejecutivo, el legislativo, el judicial y los gobiernos de la
mayoría de los estados–, siempre y cuando lo que decida transcurra en esa unión
mística, constante y ruidosa con su pueblo/nación, desarrollada en los medios
de comunicación afines, en las redes sociales y/o en el contacto diario y
permanente entre líder y pueblo. Viene, a través de cambios formales en las
democracias, que la reorientan y finiquitan, como explica Steven Forti en su
reciente Democracias en extinción. El espectro de las autocracias
electorales –Akal–, un libro que ahorra tiempo, etc.
4-
En el ámbito estadounidense, no
obstante, es posible deducir una serie de cambios probables. Ninguno, diría,
pasa por la intensificación del neoliberalismo. Esa batalla ya pasó. Y fue
ganada, por KO, por el neoliberalismo. Esa revolución, iniciada por Reagan
–presidente desde 1981 a 1989–, no ha tenido pausa en su progresión, énfasis,
éxito y fracaso. Ha carecido de confrontación, incluso de matices, por parte
del Partido Demócrata. La metáfora es este dato: la eliminación de los últimos
resquicios de regulación bancaria –la última obra vigente de Franklin D.
Roosevelt, presidente en 1933-45, promulgada para evitar otro crack del 29– fue
una decisión de Bill Clinton –1993-2001–. Que, por cierto, provocó la crisis
feroz, estructural –desde la que les saludo; hola– de 2008. Cabe suponer que
Trump, como Biden, continuará la senda neoliberal, que ahora es posneoliberal,
ese capitalismo desregularizado y fuera de cauce, que ya precisa de la continua
tutela del Estado, aportando gasto de manera descarada para que no explote
todo. La asunción de toda esta tradición neoliberal, y de sus mutaciones, queda
patente con la elección como jefa de Gabinete de Susie Wiles, una republicana
que ya pilló cacho cuando Reagan, y que incorpora ese corpus que ha transitado
por décadas desde entonces. Por la crispación Bush, el delirio Trump, y el
silencio eterno demócrata.
5-
No obstante, seguro que se intensifica
el proteccionismo. A lo bestia. De tal manera que no sería tanto una medida
económica como una bandera, un hecho propagandístico. La vuelta del Estado –y
con él, del nacionalismo– como unidad y medida del todo. Se prevén aumentos de
aranceles de hasta el 20% –un polvazo–, que, si se trata de productos chinos
–o, tal vez, también europeos– pueden llegar a ser del 60%. Esas medidas, sin
planteamiento ni meditación económica alguna, pueden aumentar el déficit y la
desigualdad, y pueden suponer, según afirma un manifiesto de casi 30 premios
Nobel de Economía, un peaje de casi 2.000 dólares de gasto en cada familia
norteamericana. El proteccionismo norteamericano tendrá, además, serias, tal
vez dramáticas, consecuencias en la UE –no se pierdan el punto 13, en el que lo
doy todo sin pedir nada a cambio–.
6-
Es previsible también una reducción del
gasto público. Y esa puede ser la función del prestigioso filántropo y
psicópata Elon Musk. Esa metáfora del nuevo empresariado neoliberal de los
últimos tiempos, del empresario-Estado, del malo de James Bond, que posee
esbirros y máquinas raras, esa continuidad de los Krupp, aquel empresariado
que, en la última edición de exterminio de democracia, apoyó al Estado salvaje
y sin control y obtuvo pingües –rayos, nunca había escrito la palabra pingües;
la vida es infinita, por sus posibilidades– beneficios por ello, auditará al
Estado para recortar dos billones de dólares –pinta que se limarían de los
planes de sanidad, fundamentales en un Estado sin sanidad pública–. También,
obviamente, se reducirían impuestos, como siempre, algo posible cuando los
impuestos han perdido su función. Sobre la función de los impuestos: las
grandes fortunas, en época de Franklin D. Roosevelt, pagaban 95 centavos por
cada dólar. Hoy pagan menos de 5 centavos por cada dólar. Y bajando.
7- El énfasis propagandístico de Trump no se desarrolla
tanto en la economía tratada como espectáculo, como en el tema inmigración
tratado como espectáculo –un espectáculo cruel, sangriento, romano–. Trump ha
prometido “la mayor operación de deportación de la Historia”, algo inquietante.
Se supone que esta emisión de limpieza étnica afectaría, según Trump, a 11 millones
de inmigrantes sin papeles –más de la mitad de los que se estima que hay, unos
20 millones–. Más de cinco millones de inmigrantes realizan, por cierto,
trabajos tipificados como esenciales. De materializarse, su expulsión supondría
la paralización del país, una suerte de brexit 2.0, pero aún más descomunal. En
la agenda antiinmigración entraría también la retirada de derechos –como la
ciudadanía para los bebés de padres sin regularizar nacidos en Estados Unidos;
lo que es un derecho constitucional; es decir, lo que precisará de un
legislativo y un judicial cachondo ante el tema–, y la consumación del muro,
prometido ya chorrocientas veces, que separaría México de la América clarita
–es poco probable ese muro, que es tan solo escenografía: Biden redujo el
tránsito de migrantes por esa frontera, a lo bestia, ay, uy, en más del 50%–.
El tema inmigración será un ruido interno fundamental, que impedirá pensar en
silencio. Será la creación de un enemigo siempre a mano, será un elemento
importante para lograr la crispación y, con ella, la polarización paralizante.
Pero hay otros. No se pierdan los puntos 8 y 9.
8-
Se prevé un endurecimiento para la cosa
aborto. Lo que puede suponer cambios culturales, pero también legales. Es
decir, será frecuente la instrumentalización política de los tribunales
supremos estatales, así como del Tribunal Supremo Federal, algo necesario para
acceder a una posdemocracia. El concepto juez-afín será tan determinante en los
USA como lo es en Hungría. Como lo empieza a ser en España, si bien en España
la dinámica es la contraria a los USA. A saber: allí se pretende introducir en
el Estado una dinámica reaccionaria –y van muy avanzaditos–, mientras que aquí
es el Estado –por ejemplo, los tramos altos de la Justicia–, quien pretende introducir
en la sociedad opciones reaccionarias –y van muy avanzaditos–.
9-
The Guardian es de la opinión de que, en esta segunda legislatura
Trump, uno de los énfasis gubernamentales será el control de la prensa. A
través de a) enfrentamiento puro y duro, mamporrero y directo con periodistas.
O a través de una participación judicial, como la b) modificación de las leyes
de difamación. También se realizaría ese enfrentamiento y ninguneo a
través de cambios culturales, como presentar al periodista como “enemigo del
pueblo” –eso ya se hizo en la primera legislatura Trump; no le fue mal–, lo que
supondría invitar al pueblo ese a que se defienda a sí mismo y a su líder.
Habrá un fuerte combate contra el Gobierno en los medios independientes. Es muy
posible que ese combate, si se llega a dar en Europa, sea, por cultura y
tradición, menos cruento. Y que, si se da en España, sea aún más rapidito.
10.
- Si se fijan, los puntos 5-9 aúnan tanto
un programa político como comunicativo, sustentado en la creación de crispación
y de polarización, que es la esencia y el fruto del trumpismo. Y esa es su
ideología: la invalidación de cualquier fórmula de cohesión que no suponga ser
pueblo unido al líder. Y eso es lo que nos viene. Esa puede ser la agenda
política en España, o los ingredientes que la mediaticen. Ese sería el cambio
de época que esperábamos ver o aplazar con las elecciones estadounidenses, y
que, snif, no se ha aplazado. Estén atentos a esa crispación. En la medida que
puedan, evítenla, transfórmenla. Ríanse. Relativicen. Observen quien ofrece
grandes acuerdos, y quien ofrece grandes invalidaciones y polarizaciones. E
intenten no confundir, nunca jamás, esos dos grupos. En breve, la crispación,
sustentada en discursos fundamentados en fakes, en los que todo se ve
claro y todo coincide, nos llegará hasta las cejas, invalidando la convivencia.
Es una opción políticamente tan exitosa y barata, que empieza a haber
izquierdas locales que se interesan por ella. Estén atentos a esa vía agresiva,
insultante, épica, ruidosa, gregaria, cabreada y con líderes tertulianos y
tuiteros, hacia la nada.
11-
En materia internacional, cabe suponer
el fin de las guerras contra Ucrania y Palestina. Es decir, la elipsis de su
segundo y tercer acto, y el acometimiento del tercero: la rendición ventajosa
para el atacante. Será curioso –y determinante– ver cómo se llega a esas paces.
Posiblemente, de manera alejada a la costumbre y al derecho internacionales,
simplemente por el contacto entre líderes, que acceden a acuerdos directos y
sangrantes. Como cuando la Conferencia de Múnich en 1938. Empieza un nuevo
orden internacional, no muy alejado del anterior, pero sí diferente, más
intenso: el líder, los líderes de potencias internacionales y regionales, como
hacedores y deshacedores, como motores del acuerdo y del desacuerdo. Es un mal
momento –otro– para zonas de conflicto en las que el siglo XX no les dejó
tiempo de ser Estado, como es el caso de Palestina o de la República Saharaui.
12-
La UE será una de las zonas afectadas
por la victoria de Trump. Aparentemente, por la cosa OTAN –Trump defiende que
la OTAN no existirá para aquellos Estados que no inviertan en defensa el 2% de
su PIB–. Lo que es un cambio de época para la OTAN. Lo que es lo peor que le
puede pasar a un organismo que no entiende los cambios de época, que no
entendió la caída del Muro, que no supo entonces extender la seguridad, la
defensa y el bien común hacia el Este. La seguridad en Europa pasa por
modificar la OTAN, por exigirle responsabilidades e inteligencia. Por algo que,
en fin, no sucederá. Sorprende, no obstante, que los políticos europeos hablen
de la OTAN como la gran y, tal vez, única consecuencia para Europa del acceso
de Trump a la pomada, en detrimento de la primera, la más grande y la menos
meditada consecuencia que comportará. Lo que nos lleva al punto 13: el
proteccionismo.
13-
El proteccionismo trumpista obliga a
Europa a plantearse su competitividad. Sí o sí. Se trata de una Europa que ha
visto caer sus exportaciones a China y que puede perder el mercado USA. O lo
que es peor: se trata de una Alemania, ya en recesión –cuidadín–, que ha visto
caer sus exportaciones a China y que puede perder etc. Una Alemania que se ha
sacrificado a sí misma por mitos de otra época, incomprensibles hoy: su
recesión empezó en el mismo momento en el que algo o alguien atentó contra el
Nord Stream, que le proveía de energía barata, y Alemania no solo se calló,
sino que optó por la abnegación, por comprar combustible más caro a Estados
Unidos. Lo que equivale a un suicidio, a otro Tratado de Versalles ideado,
escrito y firmado por ella misma. En esta ocasión también parece que ese
Tratado de Versalles absurdo puede ser fundamental para el acceso al poder de
la nueva extrema derecha en Alemania, un Estado del siglo XIX que tan solo
desde 1945 no se percibió a sí mismo rodeado y amenazado por enemigos –esa
rareza puede acabar en cualquier momento, vamos–. Por todo ello, para prolongar
la estabilidad europea, es el momento de que la UE se plantee su competitividad.
Y no los Estados. Que haga algo que no hacen los Estados: pensar a lo grande y
fuera de sus intereses y de su ámbito territorial, con un volumen de inversión
superior al que pueda imaginar un Estado, y que ese volumen de inversión –una
cantidad similar a los Next Generation, pero anual–, no se vaya en subvencionar
a las empresas-estado de cada Estado –como han hecho los Estados; no se pierdan
el articulazo de Isidro López sobre
lo de Draghi en Zona de Estrategia, por cierto–. La
victoria de Trump conduce, en ese sentido, a dos escenarios posibles en la UE.
Escenario a): que la UE no solo se tome en serio el informe Draghi –del que
nadie habla, lo que es un indicio de cierta torpeza colectiva–, sino que además
lo lleve a cabo –o, al menos, lo intente–, conocedora de que en ello le va la
vida. Escenario b): que la UE intente ir tirando, sin plantearse su
competitividad, su industrialización, la sostenibilidad de su democracia, y su
caída libre sostenida frente a China y USA.
14-
Hay, de hecho, hasta un escenario c) que
sería la consecuencia directa del b): que la UE se resigne a ser una asociación
de Estados soberanos y decadentes, sin planificación ni previsión alguna,
sometidos a líderes trumpistas locales, pues no habría otra cosmovisión que
entendiera esa ausencia de inteligencia continental.
15-
Han matado al archiduque, etc. Empieza
la época.
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