DESEO
ULTRADERECHISTA
TOMÀS P.
ALFONSO
Coordinador de
JEUPV
Imagen de la
cuenta de X de Macarena Olona.
Este
artículo ha sido elaborado en el marco de la XX Trobada de JEUPV y es fruto de
la reflexión colectiva acerca de la necesidad de "disputar el deseo para
ganar el futuro". Este ha sido, de hecho, el lema elegido para las
jornadas de este curso.
Decía el filósofo francés, Louis Althusser, que el materialismo consiste, esencialmente, en "no contarse cuentos". Hoy, la ultraderecha libertaria está avanzando posiciones ante la incomprensión de buena parte de la ‘izquierda transformadora’. Una izquierda que, no en pocas ocasiones, ha optado por el camino fácil y ha convenido en simplificar sus análisis y tildar a quienes defienden estas posturas de malos, tontos o locos. No hace tanto, un rostro conocido de la vieja nueva política dijo que quienes habían votado a Ayuso cobrando el SMI no eran Einstein. Más allá del desprecio del que se hace gala, resulta interesante observar, de nuevo, cómo presuponemos que aquellos trabajadores que votan contra sus "intereses objetivos" lo hacen por estupidez. O por alguna de sus derivadas o eufemismos: desconocimiento, incultura o manipulación.
Indudablemente,
la lucha ideológica ha adquirido nuevas formas y la manipulación mediática a la
que nos enfrentamos es uno de los principales retos de la actualidad. La línea
editorial hegemónica construye un sentido común reaccionario y la proliferación
de las fake news y los bulos han servido no solo para difundir
informaciones falsas, sino para generar un ecosistema mediático en el que se
nos hace imposible distinguir la verdad de la mentira y los hechos de las
opiniones. El objetivo pues, no solo es que creamos sus mentiras, sino abolir
la experiencia de la verdad. Así, entramos en un escenario en el que la
relación del sujeto con la realidad se torna más problemática, dado que el
humano necesita anclajes, esto es, categorías y certezas, para habitar el
mundo.
La
creación y difusión de fake news es, evidentemente, una apuesta
consciente de la ultraderecha libertaria, que se sirve del movimiento circular,
ilimitado y en constante aceleración del capitalismo comunicacional para sus
propósitos. Pero esto no explica por sí solo el éxito de los bulos. Si las
informaciones falsas proliferan es, también, porque existe una predisposición
emocional a que esto ocurra. En una sociedad marcada por la descreencia, el
desconocimiento acerca de quién toma muchas de las decisiones que nos afectan,
el miedo al futuro, la precariedad presente y el estrés por la aceleración, los
bulos ofrecen (falsas) certezas al sujeto y contribuyen a un cierto repliegue
identitario como herramienta de autodefensa. Ante la falta de certezas, crecen
las mentiras y las conspiraciones a la hora de interpretar nuestra relación con
el mundo.
Es
necesario, pues, disputar y defender la verdad, pero no es suficiente con ello.
No basta con "revelar la verdad" mediante la praxis para conseguir
llevar a cabo grandes transformaciones sociales. Esta visión, además de ser
autocomplaciente, también expresa un cierto mesianismo que, pretendiendo ser
vanguardia, termina por interponerse entre el Partido y las masas.
La
ultraderecha crece, más allá de los intereses capitalistas, porque consigue
afectar e interpelar a algunos sectores populares desencantados con lo que hay
y preocupados por lo que pueda haber. La ideología no es, entonces, un
"velo" o una falsa conciencia sino más bien, siguiendo de
nuevo a Althusser, "una representación de las relaciones imaginarias de
los individuos con sus condiciones reales de existencia".
La
ultraderecha libertaria consigue, por medio de su discurso, que el miedo
se transforme en odio al Otro, que pasa a ser concebido como una amenaza que se
interpone entre el sujeto y su goce. O dicho de otro modo: la ideología de la
ultraderecha libertaria, que es hegemónica en mayor o menor grado en todo
occidente, hace que nos relacionemos desde la desconfianza, el recelo y que
creamos que los derechos y las libertades son un juego de suma 0. Encontramos
entonces reacciones violentas por parte de quienes quieren privar a otros de
los derechos por los que luchan. No se trata de personas malas por naturaleza
sino de sujetos que atentan contra el Otro pensando que así se están
defendiendo a ellos mismos.
En
relación con esto, podemos hablar, siguiendo a Alemán, de una
"función extranjero" que, de hecho, ocupan distintas figuras más allá
de las personas migradas o las racializadas. Ciertamente, la xenofobia y el
racismo son formas específicas de opresión que se deben abordar políticamente
desde su particularidad; afirmar lo contrario sería una muestra de idealismo.
No obstante, para la ultraderecha libertaria, la otredad que expresa esta
"función extranjero", va más allá de estos sectores y alcanza también
a las mujeres feministas, a las independentistas, a las comunistas...Para la
ultraderecha son extranjeras todas aquellas personas u organizaciones que
cuestionan o ponen en riesgo (real o imaginariamente) sus formas de goce y de
habitar el mundo. Esta "función extranjero", en
ocasiones, es incluso ocupada por organizaciones y entidades supranacionales de
carácter liberal. Paradójicamente, (o no tanto) el único límite al odio
de la ultraderecha actual es el propio capitalismo, lo cual evidencia su
subordinación a este sistema. También nos da pistas sobre cómo articular una
praxis política antifascista y anticapitalista. En este sentido, la pregunta
que nos debemos formular hoy, como siempre, no es otra que la de qué hacer.
A
mi juicio, es una obligación política frenar la pérdida de categorías que nos
permitan conocer la verdad, porque a la ‘derecha trumpista’ no se le vence con
una ‘izquierda trumpista’. Combatir a la ultraderecha con sus formas refuerza
sus posiciones aunque aparentemente se obtengan victorias puntuales. También
debemos interrogarnos sobre los deseos y las pulsiones que tenemos como
comunidad y responsabilizarnos del malestar de nuestra época, que no es otro
que el generado por este sistema. La ultraderecha, como sabemos, propone curar
la enfermedad matando al paciente. Por fortuna, recordaba Alemán, el crimen
todavía no es perfecto. Estamos a tiempo de construir alternativas políticas
que nos convenzan racionalmente pero que también interpelen al sujeto a partir
de sus emociones. Nos va el futuro en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario