martes, 4 de diciembre de 2018

NO PASARÁN, PORQUE YA HAN PASADO


NO PASARÁN, PORQUE 
YA HAN PASADO
ANÍBAL MALVAR
Los doce jinetes del apocalipsis voxiano que han entrado a galope en el Parlamento andaluz nos tienen a todos estupefactos y dodecafónicos. Creíamos que solo había una docena de fachas en Andalucía y han salido todos diputados, por lo que parece. En campaña, han pasado por nuestra prensa de papel también como una más o menos antipática excentricidad democrática. Hay incluso quien los asimiló como un Podemos de derechas aunque, todo hay que decirlo, tratándolos con bastante más mimo que a los ¡¡¡comunistas, proetarras, maduristas y populacheros!!! políticos morados.

Es el caso de Julio Valdeón, columnista de La Razón, que este viernes arrancaba un billete titulado Mi equidistancia con esta curiosa reflexión: “Me explico fatal. Solo así explico que sorprenda mi desconfianza hacia VOX. O que alguien crea que me fastidia su conservadurismo […]. También hay quien sospecha que servidor abomina de Podemos […]. Sus nostalgias, su polvorín dialéctico, su cochambre”. Unos despiertan desconfianza por su conservadurismo. Otros hacen abominar de su cochambre. Las palabras nunca son inocentes.

Si con Podemos la veda adjetival se levantó desde el primer día, no he leído tildar a VOX como partido fascista, ni franquista, ni facha. Ni siquiera xenófobo, se le dice. Son “ultraconservadores” (ni siquiera ultras, que suena más a cruz gamada y sangre en las gradas del fútbol).

Si eran los mismos candidatos de VOX los que se autocalificaban en entrevistas, bastaba con silenciar esos delicados fragmentos en la prensa decente, no fuera a perderse un solo voto de derechas. Así fue el caso del cabeza de lista de la formación fascista por Malaga, Eugenio Moltó: “Creo que [el régimen de Franco] no fue una dictadura”, dijo con gracejo en Diario Sur hace unos días. Ningún titular ni artículo de opinión llamó la atención sobre la significativa frase. Tampoco se recordó el memorable aserto de Ortega Smith sobre los ajusticiados del franquismo, “personas fusiladas en una guerra, pero sin odio, con amor”. Que no son fascistas, coño.

La prosa aria de Isabel San Sebastián nos advertía el jueves en ABC de que “el partido de Abascal puede ser un socio necesario, bastante más respetable que PNV o CiU (sic)“. Ítem más: “Esa derecha comparte preocupaciones con los sectores más desfavorecidos” y “ocupa un espacio abandonado de manera irresponsable por los demás”. Lo único que incomoda un poco a la amarquesada prosista es la eurofobia voxiana. Jolín, qué pena de voto, Santi.

En el mismo diario, Ignacio Camacho calificaba a estos discutibles caballeros como “amenaza ficticia”, “voto visceral al margen de un liberalismo que consideran timorato”. Evidentemente, Abascal, de timorato, tiene poco: “Haremos todo lo posible para expulsar de España a los extranjeros que, aunque hayan obtenido la nacionalidad, se dedican a atacar las libertades y acabar con el sistema democrático”.

Y Mariano Calleja, en impagable entrevista del torcuatiano diario al líder ultra, consideraba más reseñable para el titular su admiración por Isabel La Católica que por otros personajes quizás incluso más siniestros: “Debemos hacer un reconocimiento a Viktor Orbán, que ejerce el liderazgo de una nueva Europa, asentada en la soberanía de sus naciones, en la identidad cristiana de Europa y en la oposición a la inmigración masiva”.

El inefable Federico Jiménez Losantos ha sido el gran valedor de los fascistas emergentes desde las páginas de El Mundo, incluso atacando a su compañero de diario Arcadi Espada, a quien llega a comparar con Pilar Rahola: “Vox es infinitamente más constitucional que el PSC y el único partido que en sus mítines recogía firmas para Hablamos español, porque defiende el derecho de los niños a educarse en español en toda España. Y también la obligación constitucional de expulsar de España a los ilegales”.

En el mismo diario de la bola, David Gistau se pone épico con los jinetes del alba turbia: “Para un joven votante de VOX que nunca conoció otra cosa, la emoción, decía, era comparable a la que alberga el que contempla la caída de una dictadura”. Música de violines, por favor.

Lo cual que se nos ha venido el fascismo encima adjetivado con dulzura por nuestros medios diestros, mimado antes de ser noticiable, disimulado en sus estigmas de yugos y flechas y africanos muertos. No es de extrañar. Al fin y al cabo, los que han lavado la cara a VOX de, por ejemplo, su flagrante xenofobia, son los mismos que pidieron el voto para el partido que mandó asesinar a los náufragos del Tarajal.  Pero no, oh atribulados lectores. No hay fascismo en España. Ni racismo. Ni machismo. Ni eurofobia. No. Solo hay una nueva escisión del centro derecha. Sacad las pistolas, coleguitas, que Santiago Abascal ya nos ha advertido de que siempre lleva la suya al cinto. La democracia bien, gracias. No pasarán, porque ya han pasado.

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