LOS SIETE RISCOS...13
DUNIA
SÁNCHEZ
Los siete riscos de
las siete mujeres, un templo mirando al mar, a la tierra de esas islas perdidas
en la inmensidad de un mundo observado por astros a medida del paso del tiempo.
Desconocidas montañas que barranco abajo, que barranco arriba respiran lentamente
cada instante que concurre en sus raíces. Las siete mujeres, de los siete
riscos abogando por la sonoridad de sus deseos, de esos sueños reales que
tatúan sus venas. Ellas tendrán que da un giro al desorden de una cultura
compulsiva en restos del ayer. Y allí nada cambiaba, todo igual, el mismo
paisaje donde rocas estáticas y flora amarilla como escoba o azul como el
trajinaste lo impregnaba de una sabiduría rara. Dragos en cada secuela de su
piel, agrietado, escarpado, de difícil acceso solo para aquellas siete mujeres
de los siete riscos. Dragos abrazados al lugar como hijos de la tierra , con
sus raíces bien amarradas aquellos terrenos vacíos de amo. Y las siete mujeres
de los siete riscos es a lo único que poseían respecto. Porqué ellos, dragos cientos de años , las curaban de todo
malestar en sus cuerpos, en su sangre. De cada daño causado en su vida casi en
la intemperie. Incluso bebiendo de el cuando el agua era escasa, cuando la
estación del sol y sequía discurría apresándolas en un calor chillón, terrible.
Así eran mujeres, siete mujeres sanas, verticales, escudos a cualquier tormenta
viniera de donde viniera. Mujeres que abogaban por dignidad de sus días, esos
días enclavados en los siete riscos. Bajaban y subían, subían y bajaban pero
nunca rondaban la aldea. Por la
vertiente norte, por la vertiente sur o como según se mire de sus riscos iban
hasta donde las olas inmersas en nobleza las atendía para que sus cuerpos
desnudos se sumergieran al son de las lunas, de los soles que andaban amenizando
las horas en aquella isla. Era curioso pero ese baño era igual para todas
ellas, a la hora exacta, en el día exacto. La tentación las sacudidas como
hechizo de las olas, de la espuma blanca acariciando la orilla y un jardín de
nubes animadas al son de su entereza. Cuerpos que se sumergían, cuerpos que
emergían con la danza desigual de las mareas.
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