La mujer del César
ANA PARDO DE VERA
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,
y su
mujer, Begoña Gómez.- EFE
Una de las formas más eficaces de neutralizar a los pseudomedios que generan bulos y manipulaciones es la de tener un sistema específico y muy trabajado sobre el control de los conflictos de intereses con respecto a los cargos públicos y sus entornos familiares. En España carecemos de tal cosa, como nos ha recordado, al menos, en dos ocasiones el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) del Consejo de Europa. No habría bulos ni manipulaciones sobre la pareja de un presidente del Gobierno que resistieran un ataque de la oposición política o de esos pseudomedios si estuviesen perfectamente tasados sus conflictos de intereses directos o indirectos; pero no solo para la familia del jefe del Ejecutivo, sino para todos los cargos que cobran dinero público, sean ministras, diputados, presidentas autonómicas o alcaldes. La perfección, sin embargo, no existe, menos en la cosa pública, pero sí pueden lograrse niveles de eficacia muy altos en este sentido.
Pedro
Sánchez ha anunciado este martes que
comparecerá el miércoles 22 de abril en el Congreso para hablar sobre la
invasión de Palestina por parte de Israel y el caso
Koldo. El presidente del Gobierno quiere defenderse
personalmente de las acusaciones falsas que, en este último asunto, han
vertido la oposición de PP y Vox y los pseudomedios de la
órbita de la (ultra)derecha, con especial ensañamiento contra su mujer, Begoña
Gómez, por su actividad en el sector privado.
Sería una buena ocasión -que desperdició, por ejemplo, Alberto Núñez Feijóo en su ataque histérico y
sembrado de bulos y medias verdades contra Sánchez y Gómez- para anunciar la
reforma de una Oficina de Conflictos con la autonomía e independencia que el
mismo GRECO pone en duda que tenga, así como mecanismos de control para
alertar previamente sobre lo que es un conflicto de interés directo o indirecto
y una colisión ética para un cargo público y su entorno familiar.
La
ética y los conflictos de interés no son cuestiones que puedan enumerarse de un
día para otro, sino que requieren de un trabajo experto -y muy, muy independiente-, así como de un consenso
político que, en estos momentos, brilla por su ausencia clamorosamente en
España. Eso no significa que quien ostenta el poder deba
eludir esta responsabilidad, al revés; sobre todo, porque a quien
favorecen las herramientas de control es al gobernante honrado y a su entorno,
al actuar como sistemas de protección que
pueden ir perfeccionándose con el tiempo. Es posible que Sánchez dejara en evidencia a Feijóo si le ofreciese un
pacto para desarrollar estrictas y éticas herramientas de control, que son, a su vez, sistemas anticorrupción.
Nuestro
país, sin embargo, tiene una laguna impropia de una
democracia avanzada sobre el control de las actividades de los representantes
públicos más allá de su cargo, pero también de la transparencia de las instituciones que nos permite
-sobre todo a la prensa, pero también a todos y todas las ciudadanas- acceder
al contenido que atañe a nuestras instituciones. Da que pensar, sobre todo, habiendo como hay modelos suficientes en otros países
para saber que se puede avanzar, y mucho, en ambas cuestiones.
Los
ciudadanos/as no tenemos obligación de hacer un ejercicio de fe con nadie
-bastante tenemos con la monarquía en este país, por cierto-, mucho menos con
aquellos/as a los que pagamos para que nos ofrezcan una vida mejor; queremos y
necesitamos que respondan a todas las cuestiones que atañen a nuestro dinero y
a la gestión de nuestro día a día. En
su newsletter del 4 de abril, el equipo de investigación de Civio denunciaba que el Plan Anual Normativo (PAN)
del Gobierno para 2024, su agenda legislativa, aparte de hacerse público muy
tarde, no incluía ni la reforma de la ley de Transparencia a la que se
comprometió el Ejecutivo ni la regulación de los grupos de interés (lobbies),
que ya se había incluido, además, en el PAN de 2023.
Civio desgrana a la perfección adónde nos lleva la
precariedad y ausencia de ambas normativas, así como la falta de compromiso del Gobierno para cumplir, valga la
redundancia, sus compromisos. Sánchez comparece en el Congreso la
semana que viene para explicarnos la injusticia de los ataques de la
(ultra)derecha y el daño que las fake news y sus
fabricantes hacen a la democracia más básica; estaría muy bien que, además,
concretase sus planes para neutralizarlas. Aquí le hemos dado algunas ideas.
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