CONCILIO DE MADRID
El
líder del PP catalán desafió con absoluta irresponsabilidad el mandamiento
primero de la derecha española: España estará en peligro de ruptura inmediata y
constante de lunes a domingo, incluyendo festivos
GERARDO
TECÉ
noche electoral en la que cometió la herejía. / RTVE
Cuando a la Iglesia católica se le fue la trama de las manos inventó los concilios. Corría el siglo IV y en cuatro siglos se habían nombrado dioses por encima de las posibilidades. Sobre Dios, entendido como ese ente superior que habita en el espacio, nadie tenía dudas, pero la acumulación de personajes en el guión estaba empezando a provocar problemas conceptuales. Jesucristo, hijo de Dios, ¿era un dios también o era solo un piscolabis gentileza del de arriba? ¿Y la paloma? Si el Espíritu Santo había puesto su semilla en María y, por tanto, era padre de Jesucristo, ¿no se merecería salir de la zoología para ser considerada deidad? 56 años tardaron los gerifaltes de la Iglesia en ponerse de acuerdo y pegar carpetazo al asunto con la exitosa fórmula de la Santísima Trinidad, una especie de pódium en el que los tres competidores –Dios del espacio, enviado a la Tierra y paloma progenitora– ocuparían la primera posición: todos eran dios y todos eran la misma cosa. Y al que no le guste, que beba agua. Bendita, por supuesto.
Demostrando una
eficacia mucho mayor que la de la Iglesia, el Partido Popular ha resuelto esta
misma semana un cisma que amenazaba el cuerpo teórico de la derecha española.
El problemón, que no era menor a aquel que se discutió en los concilios de
Nicea y Constantinopla, también parecía de imposible resolución. A un lado, el
PP nacional, ese que emite religión desde la M30, asegurando desde el principio
de los tiempos que España se rompe por Cataluña. A otro lado, el líder del PP
catalán asegurando, tras el resultado de las elecciones del pasado domingo en
las que las fuerzas independentistas habían perdido su mayoría absoluta, que el
procés estaba muerto. Es decir, desafiando con absoluta irresponsabilidad el
mandamiento primero de la derecha española: España estará en peligro de ruptura
inmediata y constante de lunes a domingo, incluyendo festivos. Si, como
aseguraba el hereje Alejandro Fernández, el procés había sido liquidado, ¿dónde
quedaba el riesgo de esa ruptura? O, lo que es lo mismo, ¿dónde queda esta
santa religión?
El papa Feijóo, que
seguía con atención el escrutinio catalán, pasó en pocos minutos del éxtasis
tras absorber los votos de Ciudadanos –el tridente que es Dios lo tenga en su
gloria– y mejorar por mucho su presencia en el Parlament catalán a la absoluta
palidez cuando vio por televisión a su prelado declarar lo que declaró. Que lo
lancen a los leones, exigió Ayuso y novio y hermano se ofrecieron a engalanar
el Coliseo a cambio de una modesta comisión. El papa Alberto pidió calma. El
cisma es absoluto, es cierto, pero podremos encontrarle solución a este
entuerto, dijo antes de convocar el Concilio del Comité Ejecutivo Nacional con un
solo asunto en el orden del día: asegurar la sagrada y diaria ruptura de
España. En el PP tienen experiencia demostrada en poner orden en los conflictos
espirituales. Si el dato nacional de paro es bueno, se acusa a Sánchez de
manipular las cifras. Si el dato de paro en las comunidades gobernadas por el
PP –que sumadas al resto conforman el dato nacional– es bueno, se felicita a
los presidentes del PP por las excelentes cifras. El cisma catalán no debería
presentar mayores complicaciones.
Si bien los números
no indican que España esté a punto de romperse, España se está rompiendo
siempre
El hereje
Fernández, llamado a desplazarse con urgencia desde territorio hostil hasta
tierra santa, llegó a Madrid y se encontró la encerrona. “El procés no ha
muerto”, declaró el papa Feijóo en la Ejecutiva Nacional ante sus discípulos
mientras todos los ojos se clavaban en el hereje. Observado no sólo por sus
compañeros, sino por toda la derecha española amenazada en su fe, incluyendo a
un García Castellón que andaba ya a esas horas preguntando dónde estaba
Fernández cuando un señor francés sufrió un infarto en el aeropuerto del Prat,
el líder del partido en Cataluña se debatía entre mostrar los datos electorales
que contradecían la religión mayoritaria o desdecirse. Y se desdijo: “El
independentismo no ha ido a votar, pero sigue ahí”. Aplausos por la
rectificación y un nuevo cuerpo teórico para la religión derechista española:
si bien los números no indican que España esté a punto de romperse, España se
está rompiendo siempre y en todo momento. El papa Alberto le dio forma al
edicto: “El procés seguirá vivo en tanto en cuanto Sánchez El Terrible siga en
La Moncloa”. Todos felices, se fueron a comer perdices y en los corrillos del
PP ya se descarta a Alejandro Fernández como candidato a presidir el partido en
Cataluña. Con la Iglesia ha topado.
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