SÁNCHEZ NOS METE EN LA GUERRA
DE UCRANIA
DIARIO
RED
En pocos días y si
nadie consigue evitarlo, Pedro Sánchez estampará la firma de la presidencia del
gobierno de España en un contrato que mete a nuestro país en una guerra entre
dos potencias nucleares por delegación y que, de nuevo, pretende puentear al
Parlamento
El 24 de febrero de 2022, Rusia invadió a Ucrania dando comienzo a la primera guerra en suelo europeo desde el conflicto de los Balcanes y la más grave desde la Segunda Guerra Mundial, involucrando directamente a dos países de gran tamaño, uno de ellos una potencia nuclear.
Independientemente
de los intereses geoestratégicos y políticos de cada uno de los actores, lo que
es evidente es que ninguna de las consecuencias de esta guerra para los pueblos
implicados ha sido positiva. Por supuesto, el primer damnificado ha sido el
pueblo ucraniano, con decenas de miles de muertos, entre soldados y civiles, un
número aún mayor de heridos, millones de desplazados y una importante cantidad
de sus infraestructuras destruidas. El pueblo ruso ha recibido menos impacto
que el ucraniano pero sus soldados muertos en el conflicto y las consiguientes
familias destrozadas también se cuentan por decenas de miles. Las guerras
siempre las deciden las élites en los despachos de los pisos más altos de las
torres financieras y —siempre también— las pagan los pueblos con su sangre… o
con su hambre. Porque no debemos olvidar tampoco las consecuencias económicas
que la guerra de Ucrania ha tenido y todavía está teniendo en el conjunto de
los países de Europa y también de otros continentes: una disrupción grave en la
cadena de suministros de hidrocarburos y de otras materias primas fundamentales
como fertilizantes o cereales, un aumento desbocado de la inflación como consecuencia
de la misma, llegando incluso a situar a algunos países de África en situación
de hambruna, la subida salvaje de tipos de interés por parte del Banco Central
Europeo como reacción que supuestamente buscaría frenar la escalada de precios
pero que, sin lugar a dudas, provocó el aumento insostenible de millones de
hipotecas de tipo variable en familias de clase media y clase trabajadora.
Mientras esta
violencia económica se desplegaba contra la mayoría social, las empresas
energéticas, los grandes supermercados y la banca, sin embargo, veían aumentar
sus beneficios a niveles de récord gracias a la guerra. Por ello, no es de
extrañar que la práctica totalidad del poder mediático al servicio de las
oligarquías que se enriquecen con el conflicto y con la muerte decidieran
colocarse desde el principio en modo propaganda de guerra y criminalizar a
cualquiera que levantase la voz en favor de la paz.
En ese contexto,
aquellas fuerzas políticas que entienden, como parte fundamental de su táctica
y estrategia, que no deben confrontar con los poderes oligárquicos y mediáticos
si quieren mantener su viabilidad electoral, decidieron o bien apoyar
abiertamente los esfuerzos de guerra o bien ponerse de perfil ante la escalada
bélica. En España, obviamente, el principal partido de la guerra durante estos
años ha sido y es el PSOE —con la misma intensidad o incluso mayor con la que
lo fue el PP de Aznar—, aceptando desde el primer momento enviar armas para
calentar el conflicto y con una ministra de Defensa que despliega tal furor
bélico que levanta aplausos constantes en la derecha y la extrema derecha
mediática. Pero es importante también destacar que, en esta trayectoria
política, el PSOE no ha estado solo. Ya desde la legislatura anterior, los
sectores del gobierno de coalición que hoy se hallan integrados en Sumar, con
Yolanda Díaz a la cabeza, apostaron por apoyar a Sánchez en este viaje con
silencios tácticos o incluso con afirmaciones explícitas, como la reciente
intervención televisiva de Mónica García diciendo que España «tiene unos costes
de defensa que son bajos«, y también con decisiones políticas de calado como la
de integrar a la práctica totalidad de sus eurodiputados puestos de salida en
el futuro grupo verde del Parlamento Europeo; un grupo en el cual el partido
más fuerte serán los Verdes Alemanes, que no solamente apoyan firmemente a
Israel en su operación genocida en la Franja de Gaza, sino que además son los
que más esfuerzo bélico y armamentístico piden en Ucrania desde el gobierno
alemán.
Aquellas fuerzas
políticas que entienden, como parte fundamental de su táctica y estrategia, que
no deben confrontar con los poderes oligárquicos y mediáticos si quieren
mantener su viabilidad electoral, decidieron o bien apoyar abiertamente los
esfuerzos de guerra o bien ponerse de perfil ante la escalada bélica
Dentro de este
marco general que es el que lleva teniendo lugar desde el comienzo de la guerra
en 2022, ayer conocíamos un nuevo desarrollo: por lo visto, en los próximos
días, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, visitará Madrid para firmar
con Pedro Sánchez un acuerdo entre España y Ucrania según el cual nuestro país
se compromete a prestar a Kiev apoyo militar sostenido a largo plazo. Según lo
filtrado por la Moncloa al periódico El País, el acuerdo comprometerá a España
«a prestar a largo plazo asistencia militar, suministrar armamento, colaborar
en el adiestramiento de sus Fuerzas Armadas, colaborar al desarrollo de la
industria de defensa ucraniana o intercambiar información en las áreas de inteligencia
y ciberseguridad«. En otras palabras, el documento que va a rubricar Pedro
Sánchez sitúa a España como un apoyo integral a Ucrania en los esfuerzos de
guerra en un conflicto que no es otra cosa que una guerra entre Rusia y Estados
Unidos en la cual el hegemón norteamericano utiliza a Ucrania como el estado
proxy que pone los muertos que ellos no están dispuestos a poner y al conjunto
de la Unión Europea como obedientes súbditos al servicio de los intereses de
Washington, incluso aunque estos sean contrarios a los propios. En pocos días y
si nadie consigue evitarlo, Pedro Sánchez estampará la firma de la presidencia
del gobierno de España en un contrato que mete a nuestro país en una guerra
entre dos potencias nucleares y que, por cierto, pretende puentear al
Parlamento como ya hiciera el gobierno con el reciente aumento en el gasto
armamentístico de más de 1000 millones de euros por la puerta de atrás.
Tamaña
irresponsabilidad solamente sería explicable si tomamos como ciertos los
insistentes rumores que indican que uno de los cargos internacionales que Pedro
Sánchez estaría pretendiendo conseguir en corto plazo es el de Secretario
General de la OTAN y, en todo caso, aunque fuera explicable, sería
inconfesable.
La única posición
decente y sensata que puede tener la potencialidad de frenar la sangría de
muertos ucranianos y rusos y de contener la agresión económica a las clases
trabajadoras del conjunto de los países de Europa es la apuesta firme y
decidida por un alto el fuego y por las vías diplomáticas como un camino hacia
una paz definitiva y duradera en el continente. Sin embargo, parece evidente
que Sánchez y su gobierno han hecho una apuesta por la guerra. Por ello, la
única forma de intentar conseguir la paz pasa por doblarles el brazo, y eso es
una tarea que compete a toda la sociedad: a la ciudadanía organizada
manifestándose en las calles, a los escasísimos medios de comunicación libres y
de izquierdas denunciando la propaganda bélica y contando la verdad, y al
conjunto de nuestro pueblo aprovechando la oportunidad que ofrecen las
elecciones europeas del próximo 9 de junio para lanzar un mensaje claro a
Sánchez y a sus aliados: «no a la guerra, no en nuestro nombre».
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