BLACK MIRROR: DE LA DANA VALENCIANA A TRUMP
Regla número 1 para líderes políticos en los tiempos de Black Mirror: haz más caso a tu spin doctor que a tu escolta. Trump lo demostró con un trocito menos de oreja levantando el puño y gritando “fight”
Un rey de España recibiendo barro en la cara en uno de los pueblos valencianos afectados por la DANA. La gente tenía demasiada rabia como para aguantar visitas ilustres. Ni su bisabuelo Alfonso XIII, que tuvo que exiliarse con la proclamación de la II República española, se vio en una situación así de incómoda como Felipe VI. Pero el rey de España no estaba solo; le acompañaban un presidente del Gobierno y un presidente autonómico. Y esa fue su salvación porque, en los tiempos de Black Mirror, da igual cuánto barro les tirasen los ciudadanos. La clave es dominar el relato y el rey y la reina tuvieron mejores reflejos que sus acompañantes. Aguantaron y el rey acabó hablando con unos simpáticos jóvenes que portaban simbología nazi en su ropa. Y la reina terminó llorando, afectada por el dolor de su pueblo y, en cambio, el presidente huyó y acabó con las ventanas de su coche rotas. Del presidente autonómico no se supo mucho más, como si siguiera mentalmente en la comida (o lo que fuera) que le mantuvo alejado del gabinete de crisis de su Gobierno cuando ya empezaba a morir gente ahogada en Valencia.
“Si llego
a estar yo allí” debió pensar Iván Redondo, “Si llego a estar yo allí el
presidente se queda pegado al rey así caigan bombas”. Regla número 1 para
líderes políticos en los tiempos de Black Mirror: haz más caso a tu spin doctor
que a tu escolta. Trump lo demostró con un trocito menos de oreja levantando el
puño y gritando “fight”. Por eso triunfa el sexting, porque en la época de
Black Mirror importa más lo que se ve y lo que se dice que todo lo demás.
Las
encuestas en España ya apuntan que el rey es el mejor parado del episodio del
barro; ganó el relato y si hoy se presentara a las elecciones no le iría mal.
Pero claro, uno es rey para no tener que presentarse a las elecciones. Pero eso
no cambia que, cada día, los ciudadanos votan a su concursante favorito con los
mandos a distancia de sus televisores y con sus celulares. Y los concursantes
del capítulo del barro fueron un rey, un presidente del Gobierno y un
presidente autonómico. Y todos a votar y participar en la cyberdemocracia.
Esta vez ganó el rey pero todo es efímero en las sociedades Black Mirror.
Querida Kamala, querido Pedro
Sánchez, el mal menor cada vez cotiza menos en bolsa. En Europa lo van sabiendo
La
desgracia en todas las televisiones, las fake news en casi todas las
televisiones que señalan a las redes sociales como generadoras de los bulos que
luego se comentan y difunden en las televisiones. Y Trump gana, arrasa, humilla
a Kamala Harris cuyo programa de gobierno, cuya respuesta a todas las preguntas
era algo así como “Yo no soy Trump”, “No soy tan mala como Trump”, “Con Trump
sería todo mucho peor que conmigo”. Querida Kamala, querido Pedro Sánchez, el
mal menor cada vez cotiza menos en bolsa. En Europa lo van sabiendo.
Y,
mientras tanto, los gobernantes y militares israelíes saborean aún con más
placer la orgía genocida que les regala la victoria trumpista, al tiempo que
hablan de bebés israelíes decapitados por animales humanos árabes. “Todos sois
antisemitas” grita Israel al mundo mientras sus hooligans gritan por las calles
de Amsterdam que ya no hay escuelas en Gaza y piden socorro al Mossad cuando
les parten la cara y gritan aterrorizados “Palestina libre”, cuando se ven
rodeados por jóvenes antifascistas holandeses. Y Biden responde a la derrota de
Harris dando permiso a Zelenski para bombardear Rusia. Y Putin dice que si
quieren la III Guerra Mundial, le desea mucha suerte a Alemania. Y Scholz acaba
con su gobierno semáforo y tiende la mano a la CDU que le cogerá el brazo
mientras “Alternativa por Alemania” sigue creciendo en las encuestas. Y Le Pen
se prepara para ganar y expulsar a todos los árabes de Francia. Y Trump se
sujeta los genitales y enseña su gobierno: un cubano anticastrista al mando de
la política exterior, un anti-vacunas al frente de la sanidad, el propio Elon
Musk diciendo que el gobierno de EEUU ya no será el consejo de administración
de los delegados del capital sino que los capitalistas van a mandar
directamente, sin intermediarios, aunque sea a golpe de trinos en X.
Y China
espera, calcula en lustros, en décadas, su momento, pero las dos Coreas pueden
adelantarse a los tiempos chinos. Y en África aparecen líderes que dicen
reivindicar el panafricanismo, mientras Irán calcula que su voluntad de no
tener una guerra nuclear con Israel puede no servir para aplacar la voluntad
israelí de tener una guerra nuclear con Irán. Y los BRIC’s le dicen a Putin que
no está solo y Claudia Sheinbaum respira pensando en los 6 años que le esperan
liderando la izquierda latinoamericana y los 4 de resistir a Trump.
El primer ministro británico
que debe fornicar con un cerdo para satisfacer a la audiencia-electorado es, en
realidad, mucho más presentable que Trump, que Putin y, por supuesto, que el
actual primer ministro británico
Jamás los
guionistas de Black Mirror habrían sido capaces de escribir un guion de los
acontecimientos como este. En las historias de sus guiones se conserva siempre
un mínimo orden liberal que está saltando por los aires. El primer ministro
británico que debe fornicar con un cerdo para satisfacer a la
audiencia-electorado es, en realidad, mucho más presentable que Trump, que
Putin y, por supuesto, que el actual primer ministro británico.
Las
travesuras tecnológicas de otros capítulos penetrantes de Black Mirror
mantienen cierta coherencia con los mundos de las clases medias (aburguesados,
individualistas pero más o menos confortables) pero lo que transmiten los
telediarios hoy es un ambiente y una estética de colapso climático y político
que está teniendo a las democracias liberales como víctimas más evidentes.
Esto no sale en Black Mirror. Y es que no hay democracia liberal que soporte el
régimen de guerra, el colapso climático y una transición hegemónica del
sistema-mundo capitalista en el que el dominio de la civilización europea
exportada a EEUU está en cuestión. ¿Ganarán los populistas? Ganarán los que
mejor sepan librar una guerra ideológica y geopolítica de consecuencias
imprevisibles. Guerras y relatos que en los tiempos distópicos producen
monstruos políticos.
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