AHORA… EL ALTO EL FUEGO EN
GAZA
El alto el fuego en Líbano tiene una cara “B”:
la marginación de la causa palestina y la condena de los gazatíes
DIARIO RED
Omar Ashtawy Apaimages / Zuma Press / ContactoPhoto
El alto
el fuego en Líbano tiene algo de trampa. El genocida Netanyahu anunció en
televisión, desde la más profunda hipocresía, un alto el fuego temporal con
Hezbolá que le permite vender una victoria coyuntural en Israel. No obstante,
no conviene descontextualizarlo; el genocidio en Gaza, verdadera
prioridad del gobierno criminal de Tel Aviv, proseguirá, probablemente con
más dureza en los próximos meses, se venda lo que se venda en Occidente sobre
el acuerdo entre Hezbolá y Netanyahu.
El acuerdo tiene una primera arista: es un “favor” a los demócratas estadounidenses y a Joe Biden, consciente de que se juega su legado en los menos de dos meses que restan para su salida de la Casa Blanca. Hasta entonces, es su administración la que puede activar palancas que puedan ser beneficiosas para Tel Aviv. De hecho, la duración del alto el fuego brinda pistas sobre sí mismo: 60 días. Para cuando termine, Trump habrá recientemente asumido como presidente de Estados Unidos, por lo que Netanyahu podría negociar un reinicio de las operaciones en Líbano. No por casualidad, Israel se reserva el derecho a responder a Hezbolá en cualquier momento, así como la libertad de acción militar en Líbano.
Hezbolá y
el Estado sionista pueden vender una calma temporal. Para Netanyahu y su
gobierno criminal, la decisión es política: su invasión del Líbano había
afectado a los ciudadanos israelíes, principalmente bajo la forma de cohetes
que llegaban al territorio desde Líbano. 60 días sin este peligro será una
buena noticia para las expectativas electorales del Likud, el partido del
primer ministro.
Para quien es una pésima
noticia es para los gazatíes. El genocidio en la Franja de Gaza no entra en la
ecuación del alto el fuego
Para
quien es una pésima noticia es para los gazatíes. El genocidio en la Franja de
Gaza no entra en la ecuación del alto el fuego; por contra, los intereses del
Estado genocida en el territorio palestino se ven beneficiados por el acuerdo.
En su comunicado, Netanyahu fue nítido: en primer lugar, el pacto de coyuntura
con Hezbolá habría de servir para reponer y rearmar al Ejército israelí. Y, más
específicamente, el alto el fuego no solo no se vincula con la masacre en Gaza,
sino que, de hecho, separa a Hamás y Hezbolá desde la perspectiva de Tel Aviv.
Detengámonos
aquí. Desde que Israel acelerase su pulsión genocida en Gaza, así como su lenta
toma de Cisjordania, su gobierno ha tratado sistemáticamente evitar que la
causa palestina sea leída por el resto de actores del Eje de la Resistencia
(Irán, Hezbolá, los hutíes…) como su propia causa. Buena parte
de la agresividad imperial que Tel Aviv ha mostrado en la región más allá de
Gaza ha buscado dejar solos a los palestinos. Para ello, necesitaba
disuadir al resto de actores a punto tal que “no se atrevieran” a defender a
los gazatíes del genocidio.
Por esto
fue tan importante la presión contra los hutíes; por esto trató la escalada con
Irán como existencial; por esto invadió Líbano; por eso hace pocos días llevó a
cabo el ataque más mortífero de todos los que había realizado en territorio
sirio. Israel busca aleccionar a quienes, en el contexto de la pasividad
cómplice (cuando no el apoyo explícito) de Europa, se planteaban echar un cable
a los palestinos.
Una muy
reciente efeméride evidencia esta idea. A inicios de octubre de 2024, el propio
Netanyahu le dijo al pueblo libanés lo siguiente: “tienes la oportunidad de
salvar Líbano antes de que caiga en el abismo de una larga guerra que conducirá
a la destrucción y al sufrimiento como vemos en Gaza”. Es difícil exagerar
estas palabras. Israel estaba dispuesto, o al menos amenazaba con ello, a convertir
Líbano en una segunda Gaza. Tel Aviv sabia que Hezbolá, que disputa con
otros actores el liderazgo del Eje de la Resistencia, estaba dispuesto a
involucrarse en la defensa de los palestinos. Por eso debía asestar un golpe.
La
celebración del alto el fuego en Líbano, sin mayor reflexión, es un flaco favor
para el pueblo palestino. Claro que es motivo de celebración que, al menos
durante 60 días, las familias libanesas puedan descansar del horror de
los bombardeos sionistas. Por supuesto, abre ventanas de posibilidad para
algún tipo de reconstrucción —no solo de infraestructura, sino también
política— en el país. Sin embargo, al cruzar la cuestión palestina, la lectura
cambia radicalmente.
Israel logra dar un paso en su
objetivo de que el Eje de la Resistencia acepte que no puede salvar a los
gazatíes
Si, desde
Europa, la celebración del auto el fuego no se vincula, invariable y
permanentemente, con la exigencia de un alto el fuego inmediato y un abandono
de las tropas israelíes de Gaza… solo se estarán moviendo de un sitio a otro
las grotescas cifras de la barbarie sionista. Con este alto el fuego —tanto si
es sostenido como si no—, Israel logra dar un paso en su objetivo de que el Eje
de la Resistencia acepte que no puede salvar a los gazatíes. No solo eso, sino
que Tel Aviv puede, ahora, centrar recursos en Irán y, en concreto, en culminar
la destrucción de la Franja de Gaza y la colonización de la misma (empezando
por el norte).
El alto
el fuego es una decisión táctica en lo militar, coyuntural por sus formas y
políticamente pensada. Ni siquiera incluye un compromiso de Israel con poner
fin a su agresividad contra el pueblo libanés. Quienes den por satisfecho este
acuerdo y celebren —¡como si fuera un éxito de no sé qué diplomacia!— la pausa
de las hostilidades en Líbano, sin exigir, en la frase inmediatamente
posterior, el fin del genocidio en Gaza, estarán ayudando a instalar la
narrativa israelí; una narrativa que aísla al pueblo palestino de sus
aliados regionales y, en consecuencia, los condena a la agonía.
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