UN PLANETA ENFERMO Y
UN MUNDO EN PELIGRO
Cuando
un organismo se altera, emite señales a las que llamamos síntomas. El síntoma
es una llamada de atención para invitarnos a descubrir la causa que lo provoca.
Se puede decir que es un amigo que nos da la oportunidad de rectificar errores.
Sin embargo se suele tratar como se trata a un enemigo: o se niega su existencia,
o se le desprecia o se le combate con falsos remedios, comportamientos
que tienen consecuencias negativas para la salud. El primero porque es la
política del avestruz; el segundo, porque actúa como alguien que ve
humedad en las paredes de su casa y en lugar de averiguar el por qué y poner
remedio, decide pintarla o inventa malos remedios que aún agravan más el
problema. Y eso es lo que está pasando.
Con estas actitudes, qué enfermo puede mejorar? Parece fácil de comprender por cualquiera siempre, claro, que no sea médico alopático que combate síntomas de la enfermedad en vez de sus causas o político negacionista que combate a los que dicen que el clima está en las últimas. Eso tiene serias consecuencias para el Planeta y para nosotros, porque es verdad: el clima está en las últimas. ¿ Y nosotros?
Tiempos
de lo peor
El
Planeta da síntomas continuos, cada vez más amenazantes para quienes lo
habitamos, de estar gravemente alterado; y la naturaleza, los
animales y el ser humano sufren con él porque el cuerpo de cada ser
vivo forma parte de la materia del Planeta y comparte con él
la suerte de cada uno de sus cuatro elementos, pues todo constituye una
gran unidad, y lo que afecta a cada uno repercute en los otros antes o después
para bien o para mal, porque la Ley causal es inmutable y
universal: cada causa tiene su efecto correspondiente.
La
ley causal en acción
El
Planeta enfermó por tanto veneno vertido sobre sus cuatro elementos y se
defiende con ellos: agua, aire, fuego y tierra reaccionan en todos los
continentes. Catástrofes naturales continuas y cada vez más violentas
aquí o allá, grandes bosques con incendios de última generación difíciles
de apagar, talas sin control, desaparición acelerada de especies, repetición de
viejas enfermedades y aparición de nuevas y raras, y conflictos sociales de
todos los órdenes, con la amenaza mundial de una posible guerra nuclear,
muestran ese sombrío panorama al que conocemos como Apocalipsis
desde hace milenios y que tantos profetas han venido advirtiendo, pero estos
tienen tan mala prensa como los científicos y movimientos ciudadanos o
políticos que se oponen a este capitalismo destructor multinacional y
neofeudal con sus hidrocarburos, su extractivismo, su colonialismo, sus
formas de neoesclavismo y su desprecio a los derechos humanos con las
máscaras de la democracia para engañar a los bobos. Ser antinuclear,
anticapitalista o anti OTAN, como ser pacifista, vegano, animalista,
activista climático, contra los fondos buitre que nos expropian viviendas,
tiene peor prensa que un creador de bulos y mentiras, un racista, un fascista
supremacista, un militar golpista, o un sionista israelí. Todo así,
todo al revés.
¿Cómo
afronta la humanidad la doble amenaza?
¿Debería
hacerlo como el médico alopático con sus enfermos, o como lo haría un
médico alternativo en busca de la raíz de todos estos males que nos aquejan por
partida doble? No parece haber mejor solución que la de cambiar de raíz
este sistema irracional de producir y consumir hasta el agotamiento de toda
fuente de energía, y sin Planeta B. No parece haber mejores soluciones que las
que proponen los amantes del Planeta y de la paz entre nosotros y con el mundo
animal. La humanidad deberíamos haber aprendido hace tiempo a tener conciencia
de unidad con todo lo que existe y de formar parte de una especie amenazada
para poder actuar en consecuencia. Sin embargo, ellos, los ricos y poderosos,
nos han marcado espacios geográficos cerrados por fronteras y hasta llegan a
obligarnos a defenderlos en sus guerras como si fuésemos animales de su
pertenencia, mientras rechazan con violencia policial las manifestaciones que
crean conciencia ecológica o social y fusilan a los soldados que se
niegan a combatir o desertan, como ocurre siempre, y hoy mismo en Ucrania a la
que el gobierno español apoya con tal cantidad de miles de millones para
que haga su guerra OTAN que si dedicara una cuarta parte en ayudar a las
víctimas de la DANA en Valencia cambiaría la faz de la zona y la de sus airados
habitantes que no ven llegar ni lo que les prometen.
Así
que estamos en una comprometida situación en la que estamos siendo atacados por
dos frentes a la vez: El Planeta y los que dirigen este mundo. El primero
porque se defiende de su enfermedad; los segundos porque la provocan y la
agudizan a diario.
Los
grandes responsables de ese 1 por ciento de ricos y poderosos
con sus siervos políticos y hombres grises de su misma calaña, son egoístas,
perversos, y criminales también ambientales. Como no son tontos, se
han dado cuenta de lo negativo del cambio climático para su ley del
beneficio a todas costa. Saben de sobra que el aumento de la temperatura global
que nos lleva al fin de este mundo que creíamos civilizado y al cambio de
la faz de la Tierra es imparable: El calor nos va a matar. Lo saben, pero les
da igual. Siempre viven aferrados a esa idea de “después de mí, el Diluvio Pues
bien: ya estamos en el Diluvio. ¿ Y ahora qué?
¿Preparados
para la siguiente cumbre de la burla climática? ¿O habrá antes otra
pandemia prefabricada o la guerra siguiente? El Diluvio ya está aquí y no
parece que tengamos a punto ni arcas de Noé ni paraguas antinucleares. Y
mientras los hombres oscuros aparentan no darse por enterados y actúan
como los avestruces y como la orquesta del Titánic, el Apocalipsis está aquí,
convocado por ellos y seguido por los que bailan al ritmo de su orquesta
satánica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario