UN MES DEPUÉS DE LA DANA: NI OLVIDO NI PERDÓN
Paiporta (Valencia) un mes después
de la DANA.
- Rober Solsona / Europa Press
Ayer
se cumplió un mes de la maldita DANA que arrasó con gran parte de la provincia
de València y la vida sigue (casi) igual. Aunque en los medios haya pasado a
las noticias de tercera fila, la normalidad en la zona sigue lejos de ser una
realidad. Es cierto que las calles están más despejadas, ya no hay que ir
esquivando coches, las botas de agua no son necesarias, la luz, el gas y el
agua ha vuelto a casi todos los hogares, las farolas ya funcionan en algunos
lados y algunos comercios en zonas menos afectadas han conseguido reabrir, pero
de puertas para dentro en las casas bajas y en la gran mayoría de locales no se
atisba todavía un final a este desastre.
Todavía se tiene que caminar con mascarilla, ya que el polvo en suspensión y el fango sigue estando presente. En algunas zonas el paisaje son montañas de cientos de coches apilados o miles de restos de enseres malolientes que todavía están por retirar. A las 6 de la tarde la mayoría se vuelve a casa porque algunas zonas siguen sin luz y en una población sin apenas comercios y con parques todavía sucios, poco ocio y vida callejera se puede hacer. Y mucha gente está viviendo en pisos bajos que todavía tienen humedad o restos de suciedad, pero no disponen de alternativa habitacional. Las redes familiares han funcionado para algunas personas. Otras, en cambio, sobre todo las familias migrantes, no disponen de esa red y no tienen más remedio que vivir en pisos insalubres mientras limpian, secan y esperan poder reparar los desperfectos y volver a tener un hogar.
¿Está
mejor la zona? Sí, faltaría más. Por suerte la solidaridad y el despliegue sin
precedentes promovido por las instituciones ha logrado avances. Pero hay una
sensación de estancamiento y de que a partir de ahora todo será muy lento y eso
conduce al hastío más profundo. Con cientos de garajes aún por vaciar, pudiendo
comer gracias a la solidaridad sin poder ni cocinarte algo ni tener un mero
capricho, con toda tu normalidad con las persianas reventadas. Y lo peor es
que sientes que fuera de aquí todo se está olvidando ya porque se piensa que la
realidad es otra. Porque ves que en el telediario se dedica más tiempo al
encendido de las luces navideñas de Barcelona y Madrid que a los efectos de la
riada. Que en la meseta mediática ya se ha convertido en disputa política e
importa más cómo afecta a Feijóo y a Sánchez que otra cosa. Y además de a
seguir limpiando, toca dedicar tiempo a seguir gritando para que recuerden que
hay cientos de pueblos donde todavía todo sigue (casi) igual.
Pero
igual que no queremos que se olviden en los medios y en Madrid, tampoco debemos
olvidar a quienes empujaron a nuestros vecinos a una muerte casi segura con su
negligencia. Entre la disputa política no podemos (ni queremos) olvidar que el
president de la Generalitat Valenciana no estaba presente ni atento a lo que
sucedía mientras la población se ahogaba. Que estaba de comilona pese a que
durante la mañana ya había pueblos inundados. Que en su justificación no pidió
ni perdón ni asumió ninguna culpa y la hizo con una frialdad impropia de una
situación así, demostrando lo poco que le importa. No olvidemos que ya ha
repartido a dedo miles de millones para la recuperación entre amigos y
corruptelas varios. Que ha nombrado a militares para la reconstrucción y lo
primero que ha hecho es subir sueldos y darles manga ancha para hacer y
deshacer a su antojo. Nadie ha preguntado al pueblo qué necesita porque han
pasado del pueblo desde el primer momento.
Porque
casi un mes después todavía sigue muriendo gente, como el operario de
limpieza muerto en Massanassa en un colegio que toda la gente de la zona
sabíamos que era para derribar semanas antes. Pero el conseller d’Educació
parece no enterarse porque un mes después no ha pisado la zona y parece que no
va con él. Que dice que tienen familias y que un domingo es para dedicárselo a
ellas y no para trabajar. Que se lo digan a todas las personas que sin importar
festivos están limpiando sin descanso, como el vecino de Moixent fallecido que
trabajaba justamente en domingo. Pero no han pisado el pueblo por miedo y desde
sus despachos se limpian culpas y quieren dar lecciones. Otra vez con
espeluznante frialdad demostrando que no somos nada para ellos.
Recuerdo
que durante los últimos años de vida del humorista gráfico Forges, en
sus viñetas siempre añadía la frase de "pero no te olvides de Haití"
para que la población recordara los efectos del devastador terremoto que sufrió
el país en 2010. 14 años después, sin irnos tan lejos, vamos a tener que añadir
"pero no te olvides de València" en nuestras viñetas y artículos.
Porque ejemplos como los de La Palma tras el volcán nos demuestra que una vez
se apagan los focos, se apagan las ayudas y se apaga la reconstrucción. Y no
podemos ni queremos olvidar. Ni lo sufrido y lo dañado en nuestras calles ni a los
culpables. A esos últimos no los olvidaremos nunca.
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